5. Donde las dan las toman

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Me abstengo de mover un solo músculo. La amenazante situación en la que me encuentro me hace actuar con extrema cautela. Delante de mí, Leviels empuña una pistola que me apunta con la clara intención de insertarme una bala en la cabeza. Él vuelve de nuevo a reír de esa forma tan característica. Se ajusta las gafas de manera triunfante, haciendo ver su superioridad ante nosotros. No sé lo que estarán haciendo los otros tres ni Isabel, no puedo despegar mi mirada del cañón de la pistola.

- Ha sido muy divertido -habla Leviels mientras zarandea la pistola de arriba a abajo.- Desde el momento en que te vi supe que hoy sería una gran noche. Es una pena que tu plan no funcionara... A todo esto, ¿cómo sabías que la pequeña Isabel estaba aquí? - diciendo eso, se gira hacia Miller, quien parece reticente a responder.

- Nuestros hombres encontraron a la chica con otra persona -dice por fin.

- ¿Y no me dices nada? -protesta el jefe.- Sé que llevas poco tiempo aquí, Miller, pero ya deberías conocer las normas.

- Lo sé, señor, y lo siento.

- No te preocupes, esta vez pasa -contesta, volviéndose a enfocar en mí.- Gracias a tu irresponsabilidad ahora tengo un nuevo "juguetito".

No me creo lo que está diciendo. Mi cuerpo comienza a reaccionar a sus palabras. Mi estómago comienza a regurgitarse y siento un nudo en mi garganta. Tengo la necesidad de vomitar y luego desmayarme. Nunca me había sentido así, asustado y vulnerable.

Leviels hace un gesto con la pistola para que me levante. Hago lo que dice, subiendo poco a poco, sin despegar mi vista del arma. Ahora me encuentro peor. Los demás aprovechan para ir hacia Isabel y tomarla. Ella intenta inútilmente resistirse con las pocas fuerzas que le di al verme. Al final logran hacer que camine delante mía. Yo me encuentro detrás del todo, junto con Leviels y su inseparable pistola.

Ascendemos al segundo piso. Veo a mi alrededor a algunos Omegas que bajan la mirada y hacen caso omiso a lo que ocurre a su alrededor, dejando paso o escondiéndose en los cuartos. Por lo que puedo intuir, el jefazo ya los tienen bien entrenados. A Isabel la llevan a uno de los cuartos de ese piso. Leviels me obliga a detenerme, ya que pretendía seguirla. Miro detrás de mí y hace un gesto para que siga caminando. Llegamos al tercer piso, en concreto, a su oficina. Pide "amablemente" a Miller, quien fue el que nos siguió, que permaneciera detrás de la puerta y no dejara entrar a nadie, haciendo hincapié en que no volviera a fallarle. Una vez que su secuaz cierra la puerta, baja el arma. Se siente más confiado ahora que está encerrado a solas con un tipo que está entre la espada y la pared.

- Si intentas hacer algo, Kenny, vas a acabar mal parado -me amenaza con su falsa sonrisa.- Ahora vas a ser obediente y vas a quedarte quieto.

Permanezco en medio de la estancia. Él se aproxima hacia su escritorio y abre uno de los primeros cajones, enseñándome con sadismo una soga. Lo llamo enfermo, cosa que a él le divierte. Se aproxima a mí y me obliga a colocármela entre mis muñecas, quedando más adelante colgado de un enganche de su pared. Cualquiera diría que esto lo hace todos los días, y no me sorprendería. Ahora me encuentro a su total merced. Él lo sabe y por eso se permite el lujo de dejar el arma en la mesa, para después acercarse a mí.

- ¡Estás enfermo! -le recalco.

- ¿Quién sabe? -me contesta mientras se hurga el bolsillo de su chaqueta.- Mira lo que tengo. Te voy a dar un regalito.

Me enseña un paquete muy parecido al que me dieron antes. Si mal no recuerdo, es para estimular a los Omegas. Toma mi mentón. Intento zafarme, pero tiene más fuerza de la que aparenta. Con su mano restante, intenta que me tome la pastilla. Yo hago lo imposible para evitarlo, cerrando mi boca lo máximo que un cuerpo humano puede. Leviels se retira unos pasos de mí, decepcionado. En solo un segundo, puedo notar un fuerte golpe en el estómago que me hace quedarme sin aliento. Toso en busca de aire. Él aprovecha y me hace tomar la pastilla agarrándome con fuerza por el pelo. Alza mi cabeza aun más para que la trague. Por suerte para mí, logro resguardarla debajo de la lengua, esperando que no se diera cuenta.

Un mocoso es mi Alpha [Suspendido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora