Capítulo 5

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—¿Qué? —pregunté al borde de una crisis nerviosa—. ¿El hijo de quién?

—Es lo que ellos creen —soltó Naruto con una sonrisa burlona adornando su muy agraciado rostro—. Cuando tu familia y el resto de los habitantes de la aldea fueron asesinados por ellos yo te salvé. Ellos asumieron que eras alguien importante para mí, concluyendo esa tontería. Yo jamás tendría un hijo tan feo. 

Le miré mal, como intentando inútilmente asesinarlo con miradas. 

—¿Por qué me salvaste? —cuestioné casi molesto—. Creo que hubiera sido mejor si me dejabas morir con ellos.

—No me vengas con eso ahora —soltó el rubio con cansancio—, tú suplicaste por tu vida, me rogaste que te salvara, por eso lo hice. Además, he tenido bastantes problemas con esos perros por haber intervenido en sus planes.

—¿Y qué se supone que hagamos ahora? —pregunté y Naruto me miró contrariado—. Sí, dije hagamos porque, te guste o no, ambos estamos en esto. Bien pudiste ignorarme hace años, te habrías ahorrado problemas. Ahora haz que valga la pena.

—Eres muy divertido, y optimista. No has pensado que si yo te mato justo ahora se acaban los problemas para mí, ¿verdad?

Sus ojos, ahora rojizos, hicieron que mi corazón corriera tan rápido que mi pecho dolió. 

Por alguna razón, aunque siempre pensaba que estar muerto era la solución, pensar en morir me aterraba. Y el aterrador hombre frente a mí lo estaba sugiriendo.

—Si ibas a matarme ahora, no debiste salvarme entonces —dije y los ojos de Naruto, que a centímetros de mí estaban, volvieron a su color original mientras retrocedía, permitiéndome ver de nuevo esa sonrisa que me crispaba los nervios.

»¿Por qué no me mataste? —pregunté—, ¿qué ganabas con dejarme vivir?

—No lo sé, en realidad. Pero tus ojos decían que querías vivir, así que lo hice... a pesar de que no ganaría nada con ello.

—Eres muy extraño —solté y Naruto sonrió con melancolía esta vez.

—¿Tú crees? —preguntó y asentí.

—Nadie salva a alguien solo porque sí.

—Creo que me recuerdas a alguien —dijo Naruto de pronto—, pero probablemente me olvidé de quien. He vivido tanto tiempo que mis memorias son solo nubes. 

—No te olvides de las cosas importantes —pedí golpeando su frente, intentando disipar todo el dolor que mostraba su rostro—. Si salvaste a un mocoso solo por parecerse a alguien, ese alguien debió ser muy importante. Recuérdalo, por favor. Necesito darle las gracias.

—¡Vengan a desayunar! —gritó la abuela Chío. 

Sonriendo volví a golpear e hombro de Naruto que me miraba con una rara mezcla de sorpresa y confusión.

—Vamos, falso tío Naruto —pedí y caminé fuera de la habitación. 

Por alguna desconocida razón, haber visto en mal estado a ese hombre me empujó a estar bien. Necesitaba que él estuviera bien, o eso decía una parte de mí.

* *

—¿Por qué no recuerdo al tío Naruto? —pregunté a la abuela. 

Ella me miró y sonrió.

—Estabas en shock la última vez que vino. Entonces no hablabas con nadie, eras un niño temeroso. A veces creí que incluso a la vida le temías. Pero ahora estás bien —aseguró sonriendo—. Naruto es un poco extraño, pero va a caerte bien, te lo aseguro.

Asentí. Una parte de mí decía que la abuela Chío tenía razón. Además no tenía tiempo de preocuparme por mis relaciones fraternales cuando había un hombre lobo intentando cazarme.

* *

—Hombres lobos, ¿eh? —musité tirado en la cama pensando en lo idiota que sonaba eso—. ¿Naruto es un vampiro? —cuestioné y nadie respondió—. Eso explicaría sus ojos que cambian de color, y los colmillos que antes creí imaginar... ¡Dios, qué embrollo! —me quejé pataleando un poco—. ¿Por qué mi vida tiene que ser tan complicada?

Tampoco hubo respuesta a eso. Me giré de lado y, metiendo una mano bajo la almohada que sostenía mi cabeza, cerré los ojos. 

Estaba cansado a pesar de no haber hecho mucho. En todo el día solo había pensado  en mil cosas intentando asimilar todo lo que pasaba.

«Tal vez solo me volví loco» pensé dejándome atrapar por el sueño.

—¿Quién eres? —preguntó una voz tal vez conocida, pero yo estaba demasiado adormilado como para prestar atención a los susurros de alguien—, ¿por qué no puedo sacarte de mi mente?

«¿Esto es parte del sueño?» me pregunté cayendo en los brazos de Morfeo.

Esa noche soñé con mi familia, una familia que poco recordaba. Pero que, al parecer, me amaba.

 Estábamos en un jardín, debajo de un frondoso árbol. Mis padres sonreían mientras mis hermanos y yo corríamos. Entonces un frío viento se llevaba todo, incluso a mi familia, dejándome envuelto en tinieblas hasta que una pequeña luz azul al fondo del camino me invitara a despertar.

—Creía que estabas muerto —dijo Naruto cuyo rostro estaba casi pegado al mío—. ¿Por qué estás llorando?, ¿otra pesadilla?

—¿Alguna vez escuchaste del espacio personal? —pregunté empujándolo e incorporándome—. Si vuelves a ponerte tan cerca, voy a morderte —amenacé dejando la cama mientras me tallaba el rostro.

Mi sueño había sido agobiante, la soledad y la oscuridad habían sido asfixiantes pero, por alguna razón, ver el rostro de ese rubio y escuchar su voz, me habían devuelto la serenidad. 

Sonreí dándole la espalda. Tontamente había deseado que en todos mis despertares estuviera él. 


Continúa...

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