Naru ya había llegado a ciudad Azafrán desde hacía dos días y en todo ese tiempo se había encerrado en su pequeña habitación en el centro pokémon, repleta de vídeos y libros de las ultimas hazañas del mundo de los coordinadores. Sus ojos estaban rojos pues eran prácticamente horas contadas con un múltiplo las que había dormido, en cambio su holomisor se había descargado una cantidad infinita de veces, en cada oportunidad de ver los vídeos de los mejores en cada Gran festival de los últimos cuatro años.
Pero ese día sería diferente pues saldría para buscar a sus compañeros para el concurso que comenzaría en pocas semanas y marcaría la bandera de salida para los coordinadores en su busca de la maestría en concursos. Afuera en las calles personas de toda la región, e incluso ajenas a ella, habían llegado ya a la ciudad Azafrán.
Los reporteros siguiendo a las futuras estrellas se amontonaban en los principales hoteles causando tráfico y problemas para cualquier transeúnte. Todos querían grabar en su inicio al futuro maestro de concursos.
Naru salió a paso lento, para su fortuna el centro pokémon en el que estaba se hallaba en las afueras de la ciudad, la cual era una de las más grandes de toda la región pero las zonas cercanas o colindantes a rutas que se dirigían a zonas rurales eran ignoradas por la locura del centro de la ciudad a escasas dos horas en el transporte público.
En las afueras de la ciudad en la ruta 8 se encontraba un pequeño claro en la parte más profunda de los bosques colindantes, sin importar la pesadez en sus párpados adornados con un buen tono oscuro alrededor de sus ojos pudo saltar la cerca de la ruta, sus pisadas eran insonoras por lo fresco del pasto en la región Kanto, una gran alfombra verde se expandía por todas partes, los pequeños pidgey surcaban los cielos despreocupados burlándose de los terrestres atados aun plano único del hermoso mundo, más allá de donde llegaba la vista vulpix felices jugueteaban cerca de una zona de rocas de color mármol, el olor de la fragancia de las flores y el baile continuo de Oddish que regresaban a sus hogares después de la temporada de la invierno. Algunos meowth se acicalaban a unos metros del estanque que reflejaba el sol jugando de alguna manera con la vista haciendo ver que el lago brillaba en un fervor azulado que no dejaba ni discriminaba a ninguna forma de vida.
Naru paseó en el bosque y aunque algunos pokémon huían cuando lo veían su presencia se comenzó a hacer menos amenazante pues algunos haunter se asomaron y lo vieron desde la sombras solo para regresar a su siesta, al menos hasta el anochecer.
Algunos pokémon ya pasaban entre sus piernas, estaban acostumbrados a las personas tal vez por la cercanía de la ciudad o porque sus números eran mayores.
La caminata continuó y Naru sacó un montón de fotografías de todo, era fácil reconstruir lo que sus ojos vieron a base de ellas, la sonrisa de Naru era relajada como nunca había sido en muchos meses, olía las flores jugueteó con algunos pokémon y cuando decidió que su viaje había sido improductivo, un lanzallamas salió de la nada asustando a todos.
Por medio de un blog de los pokémon Rangers, descubrió que un growlithe merodeaba agresivo por la ruta y el bosque, asaltando a los entrenadores y quitándoles la comida que llevaba encima.
-Por fin te encuentro-dijo sonriente Naru.
El growlithe solo gruñó y de inmediato comenzó a avanzar hasta Naru preparando en su interior otro ataque de tipo fuego, sin embargo, ya estaba listo para ello.
Sacó un dulce de bayas de su bolsillo derecho.
-Se mi compañero.
El pequeñín solo se limitó a lanzar otro lanzallamas que apenas y logró eludir el chico arrojándose al suelo gritando por el terror de ser calcinado.
Naru corrió a través del bosque esquivando todos sus ataques que ahora solo eran mordisco, su velocidad era demasiada para un humano, sus pequeñas piernas comenzaban a acelerar conforme la batalla humano-pokémon se alargaba.
Cada árbol era ejecutado en su corteza por los fuertes ataques de growlithe y hasta cierto punto había comenzado a disfrutar aquel pequeño juego en contraste su emoción inicial, Naru por otra parte, sus piernas ya habían comenzado a cansarse aunque sus ánimos seguían creciendo.
Su pecho se agitaba, sus manos sudaban, sus piernas dolían y aún así su aliento parecía no tener intención de detenerse hasta lograr su cometido.
Las explosiones de madera se oían por todo el bosque, sin embargo, la estrategia de Naru ya estaba puesta en marcha, mientras no viera de manera adecuada los giros y vueltas que había dado todo estaría bien, sus pasos no habían hecho sino ir en círculo
El joven se arrojó hacia unos arbustos abultados y llenos de bayas, el pokémon salvaje lo siguió pero cuando saltó se encontró con la vista del lago en donde los otros pokémon se refrescaban de la luz del día.
Cayó dentro de la zona de fango y en ella el agua molestaba sus patas, Naru salió de en medio del arbusto de la derecha arrojando una botella de plástico, y sin más el recipiente estalló. Y de las alturas un hilo de seda intentó agarrar la botella, pues el creador del hilo había visto a algunos humanos usar botellas como una forma de esparcir un somnífero a los pokémon. Pero falló.
De la botella estallo en jugo de bayas, las favoritas de cualquier pokémon tipo fuego, incrédulo el growlithe vio al chico estupefacto, y el caterpie del árbol aterrizó en el pasto porque el peso de la rama había cedido.
-Caíste- dijo tomando un poco del juego de baya y saboreándolo- o mejor dicho cayeron.
Ambos pokémon compañeros de los robos de comida a los entrenadores locales, el growlithe alimentaba a caterpie que se encontraba en una etapa previa de su evolución y la comida de los humanos era especialmente nutritiva para ellos.
-Ambas, ¿por qué no me acompañan?
Ambos pokémon vieron los ojos de Naru, y él hizo lo mismo quedando completamente "flechado" por esos ojos llenos de belleza y voluntad.
-Son perfectas- dijo desde el fondo de su corazón.
Ambos pokémon le lanzaron más ataques, hilo y ataque de tierra, quedando empapado de agua y lodo el chico fue acribillado por las caricias húmedas de la lengua de growlithe. Growlithe solo pensaba que aquel humano era interesante.
Naru pasó el resto del día jugando con ellos, y aunque caterpie tuvo dudas hasta el final, accedió a acompañar a su amiga y al extraño entrenador.
-Vayamos al centro pokémon, las chicas tienen que estar limpias para los concursos.
Al mismo tiempo, en la ciudad una figura misteriosa viaja encima de una motocicleta, arribaba por la ruta cinco siendo especialmente extraño el ver a alguien en una pues las reglas de uso de vehículos a base de combustibles fósiles son muy estrictas.
En su espalda un pequeño pokémon de color azul con googles hechos a la medida de su cabeza y de sus protuberancias en las mejillas en forma de una estrella disfrutaban del aire que chocaba en sus rostros, al visualizar la cercanía de un centro pokémon con las luces apagadas giró por el camino derecho, el paseo nocturno hasta la salida a la ruta 8 fue interrumpido por una figura a un lado del camino.
La sombra caminaba tambaleante, arrastrando cada pecado con sus pequeños pies, el pasto lúgubre alfombra que cubría las primeras colinas crujía, la conductora paró brusco casi a punto de lanzar a su compañero por los aires, pero al alumbrar con una lámpara solo quedaba un débil aroma de bayas y un poco de vapor oscuro saliendo de la entrada al bosque.
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Espero que el capítulo haya sido de su agrado sus opiniones son importantes para mí así que l@s exhorto a hacerlo.
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Pokémon: Sweet and Bitter Steps
FanfictionArco 1: El extraño caso de Hypno. Un entrenador que busca convertirse en reina regional, una chica motociclista que busca conquistar los gimnasios al mismo tiempo que se oculta de la policía y una reportera entrometida obsesionada con los casos extr...