Ch-9

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Eijun suspiró cuando le avisaron que por tener buena nota en el último examen, podría saltarse la clase de recuperación, pero aún así le hicieron llevar unos papeles a la secretaria. Volvió a suspirar, pero esta vez de fastidio. Ese día había despertado solo ya que Kazuya tuvo que hacer algo, y con algo seguramente se refería a cosas malas que Eijun aún no sabía, pero no le importaba en lo más mínimo. Mientras seguía caminando, pensaba en su relación con él; se sentía tan feliz que casi no lo creía. Había sufrido mucho con Mei; las constantes críticas que recibía de parte de él cuando le veía lanzar, le habían hecho perder toda confianza. A pesar de ser un bastardo, sabía que Mei era un gran pítcher: el mejor de Kanto, y él no se veía más allá de eso. Sus pensamientos siguieron vagando; extrañaba a Kazuya. Echaba de menos sus brazos, sus besos, incluso sus bromas de mal gusto. Y eso que solo no lo veía desde ayer. Casi se rió de sí mismo, si llegaran a estar separados por más de veinticuatro horas creía y sabía que perdería la cabeza.

Dobló en un pasillo solitario, más bien el pasillo de casilleros, cuando vio a alguien parado a unos metros. Sin importarle, simplemente siguió caminando, pero cuando ya estaba por pasar a ese chico de cabello corto y negro, recibió un sorpresivo empujón. Su trasero chocó contra el suelo y los papeles que llevaba quedaron arrugados cuando apretó sus manos al sentir el choque. Su ceño se frunció y se levantó dispuesto a encarar a ese chico, pero cuando por fin le vio la cara se dio cuenta de que era el chico del equipo, el corredor que se barrió a primera con demasiada fuerza y casi lo golpea.

—¡¿Y a ti que te pasa?! ¡¿Por qué me empujas así?!—el chico sonrió maliciosamente y con sus dos manos empujó el pecho de Eijun otra vez, claro que el menor se las quitó de encima ahora molesto.

—Solo quiero una cosa y la conseguiré.—un golpe fue lanzado y aunque Eijun hizo un  escudo con su brazo, este recibió el golpe y le dolió con ganas. El chico volvió a lanzar un puño, pero esta vez el menor se agachó rápidamente y aprovechando que el centro de gravedad del otro estaba inestable, golpeó sus piernas haciendo que cayera. 

—Pues cualquiera que sea esa cosa, no te dejaré conseguirla.—desde el piso, el chico gruñó. Eijun no podía pelear, era el capitán de un equipo, si se enteraban de este encuentro podría ser expulsado y no había nada en el mundo que le fuera a quitar el béisbol. Además, cuando estuvo practicando con su novio, éste le había dicho que era muy bueno esquivando y eso iba a hacer. La riña continuó, el chico se veía cada vez más frustrado ya que no conectaba ningún golpe, todos daban al aire como si se tratara de una sombra, hasta que apuntó al pecho del zurdo, quien paró el golpe con sus manos y con el mismo viaje hizo que el chico se golpeara a sí mismo. La sangre brotó de su nariz. Era increíble que nadie hubiera salido con el ruido que hacían.—¿Para quien trabajas?—el chico sonrió otra vez.

—Ya te diste cuenta, eh.—Eijun se enfureció. Su pie empujó el pecho del chico y lo apretó contra su cuello cuando éste cayó de espaldas. Ya se estaba poniendo rojo por la presión. Era cierto que no sabía acerca de bandas o lo que tenía que ver con los clanes yakuza, de eso se encargaba Kazuya, pero si estaban detrás de él, no era bueno en ningún sentido.

—¿Y quién no lo haría? Primero lo de la base, después lo del pítcher que de seguro es tu compañero ¿no? ¿Qué tan estúpido me crées? ¿Eh, bastardo?—su presión fue más fuerte y el chico sin aguantar más, de un momento a otro se movió e hizo que Eijun cayera bruscamente contra el suelo; ahora estaba sobre él y le dio un golpe certero en la mejilla. Justo después, los forcejeos continuaron y con un codazo, el chico quedó aturdido por unos segundos, Sawamura se giró ahora estando él encima. Con sus manos en puños, tomó al chico de la camisa y lo golpeó otra vez contra el suelo. —¡Contesta, maldita sea! ¡¿Quién te contrató para hacerme daño?!—todo era inútil,  ese maldito no habría la boca; solo había dicho que no era tiempo de saberlo. Sawamura lo arrastró hasta cerca de un casillero y golpeó su cabeza contra él; no le golpeaba con sus puños, pero apostaría que el cuerpo de ese bastardo estaría muy adolorido. Justo cuando iba a patearlo de nuevo, una melodía lo sacó de trance y fue testigo de como el chico se levantaba rápidamente (incluso lo empujó a él otra vez) y sacó un celular algo viejo de su bolsillo con una mirada llena de terror. Eijun frunció el ceño confundido y respirando fuertemente. Cuando se dio cuenta, el chico se había ido corriendo.

𝓼𝓵𝓸𝔀𝓵𝔂 ; 𝓶𝓲𝔂𝓾𝓼𝓪𝔀𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora