- La claridad rojiza de la antorcha iluminando el interior de la cabaña me hizo ver que cuanto de malo pude imaginar en aquellos momentos, era, por desgracia, demasiado cierto. Los piratas estaban en posesión del reducto Y de las provisiones: allí estaba la barquilla de cognac; allí las carnes saladas y los bizcochos como antes de mi ausencia y, cosa que acrecentó infinitamente mi terror, ni la menor señal de un prisionero. No era posible pensar otra cosa que todos hablan perecido y mi corazón se sintió angustiosamente oprimido al pensar que yo no ha-bía estado allí para perecer con ellos.
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Seis de los piratas quedaban allí únicamente: ni uno más sobrevivía. Cinco estaban en pie, colora-dos, soñolientos y malhumorados por haberse tenido que arrancar al sopor de la embriaguez. El sexto se había medio incorporado, nada más, sobre uno de los codos; estaba mortalmente pálido, y el ensan-grentado vendaje que rodeaba su cabeza daba a entender que aquel hombre había sido recientemente herido y aún más recientemente curado. Recordé entonces al hombre que en el ataque de la estacada había sido herido y escapádose por el bosque, y no me cupo duda de que éste era el mismo.
El loro había saltado sobre el hombro de su amo, peinando y componiendo su plumaje. En cuanto a Silver, me pareció más pálido, y como más severo que de ordinario. Todavía llevaba puesto el hermoso traje de paño que se endosó el día de las conferencias, sólo que ahora estaba en extremo manchado de arcilla y con bastantes desgarrones, causados por las espinosas zarzas de los bosques.
-¡El diablo me ayuda! -exclamó- ¡Vaya una sorpresa! Conque aquí tenemos a Jim Hawkins, entrando así, como quien dice sin cumplimientos, ¿eh?
¡Sea enhorabuena! ¡Recibámosle como amigos!
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Dicho esto se sentó sobre la barriquilla del cognac y dio trazas de componer a llenar su pipa.
-Dick, presta acá tu eslabón y tu yesca por un momento -dijo.
Y cuando ya tenía una buena lumbre, añadió:
-¡Esto te saldrá bien, chiquillo! ¡Veamos, Dick, encaja eso antorcha en el montón de la leña! Y ustedes, amigos, pueden sentarse, no hay necesidad de estarse ahí de pie. El señor -Hawkins los dispensará a ustedes, no les quepa duda. Conque sí, amigo, Jim, aquí estás tú. ¡Qué sorpresa más grata para tu viejo John!, ¡Yo siempre he dicho que tú eras vivo como un zancudo, desde que te puse el ojo encima, pero la verdad, chico, esto se adelanta a- todos los pronósticos!
A esto, como se supondrá fácilmente, yo no contestaba una sola palabra. Habíame reclinado contra uno de los muros, y desde allí clavaba mis ojos en los de Silver, con bastante descaro y resolución aparentes; pero bien sabe Dios que, entretanto, la Más negra desesperación envolvía mi alma por completo.
Silver dio una o dos vigorosas fumadas a su pipa con la mayor compostura, y prosiguió: 315
-Ahora bien, Jim, puesto que ya estás aquí, voy a decirte algo de lo que pienso. Yo siempre te he querido y siempre te he toma, do por un mozuelo de ánimo, y por el mismísimo retrato mío cuando era yo como tú, muchacho y buen mozo. Yo siempre quise que tú fueras de los nuestros y que tomaras la parte que te correspondiera para que pudieses vivir y morir siendo de veras. persona. Ahora ya estás aquí, pilluelo... ¡Tanto mejor! El capitán Smollet es un buen marino, no cabe duda, tan bueno como yo mismo lo sería, en cualquier tiempo: pero riguroso en achaques de disciplina. "El deber antes que todo"
es su dicho favorito, tiene razón, ¡con cien mil diablos! Pero, hete aquí emancipado ya de tu capitán.
Al doctor mismo, que te quería tanto, lo tienes ahora enojado a muerte contigo; "prófugo mal agradecido" dijo refiriéndose a ti. Así, pues, por más vueltas que le des al asunto el resultado es que tú ya no puedes ir de nuevo a reunirte con los tuyos, porque ya ellos no te quieren y así, a menos que te pro-pongas encabezar una tercera facción de la isla, para lo cual tendrías el sentimiento de no tener más compañía que tu sombra, tienes por fuerza que alis-tarte bajo las banderas de tu viejo amigo Silver.
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LA ISLA DEL TESORO
Classics( COMPLETA) LA ISLA DEL TESORO (Treasure Island) -Robert Louis Stevenson Este gran clásico de aventuras escrita por el escocés Robert Louis Stevenson, data de 1881 y ha sido fuente de inspiración en el cine, en la televisión, en la literatura, en có...