Una vez en tierra, dímonos toda la prisa que era posible para franquear el trecho del bosque que nos separaba de nuestro baluarte. A cada paso que dábamos, las voces de los piratas que venían por la playa llegaban menos y menos distantes a nuestros oídos. Pronto nos fue fácil distinguir el rumor de sus precipitados Pasos y el crujido de las ramas de los arbustos a través de cuyos matorrales se venían abriendo camino. Comencé a creer entonces que la cosa se agravaba, y hasta requerí el fiador de mi mosquete.
-Capitán -dije-: el señor Trelawney es el de puntería infalible entre nosotros; déle usted su mosquete.
Sin responderme cambiaron rápidamente de armas, y Trelawney, callado y frío como habla estado desde el principio del combate, se detuvo por un instante para cerciorarse de que aquel arma estaba en buen estado. En el mismo momento, notando que Gray, iba desarmado, le alargué mi cuchillo.
Mucho nos reconfortó el ver a aquel chico escupirse la mano, remangarse la camisa, empuñar el arma y hacerla zumbar, blandiéndola por el aire.
A unos cuarenta pasos de aquella breve pausa, llegamos al lindero del bosque Y vimos la estacada frente a nosotros. Nos, lanzamos a ella, entrando a su recinto por el lado sur, cuya empalizada salvamos rápidos como el rayo, y casi en el instante mismo siete de los amotinados, con Job Anderson, el contramaestre, a la cabeza, aparecieron en el lado suroeste, lanzando gritos tremendos.
Detuviéronse un momento al llegar allí, como si se sintieran pillados por retaguardia; pero antes de que ellos tuvieran tiempo de recobrarse de su sorpresa, no sólo Trelawney y yo, sino también Hunter y Joyce, tuvimos tiempo de hacer fuego desde el reducto. Los cuatro tiros no sonaron en una descarga muy simultánea, pero hicieron su efecto, eso sí. Uno de los enemigos cayó redondo, y los restantes, sin vacilar más tiempo volvieron la espalda y se para-petaron tras los árboles.
Después de cargar de nuestras armas salimos afuera de la empalizada para reconocer al enemigo que había caído. Para reconocer al enemigo que había caído. Estaba muerto, con el corazón atravesado de parte a parte do en aquel mismo instante una detonación de pistola se dejó oír en el matorral más cercano; la baja silbó junto a mi oído, y el pobre Tom Redruth se tambaleó y cayó en el suelo de largo a largo. Ya comenzábamos a felicitarnos de nuestra buena suerte, cuando el matorral más cercano; Tanto el caballero corno yo devolvimos el tiro; pero como no teníamos sobre qué hacer puntería, es muy probable que no hiciéramos más que desperdiciar nuestra pólvora. Cargamos otra vez y volvimos a ver al Pobre Tom.
El capitán y Gray estaban ya examinándolo y en cuanto a mí, me bastó una. ojeada para comprender que aquello no tenía re. medio.
Creo que la prontitud con que respondimos a su disparo dispersó a los rebeldes una vez más, porque, aunque estábamos a descubierto, ya no se nos hostilizó mientras levantábamos al pobre guardamonte para trasladarlo al interior de la cabaña.
Una vez acostado, el caballero se dejó caer sobre sus rodillas, junto a el, besándole la mano y llorando como un chiquillo.
-¿Cree usted que me voy, doctor? -preguntó el moribundo.
-Tom, hijo -le contesté-, vas a volver a tu verdadera patria-Siento mucho -replicó el agonizante-, no haber dado antes a esos pillos una lección con mi mosquete.
-Tom -exclamó a la sazón el caballero tan conmovido- Tom dime que me perdonas, ¿no es caballero tan conmovido-verdad que si?
-Señor -fue su respuesta- ¿no cree usted que eso pare. cerca una falta de respeto de mìParte? Pero hágase como usted lo Pide..., sí, señor, con toda mi alma.
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LA ISLA DEL TESORO
Classics( COMPLETA) LA ISLA DEL TESORO (Treasure Island) -Robert Louis Stevenson Este gran clásico de aventuras escrita por el escocés Robert Louis Stevenson, data de 1881 y ha sido fuente de inspiración en el cine, en la televisión, en la literatura, en có...