(Redd)
—Sabes que ha sido un día my difícil para mí, Silhoe, ¿puedes por lo menos sonreír una vez? — dice su padre entre espasmos y arcadas, aferrándose al borde de su cama. La enfermera contratada por el gobierno se acerca de prisa para ajustar el oxigeno y colocarle de nuevo la mascarilla. El hombre ya entrado en años, llamado Steven Abreu la retira moviendo sus manos al aire aclarando que se encuentra bien. Redd no se inmuta ante ello, no siente sino pena por este padre numero dos que la vida le ha dado o, mejor dicho, que el sistema de protección al menor le ha asignado. Su madre murió de cáncer hace tres años y ahora su padre parece querer seguirle los pasos, aunque Redd no está muy entusiasmada con eso, se encoje de hombros ante la voz carrasposa que suena de su garganta. Lo está viendo morir, al igual que miró a sus primeros padres y a su madre adoptiva. Todos mueren.
¿Para qué sería la vida si no?
—Creo que debes descansar un poco— musita levemente. Su padre sabe que reprime las emociones en su interior, nunca ha dejado que nadie llegue tan al fondo. Les fue entregada a ellos cuando aun ni cumplía los cinco. Es un martirio para el hombre saber que siete años después debían abandonarla de nuevo sus seres queridos. ¿Qué pasará con ella? Es la pregunta que completaba su mente desde hace tiempo. Pero todos sabían exactamente qué pasará con Silhoé: será llevada nuevamente al sistema de protección, de un hogar tras otro, viendo morir a todos. Padres, hermanos, todos debe morir ante ella, porque ese es su destino, presenciar la muerte día con día.
—Descansaré lo suficiente después. Ahora quiero saber ¿qué te acongoja?
—No hay nada nuevo en mi vida padre.
— ¿Ni siquiera un chico? —otro ataque de tos. El cáncer pulmonar se ha expandido lo suficiente como para estar consientes que no le quedan ni siquiera días de vida.
Redd encoje sus hombros acompasándose por un suspiro. La enfermera acomoda la almohada del hombre para que la tos no lo deshaga ahora, sonríe amable y con picardía hacia su padre.
—Papá...— comienza ella pero luego se detiene recordando su penitente vida que le impide relacionarse con su entorno. — Si, hay un chico. —decide mentir para darle gusto al viejo, después de todo el nunca se enterará de la mentira un poco amarillenta y llena de polvo.
—Cuéntame, ¿Qué edad tiene? —la enfermera le echa una mirada de gratitud a la niña, no había visto tan animado al hombre desde que ella comenzó sus labores de medicina en la casa. — ¿Debo preparar la escopeta? No creo que esta dulce chica me deje levantarme a por ella, ¿O si dulzura?
—Lo ataré a la cama de ser posible señor Abreu.
—Bah, te he dicho tantas veces que me llames Steve, me haces sentir desahuciado hablándome de usted.
La verdad es que sí está desahuciado y Redd sabe que pronto verá a su amigo, el hombre del reloj de bolsillo, observarla con vehemencia y compasión, tal y como la había visitado las otras ocasiones. Todas y cada una de ellas.
—No las suficientes, soy una dama.
—Y las damas también tienen lo suyo, ¿no es así, Sil? — Redd lo mira apeas comprendiendo la pregunta y Steve suspira con profunda tristeza. Si quiere saber lo que le acongoja a ella, ya lo sabe, lo mismo que mora en su cabeza desde que le dijeron que el cáncer era terminal, tal y como le ocurrió a su esposa Milena. Una desdicha, pero Redd debe estar preparada. — Ven acá niña, déjame decirte algunas cosas. — palmea su cama y la chica se levanta apesadumbrada para colocarse al lado de su padre moribundo. La enfermera les da espacio saliendo de la habitación. —Sabes que no terminaré la semana, ¿cierto?

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Redd (En pausa)
RandomElla conoce la oscuridad que alberga en su interior, conoce el miedo que ahoga las almas de sus víctimas antes de hacerlas sucumbir. Le agrada saborear la amargura de la muerte y no le importa en absoluto lo erróneo o lo correcto de la vida, ésta le...