11. Un pequeño gran regalo

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Apenas he abierto los ojos y he notado un punzante dolor en la cabeza. Solo existe una cosa que me haga despertarme con esta migraña: el celo. Sí. Hoy es el lunes de la semana en que comienza esta mierda. No va a ser un buen día. No solo porque vaya a experimentar lo habitual, sino porque, además, es mi cumpleaños.

Aun recuerdo los gritos que pegaba al cielo, prometiéndome a mí mismo lo bien que iba a estar sin que nadie me molestara este día. No soy muy adepto a las celebraciones. Siempre era Farlan el que me arrastraba a las fiestas o me obligaba a celebrar mi cumpleaños. Eso ya no volverá a suceder. Mi mente no se encuentra realmente dispuesta a reconocer si eso es bueno o malo. ¡Mi día se estaba volviendo ya una mierda y aun no había puesto un pie  fuera de la cama!

Me levanto de golpe. Mis instintos mi dicen que lo mejor es quedarse en la cama. No por el celo, sino por el inevitable frío que hará fuera de ella. Salgo del cuarto y lo primero que hago es correr hacia esa birria de estufa que mi tío me regaló. La enciendo y aprovecho su largo arranque para asearme. Se podría decir que ya lo tengo todo calculado.... No me siento orgulloso...

Siento que hoy era un día normal, pero algo dentro de mí me pide que me de un pequeño capricho. Recuerdo un viejo libro de recetas que se esconde en mi abultada librería, así que nada más terminar de vestirme, me pongo a buscarlo. Después de más de media hora, logro dar con él. No me gusta mucho admitirlo, pero tengo cierta debilidad por lo dulce. Hoy se me había antojado comer tortitas.

Después de varios intentos, logré que a la quinta no se quemaran. Lo sé, no soy muy bueno cocinado, por eso siempre recurro a comida congelada o precocinada. Pero bueno, hoy era "una ocasión especial". Aunque pensándolo bien, me hubiera venido mejor ir a alguna pastelería. Ahora tengo una pila de platos en el fregadero. Supongo que todo este esfuerzo vale bastante la pena. Ahora podía relajarme junto a la estufa mientras degusto esta cosa junto con mi té preferido.

El resto de la mañana me la paso, además de limpiando, leyendo varios relatos de Edgar Allan Poe. Es mi escritor preferido. Ya me he leído tantas veces sus cuentos que ya me los sé de memoria. Supongo que, además de su gran talento literario, lo que más me ha lanzado a leer este libro y el resto de su colección es que perteneciera a mi madre. Es lo único que tengo de ella, sin contar con una vieja foto.

Pensar en ella en estos momentos solo me hace sentir aun más el vacío que llevo intentando ignorar durante todo el día. Mi quinto cumpleaños lo celebré con ella en el hospital. Recuerdo que una de las enfermaras se había ofrecido para ir a comprar mi pastel de cumpleaños. Aun puedo sentir la calidez que me daba mi madre mientras me tomaba de la mano a la vez que cantaba. Cuando pidió que soplara las velas también me dijo que pidiera un deseo. Puede sonar muy común en estos casos, pero pedí que ella se recuperara pronto. Creo que fue en ese momento la última vez que confié en los deseos, porque a finales de enero ella falleció.

Cierro el libro algo consternado. Recordar a mi madre me había afectado mucho. Me repito a mí mismo que todo eso son síntomas del celo, que me encontraba sentimental por eso. Miro el reloj. Son ya pasadas las tres. Me levanto del sofá, dispuesto a guardar el libro. Quería despejar mi mente, por lo que opto por salir de esas cuatro paredes.

Camino por las calles del barrio. Toda la zona está inundada con el blanco de la nieve. La verdad es que esta clase de paisajes me relajan bastante. Las casas de la zona están decoradas de mil maneras posibles, festejando la Navidad. No voy a negar que en su día me hubiese encantado hacer lo mismo, pero con el tiempo comprendí que era un poco estúpido. Además, no me imagino poniendo lucecitas por toda mi casa. Me considero un tipo bastante "oscuro".

A pocos minutos, llego a una de las calles más concurridas de la zona. La gente ha salido en busca de fiesta. Unos van con familia, otros con amigos. Todos ellos pasean animados junto al resto. No me he fijado mucho, pero podría incluso decir que soy el único que no camina acompañado. Chisto algo molesto. No me gustan las multitudes, así que opto por deambular por distintos callejones.

Un mocoso es mi Alpha [Suspendido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora