Capítulo 22

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Naru caminaba por las afueras de la ciudad que había comenzado la reconstrucción de la zona vieja en donde se centraron los daños hechos por los pokémon dominados por Lerman y su dispositivo infernal. De manera extraña todos los chicos que continuaban extraviados fueron hallados en las cercanías de diversos bosques, los exámenes médicos arrojaban el mismo resultado, sus cuerpos habían madurado un año en el corto tiempo de extravío.

Dos días después de la batalla en el gimnasio dieron como resultado que la comunidad se planteara la efectividad de su fuerza policíaca dependiente de la policía internacional, e incluso la existencia de un gimnasio inútil durante una crisis. Por las calles se corría el rumor de la conexión de Sabrina con el jefe del equipo rocket.

El asunto del extraño de blanco se dejó como un secreto, Hoover los amenazó sobre eso antes de desaparecer del mapa.

Para fortuna de Naru el Gran festival había seguido su marcha, aunque era probable que cambiara su cede cuando llegara el momento del evento principal dentro de algunos meses. Habían pasado por un sin número de interrogatorios y antes por un adiestramiento del que decir y de lo que no, por parte del comisionado. Pero los había dejado en libertad, aunque con una promesa y amenaza de estarlos vigilados.

Lerman y Lucas estaban en estado de coma, bajo alta observación médica y de las fuerzas especiales. Además, un vehículo de espionaje fue hallado a las afueras de la ciudad. Los tripulantes fueron reconocidos como miembros del equipo rocket que aún estaban fugitivos. Miserablemente estaban en iguales condiciones.

Naru se detuvo a comprar una bebida fría en una máquina expendedora vieja, sus colores oxidados señalaban que no estaba en servicio, pero ante la inexistencia de algún letrero arriesgo el poco dinero en efectivo, ese que siempre se aloja al final de un bolso o que se encuentra detrás de toda la porquería que se encuentra en los bolsillos de un pantalón.

Después del invierno y una agitada noche de lluvias que habían jurado abandonar el lugar, el sol brillaba en lo alto irónico, los insectos y pokémon locales inundaban los prados cercanos. El danzar de las hojas y los sonidos de cada ser que habitaba cerca era acompañado por una sinfonía.

La ultiman moneda pasó, el armatoste dio algunos golpes sobre su base antes de dejar salir una bebida que no era la que el muchacho quería.

Derrotado se sentó en la banca de una parada abandonada de autobús, la madera estaba húmeda y el calor aumentaba. A pesar de que sus ropas ligeras deberían de haber ayudado fue inútil, estiró sus piernas y las abrió para agitarlas, el arma contra el aburrimiento, cerró sus ojos y se dejó ir a una tierra lejana en las ideas concretas no tenían lugar solo el sonido del exterior, el pasar de las nubes con las ráfagas de viento le daban el placer más grande que se podía pedir en un momento caluroso. Sus largas pestañas y figura femenina heredada por su madre, lo hacían ver como una chica que había sobrevivido a una tempestad.

Tarareaba una canción que su amigo le había compuesto para su cumpleaños número doce, buscó a tientas su bebida, sin embargo, esta había desaparecido.

—¿Cómo sabías que era mi bebida favorita?

Hilda estaba parada frente a él, le dio un buen sorbo a la lata. Sin duda había terminado con una tercera parte de la bebida de sabor cereza. Los labios de Hilda se marcaron dejando ver los carnosos labios con un tipo de delineador infantil en ellos.

Llevaba una mochila pequeña de color vino, sus ropas, aunque oscuras, marcaban curvas que demostraban que Hilda había florecido maravillosamente. Un cuerpo celestial con una sonrisa relajada, su piel estaba roja y recorrían algunas gotas de sudor de su frente.

—Dame un poco.

Abigail llegaba arrastrando una mochila enorme, en la que colgaban repelentes y otros instrumentos útiles en caso de ir a un refugio por algunas décadas.

Abbie dejo sus maletas en la banca y cansada masajeaba sus delgados hombros que contrastaban con su actitud, llevaba un vestido de color amarillo claro. Su piel que dejaría en ridículo a cualquier perla se mostraba por debajo de los tirantes blancos de su atuendo, además de una cintura delgada marcaba un cuerpo de reloj de arena. Su cabello dorado estaba suelto y se movía con el vendaval que se había creado como si la naturaleza se hubiera enamorado de la bella expresión profunda de su rostro. Lo largo de su falda la hacía ver como una musa de la antigüedad que conocía cada secreto de este mundo.

Naru estaba bloqueado, se sintió como el hombre que, sin esperanza, se aferra a un amor inalcanzable para no enfrentar a una realidad tan amable como sádica.

—Perdón por traer este estorbo, pero me lo encontré y me siguió.

—El único estorbo aquí eres tú, troglodita.

Abigail bebió de la lata y sus labios elegantes fueron maquilados por la cereza, una gota escurrió por su barbilla.

—Entonces ¿por qué vienes? —interrogó Hilda.

—Tengo mis razones, pero sobre todo estoy segura que se meterán en más problemas y quiero esas primicias—replicó Abbie—no es como que me hayan despedido...

—Lo sabía, en mi caso es porque perdí mi motocicleta y mi licencia, y me aburriría no tener a alguien con quien hablar ahora que tardaré más en llegar a los gimnasios—aclaró Hilda.

—Dudo que puedas mantener una conversación decente.

Las joyas de jade en los iris de Naru recobraron un brillo de nostalgia, una luz única solo alcanzada por la tristeza de recordar la felicidad pasada. Las lágrimas fueron forzadas a detener y solo temblaron un poco sus facciones para ello, su piel clara se enrojeció en sus pómulos y de sus labios finos una sonrisa se creó

—Ustedes son—dijo Naru—unas idiotas.

—¡Mira quién lo dice! —respondieron sin piedad.

Abigail le devolvió la lata a Naru, tomó sus cosas y con un andar relajado continuó por la ruta para salir de la ciudad.

Hilda hizo lo mismo dando unos pasos largos evitando las grietas del suelo.

Ambas se detuvieron en la frontera del cielo y la tierra, y con una mirada que le devolvería la vida a un ser maldito voltearon a él, un gesto que significó el mayor tesoro que puede existir en cualquier tierra.

Naru miró un poco avergonzado a su bebida, misma que en medio de vergüenza bebió hasta la última gota. Las chicas vieron como una persona que parecía haberse librado de sus pesares se dirigía a ellas, sus ojos y esencia parecían brillar en éxtasis. Como un ave que salió de su jaula, como el borracho que en las noches llora y grita por lo perdido, Naru buscó aquel tesoro.

Una oportunidad, una oportunidad de cambiar.

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Gracias por leer.

Hola mis queridos lectores...

Ha llegado el final, y ahora que he terminado uno de mis proyectos. Me siento tan alegre, que podría estallar como una supernova.

Les comparto el OST que me dio inspiración para continuar.

Beyond the moon, Patricia, sayonara universe, todas canciones de The Pillows.

Un gracias a esta franquicia que, como a los protagonistas, me dio una oportunidad de cambiar.

Responderé todas las preguntas en los comentarios o, si así lo prefieren, en mensajes privados. El especial comenzará pronto, y esta vez es en serio.

Hasta pronto. Ha sido un placer.

Pokémon: Sweet and Bitter StepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora