Parte VI

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—¿Qué te parece si en esa pared ponemos los retratos de tu nacimiento?—le preguntó a la pequeña Elle de seis meses. El tiempo se había pasado volando. Ayer apenas había dado a luz y hoy su princesa ya tenía los seis meses. Realmente el tiempo pasaba volando y eso no le gustaba. No quería que su bebé creciera. Preferiría que se quedara así, como un bebé. Miró a su hija que rio escondiéndose en su cuello y sonrió. Era una copia exacta de ella. Los ojos eran una mezcla de ambos, pero definitivamente se parecía mucho a ella. Y por si fuera poco, había heredado una pequeña mancha en la piel parecida a la de ella. –También podemos poner tus iniciales acompañado del cuadro de tus piecitos mi amor—besó la mejilla de su hija mientras miraba la pared pintada de azul. Por fin se había animado a abrir la habitación que solía ser de él y prepararla para su hija. Esa sería su habitación a partir de ahora. Estos meses había dormido con ella, pero su amiga tenía razón en qué es tiempo de que la pequeña empiece a dormir en su cuna. Le dolía tener que hacerlo, se había acostumbrado a dormir junto a su princesa. A acomodarla en su pecho y mecerla hasta dormirse. También se acostumbró a levantarse en la madrugada y acariciarle la pancita para que se le pasaran los cólicos. También al olorcito de ella en toda su cama, pero era tiempo que su princesa empezara a dormir en su cuna. No quería que su princesa creciera. –Bueno, primero debemos limpiar y sacar las cosas restantes—dijo soltándola en su puff de elefante grande. Ella amaba estar ahí. Se amarró el cabello y miró la habitación. Aún quedaban cajas por sacar, pero lo más importante ya no estaba. La cama, los tocadores, todos se habían ido. Los había enviado con Chaz. Solo quedaban algunas cajas y listo. La habitación quedaría vacía y lista para decorarla. Ya casi estaba. Las paredes ya estaban pintadas de azul cielo. La mecedora y la cuna también ya estaban lista. Solo faltaba acomodarlas y listo. Ella había hecho todo sola, no porque no tuviera ayuda sino porque lo quiso hacer así. Era su deber como mamá. Se acercó al closet y sonrió al ver la ropa de su princesa perfectamente enganchada. Había llenado todo el closet de ropa. Entre su amiga, la familia de esta, sus amigos y sus compañeras del hospital su princesa era una bebé muy consentida. Tenía un montón de ropa y zapatitos que no veía la hora de ponérselos. Ya lo hacía, pero aún quedaban muchos pares sin estrenar aun. Realmente su bebé era muy consentida por todos en especial por ella. Miró a su princesa asegurándose de que seguía en el mismo lugar antes de acercarse a la pared donde iría la cuna. Martilló varias veces hasta tener el clavo perfecto y colgó las letras del nombre de su pequeña. Cogió el cuadro donde estaba la escultura en yeso de los piecitos y lo colocó debajo del nombre. Había sido una idea maravillosa poder tener la escultura de yeso de los piecitos y manitos de su bebé. Fue una idea de Alissa y le agradecía. Amaba ver la escultura y ver la diferencia ahora. Porque su hija no se comparaba nada con la pequeña bebé que cargó nada más nacer. Su princesa ahora estaba más grande, tanto así que el propio doctor decía que estaba por encima de la estatura ideal a sus seis meses. También estaba por encima del peso ideal, pero no había nada de qué preocuparse. Su princesa estaba perfectamente sana. Se alejó para ver el resultado y sonrió. Lucia preciosa la pared. El color rosa pálido, las letras ELLE en blanco, pequeñas lucecitas de flamenco colgadas alrededor de la pared. Realmente lucia preciosa la pared. —¿Te gusta princesa?—le preguntó a su bebé mientras la cargaba.

 —¿Te gusta princesa?—le preguntó a su bebé mientras la cargaba

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Don't Let Go {Justin Bieber Short Story}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora