Epílogo

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Habían pasado tres meses desde el ataque a la ciudadela. No habíamos sufrido de nuevos ataques y nos estábamos recuperando.

Los Nihilium y yo llegamos a un acuerdo y ellos nos brindaron sus espadas y unas tierras en el limbo para construir otra ciudad. Durante el transcurso de unas semanas después del ataque, comenzaron a llegar varias legiones de ángeles caídos en busca de refugio y nuestras bajas en la batalla se compensaron. 

No habíamos tenido rastro de Metatrón pero teníamos información sobre las tropas de Asderel. Sus ángeles escarlata eran filas de renegados que seguían sus creencias junto con Metatrón y Demogorgón. Sus filas de cazadores, por otro lado, también crecían, pero con los Nihilium de nuestro lado, sinceramente no me preocupan.

En estos momentos me encontraba en el limbo, preparando una nueva espada para sustituir a mi vieja compañera que el falso Metatrón destruyó.

De pronto, las puertas de la armería se abrieron.

 — Asegúrate  de agregar suficiente Quardihum en el temple de tu espada, Araquiel.

Leliel entró en la armería con dos espadas a su espalda y con su resplandeciente cabello como llamas azules iluminando el lugar. Leliel era hermana de Kushiel y Hasmed. Eran en total siete hermanos: Hasmed, Kushiel, Leliel, Israfel, Estibus, Zachariel y Simikiel. Los más poderosos de los Nihilium. Yo solo tenía el placer de conocer a tres de ellos. Israfel casi nunca estaba a la vista y Hasmed nunca hablaba de sus otros tres hermanos, Zachariel, Estibus y Simikiel.

 — Ya he puesto suficiente Quardihum, créeme.

El Quardihum eran los cristales escarlata que abundaban por toda la zona del limbo de los Nihilium. Tenían gran poder, con él creaban portales, armas, parte de sus armaduras y sacaban parte de su poder de ellos. Así era como Kushiel podía concentrar su energía en su katana para hacer pedazos a siete sujetos al mismo tiempo. También es como se comunican. En ese momento no lo sabía, pero cuando Kushiel rompió aquel cristal en plena batalla en la ciudadela, les informó a los Nihilium de nuestra posición y situación. Así llegaron en nuestra ayuda.

    — Ya está  — . Dije levantando la espada y blandiéndola al aire.

Los cristales escarlata resplandecían ante la fina oscuridad del filo de la espada y podía sentir su poder conectándose conmigo.

    —  Morningstar  —. Susurré.

    — ¿Qué?

   —  La estrella matutina. El primer caído. La espada simboliza eso.

Leliel dirigió una mirada a la espada y desenfundó las dos espadas a su espalda. 

    — Bien. Es hora de probarla. Hasmed me encargó continuar con tu entrenamiento hasta que vuelva.

   —  No necesito entrenar ahora, Leliel. Debo regresar con la misión de reconocimiento al mundo que Deus creó. El que está infestado de esas criaturas... humanos.

    — No te preocupes, ya envié a Armaros y Armen a esa misión—. Soltó Leliel.

    —  ¿¡Qué!?   No puedes hacer eso sin avisarme.

    — Ya lo hice.

Le dirigí una mirada molesta.

   — Vamos, Araquiel. No me mires así, puede que muchos Nihilium e incluso Hasmed tiendan a seguir tus ordenes y que te guarden gran respeto y todo eso. Pero yo no.

    —¿ Ahora resulta que no te agrado?   

    — Por el contrario, me agradas mucho. Pero eso no significa que voy a respetarte como líder o emperador o lo que sea que llegues a ser. Ahora, quiero que arrastres tu trasero a la sala de entrenamiento en cinco minutos.

Mártir Hereje #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora