El camino de vuelta a la ciudadela fue cuidadoso, pues a pesar de nuestra inminente victoria mis soldados y yo aún creíamos que podrían haber refuerzos enemigos observando, preparándose para atacar.... Pero no fue así.
Una vez en la Ciudadela, fui con Gabriel para entregar mi informe de la misión. Me dirigí a los jardines "La Redención", hermosas zonas de los arcángeles en las que oraban, alimentaban su energía divina y donde Gabriel siempre meditaba.
La reja estaba custodiada por dos guardias , con sus filosas lanzas brillando al compás de su acorazada armadura, sus ojos cargados de luz se mantenían atentos a cualquier movimiento. En cuando me vieron se hicieron a un lado, mi rango me permitía entrar en zonas a las que pocos que no fueran arcángeles podían acceder..... De hecho, me nombrarían un arcángel dentro de poco.
El jardín estaba bordeado por grandes árboles con plumas celestiales reluciendo en las ramas, las aguas más puras y cristalinas se arrastraban al compás de los ríos. Habían tres templos en el centro de los jardines. A la izquierda se encontraba construido uno en honor a Deus, nuestro actual celestial más poderoso. El único del legado dorado que el Creador dejó para dirigir a sus fieles hasta su regreso. En la derecha se encontraba Metatrón, el ángel más perfecto creado después del primer caído y que desapareció junto con el Creador, el cual tenía el templo más grande situado en el medio de estos dos. Nada muy espectacular, pues el paraíso estaba lleno de esos templos.
Al rededor habían gigantes esporas, con cristales lumínicos a los lados del tallo y con un gran capullo de plumas de oro reluciendo en la cima. Ahí era dónde los arcángeles recargaban su energía, descansaban, meditaban y se comunicaban supuestamente con el Creador.
Una de las esporas descendió desde su gran altura. Sus emplumadas hojas se abrieron y una figura lumínica se vislumbraba en el interior.
-Llegaste muy pronto.- Dijo Gabriel sin mucha sorpresa.
-La tarea era demasiado sencilla. Creí que el puesto estaría más fortificado.
Ignorando mi observación, Gabriel me preguntó por el número de bajas.
-Las bajas fueron mínimas, Señor.
-¿Diezmaron por completo al enemigo?
-Dejé que unos cuantos se marcharan, ya estaban derrotados.
-Le dije que los acabara a todos. Ellos no le hubieran dado las mismas oportunidades a usted y a sus tropas.
-Disculpe, pero yo...
-Araquiel.-Me interrumpió.- Si vas a ser un arcángel, debes comportarte como tal. No me hagas dudar de tu lealtad o terminarás como Samyaza.
Samyaza, un viejo conocido que fue desterrado hace un tiempo...
-¿Encontraron algo de utilidad?
Inmediatamente llegó a mi mente el libro que me entregó uno de mis soldados. Aquel que contaba una versión muy distinta de la creación a la que yo conocía...
-No señor, nada.
No podía arriesgarme a que el libro fuese destruido sin investigarle antes.
-Bien Araquiel, puedes retirarte.
La espora volvió a cerrarse y ascendió de nuevo, dejándome un poco confundido por haberle mentido a mi superior.
Al salir de los jardines me topé con Zedquiel, el despreciable celestial que amaba ver cuando cometía un error y le gustaba tirármelo en cara. En algún tiempo fuimos amigos, pero me dio la espalda cuando ascendió de rango.
-Regresaste.- Me dijo.- Te diría que me alegra verte, pero mentiría.... Ah sí, escuché que perdonaste vidas demoníacas. Gabriel debe estar muy contento.
-Para ser un general Arcángel te comportas más como su perro faldero.-Respondí.
-Mide tus palabras. Recuerda que desde hace un rato que soy tu superior. Tengo el poder de denigrarte si lo deseo.
-No por mucho.-Contesto, le doy la espalda y me alejo de él.
-Algún día meterás la pata Araquiel y cuando caigas yo estaré ahí para verte.-Me dice mientras me alejo.
En mis aposentos, comenzaba a mirar el libro. Pasé horas leyendo, desentrañando sus secretos.
Me tomaría mucho tiempo, pues era enorme y contenía bastas explicaciones sobre los orígenes del universo. Antes de los ángeles, antes de los demonios. No podía imaginar quién había escrito esto. Aquí no había un creador sino, creadores.
Con el pasar del tiempo me fui explorando más y más sobre las escrituras.
Los Clarividentes crearon Anganatios, el planeta donde nos encontrábamos. Dentro de los clarividentes destacaba un nombre que se repetía con frecuencia. "Sunktum", quién ayudó a crear un infierno entero para mantener a sus hermanos ocultos. Un infierno que llegó a las manos de Luzbel y sus seguidores, pero éste no tiene ni idea que su reino sólo es un escudo para estas antiguas deidades, ocultándose de.... ¿ Nosotros? Los Celestiales, a quienes nos describe como invasores, usurpadores de tierras, etc. En ese momento recordé los rostros de los demonios a los que nos enfrentamos. Nos miraban con ira, pero no con esa ira de haberles destruido su campamento y estropearles su reconocimiento, sino como si les hubiésemos arrebatado algo. De entre ellos un demonio que me miraba fijamente, mientras estaba de rodillas desangrado antes de que Asderel le cortara la cabeza con su propia espada.
El libro narraba también que Sunktum estaba colaborando con los demonios, ocultando su identidad y su poder. Ya había escuchado menciones de él por mis superiores. Creí que sólo era un demonio de alto rango que había ganado popularidad por arrancar miles de alas de los de mi especie.
-"Debo estar loco".-Pensé.- No es posible que me esté cuestionando mis propios orígenes. Pero, mi raza siempre se ha visto muy posesiva en varios aspectos. Siempre queriendo expandirse y controlarlo todo. Aunque a fin de cuentas, no tengo pruebas de que una sola palabra de el libro sea verídica.
-¡Araquiel! ¿de dónde sacaste ese libro?- Dijo Armaros, quien estaba en la puerta de mis aposentos mirando con asco el libro demoníaco.
-"Estoy jodido".-Pensé....
ESTÁS LEYENDO
Mártir Hereje #1
ActionLa guerra entre el cielo y el infierno ha existido desde tiempos ancestrales. Los textos prohibidos cuentan la historia de los Clarividentes. Seres más antiguos que el tiempo mismo, se dice que son el resultado de choques cósmicos de luz y oscuridad...