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—¿Papá?

Paul detuvo su conversación con Elyssa y posó sus gélidos ojos azules en mí. Todos estábamos cenando y después de conversarlo con mi madrastra, ella dijo que convencería a papá de conseguirme un coche. Ella me dijo que hoy debía pedírselo y posiblemente, él aceptaría.

—¿Sí?

Revolví el puré de patatas que estaba en mi plato y le lancé una rápida mirada a Elyssa. Ella asintió.

—¿No existe la posibilidad de que me consigas un coche?

El silencio reinó en la mesa. Jackson sólo se dedicaba a darle a escondidas la carne a nuestro perro mientras que papá miraba de forma obvia a su esposa. Seguramente, ellos ya lo habían hablado, como Elyssa prometió.

—¿Cuál es la necesidad de tener un coche, Holly? —inquirió Paul, dejando el tenedor apoyado en el plato— ¿Lo haces sólo para que no vaya a dejarte más a la escuela?

Quise decirle que esa era una de las razones, pero lo disfracé un poco.

—No quiero que te atrases más para ir al trabajo sólo por tener que ir a dejarme a la escuela, papá. Además, todos los chicos en el colegio tienen un coche propio.

—Yo no lo sé... —susurró, desconfiado.

—Vamos, Paul —Elyssa le acarició el brazo, llamando su atención—. Holly es responsable y tiene muy buenas calificaciones. Deberías dejarla tener un coche. Si quieres, ella podría ocupar el mío.

Pude ver mis propios ojos brillar en el reflejo de los suyos —¿De verdad?

—Por supuesto.

—Por favor, papá —le pedí una vez más—. Deja que me quede con su coche, ¿sí?

—Ni siquiera sabes conducir, Holly. —se excusó.

—De hecho... —Elyssa intervino— ella ya ha hecho el curso de conducir y el lunes le entregarán su permiso.

El rostro de papá fue un poema en ese momento. Él odiaba que hiciéramos cosas a escondidas. Fuimos envueltos por un incómodo silencio, el cual desapareció gracias a mi aclaramiento de garganta.

—¿Entonces?

—Si te digo que sí, ¿prometes no meterte en problemas? —me preguntó, su mirada severa estaba sobre mí. Asentí con una enorme sonrisa en los labios— ¿Ni te pasarás de los horarios que yo establezca?

—Sí, papá. Lo prometo. ¡Lo juro!

Él dudó unos segundos, pero una sonrisa rompió sus labios y asintió. Solté un pequeño chillido y salé de mi asiento para ir a abrazarlo y llenarle el rosto de besos. Entre risas, Elyssa me lanzó las llaves de su coche (mío desde hoy) y sentí un poco de liberad adherirse a mi cuerpo.

*

Desafortunadamente para mí, papá me prohibió conducir el coche hasta que no me entregaran mi permiso. Le rogué hasta el cansancio que me dejara ir sola, que nadie me vería y que la policía nunca rondaba los alrededores de la escuela, pero él se negó rotundamente. Así que, dejé mi desayuno a medio comer y fui a cepillarme los dientes para que Paul me trajera a la escuela.

Al bajarme de su auto, ignoré su despedida y cierré la puerta con demasiada brusquedad para mi gusto. No estaba dispuesta a dar un paso hasta que él se fuera.

Cuando vi su automóvil desaparecer por la avenida, solté un suspiro y me encaminé para buscar a Mercy entre el mar de personas que se encontraba a mi alrededor. Me paré en el lugar habitual y observé a mis lados, percatándome que ella estaba a un lado de un coche desconocido para mí, junto al chico que conoció hace dos días: Harry.

Aferré mis manos alrededor de los lienzos de mi mochila que colgaban de mis hombros y caminé en su dirección, sintiendo el aire frío de la mañana golpear en mis piernas desnudas. Papá se molestó cuando me vio salir con este vestido y dijo que parecía que estuviera hecho para una niña de doce años.

—Hey, Mercy —saludé apenas llegué a su lado, lanzándole una mirada al rizado—. Hola.

—Soy Harry. —se presentó, rodeando la cintura de Mercy con sus brazos desde atrás.

—Soy Holly. —me presenté. Retrocedí un paso cuando sus ojos se posaron descaradamente en mis piernas desnudas— ¿Entrarás a clases? —le pregunté a Mercy, intentando ignorar aquellos ojos verdes que me hacían desconfiar.

—Sí. ¿Me esperas un momento?

Quise decirle que sí, pero dudé al encontrarme con la mirada verdosa de Harry. Él me intimidaba. No sé si era porque tenía el cuello y las manos completamente tatuadas o sus ojos brillaban con un aire siniestro.

—No. —curvé mis labios en una mueca— Tengo que ir a buscar algo a mi taquilla así que, ¿te veo allá?

—Por supuesto. —contestó Mercy y soltó una risa cuando Harry la besó en el oído.

—Nos vemos allá, entonces. Un gusto conocerte, Harry.

—Igualmente, Holly —susurró él—. Igualmente.

Giré y miré hacia el lado un momento, sólo para encontrarme con unos ojos oscuros observándome desde el interior de un clásico convertible en color negro. Aparté un par de mechones que obstruían mi vista y negué en mi interior, alejándome finalmente de allí.

Ingresé a la escuela y saludé a un par de chicos, sintiendo como si todos los ojos estuvieran sobre mí. Tuve que mirar varias veces a mí alrededor para asegurarme que sólo era cosa de mi imaginación y que en realidad nadie me estaba observando. Abrí mi taquilla y recargué mis manos en el interior, sintiendo un cosquilleo en mi nuca. No tenía nada que sacar de mi casillero, pero me sentía paralizada, podía sentir la mirada de alguien quemar la parte trasera de mi cabeza.

Disimuladamente y fingiendo que estaba apartando una pelusa inexistente en mi chaqueta, miré hacia atrás, convenciéndome que aquellas sensaciones eran producto de mi paranoia. Cerré la puerta de mi taquilla justo cuando Mercy recargaba su espalda en el casillero siguiente y soltaba un suspiro. Sus labios estaban muy hinchados.

—Divino, ¿verdad? —susurró, con aire soñador.

—Supongo.

Ella ladeó la cabeza para mirarme —No seas pesada. Harry es un buen tipo.2

—Lo acabas de conocer, Mercy. —le recordé— ¿Cómo puedes saber que es un buen tipo?

—Porque nos hemos estado viendo durante estos días.

—Dos días. —remarqué. Mi amiga hizo una mueca y yo tomé sus manos— Escucha, M. Yo sé que eres grande, pero cuídate, ¿sí?

—Sí —ella enredó su brazo con el mío y me arrastró por el pasillo. Cuando pensé que había dejado el tema de Harry de lado, estaba muy equivocada—. Harry me dijo que Zayn le preguntó por ti.

—¿Zayn?

—El chico de los tatuajes. —dijo de forma obvia, entrando al salón de clases— El que te estaba mirando desde el coche.

—¿Ellos viven juntos?

—Son compañeros de cuarto en la universidad, creo. —Mercy tomó asiento de manera despreocupada y yo me senté junto a ella, como era habitual— Harry me dijo que Zayn le había preguntado si irías mañana a la fiesta.1

—¿En serio? —intenté ocultar la ilusión de mi voz, pero ya era demasiado tarde.

Mercy asintió —De verdad. Así que, tú, mi querida amiga, debes ir mañana sí o sí.

—No sé...

—Por Dios, ya hemos hablado de esto, Holly —se quejó—. Toma el riesgo, amiga. Diviértete un poco. Sólo serán un par de horas.

—Supongo que podríamos volver antes de la medianoche.

Sus labios se estiraron completamente en una sonrisa.

—De eso mismo estoy hablando. —concordó y picoteó mi torso con su codo.

Saqué mi cuaderno de biología y un bolígrafo cuando el maestro ingresó al salón, pensando en lo que Mercy me había dicho. ¿Realmente él había preguntado por mí?

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