El piso estaba en silencio cuando llegó a casa. Fue directa a la cocina, donde se
sirvió un vaso de agua.
¿Estaría Justin en casa?
No le gustó pensar que podía haber salido. En ese caso, la habría llamado o, al
menos, le habría dejado algún mensaje en el móvil.
— ¿Te lo has pasado bien? —saludó él, desde la puerta de su estudio.
La habitación tenía las paredes forradas de estanterías repletas de libros y,
junto a la ventana, había un escritorio del siglo XVIII donde tenía un ordenador y una
pila de documentos legales.
Llevaba unos pantalones vaqueros negros, una camisa de algodón blanco con el
cuello desabrochado. Tenía el pelo un poco alborotado. Todo ello le confería un
aspecto bastante salvaje, casi diabólico. El pelo negro, los ojos oscuros, la piel broncea
da y una expresión insondable mientras la miraba.
_____ se sintió extraña. Normalmente, se habría acercado a él y lo habría
besado, segura de que la recibiría con un abrazo y un beso más profundo.
Algunas veces, charlaban, pero, la mayoría de las veces, él le pasaba un brazo por
debajo de las rodillas y se la llevaba a la habitación. Rápido y furioso, lento y amable,
una cosa sucedía a la otra de manera interminable mientras le hacía el amor hasta bien
entrada la noche. Muchas veces, no hablaban hasta por la mañana, mientras se daban
una ducha junta, desayunaban o se vestían para ir al trabajo.
En aquel momento, _____ permaneció quieta, sintiendo una inseguridad muy rara
mezclada con la innegable atracción sexual.
—Sí.
Justin no se movió y ella sintió la tentación de continuar su camino hacia la
habitación de invitados donde había pasado la noche anterior.
Pero Justin parecía estar al acecho y en su mirada había una advertencia velada
que le hizo pensárselo mejor.
— ¿Tienes mucho trabajo? —preguntó ella con suavidad.
Era una pregunta innecesaria. _____ sabía muy bien que él era del tipo de
hombre que podía dormir cuatro o cinco horas y enfrentar el día siguiente con ánimo y
energía.
—Con unas cuantas horas ya está.
Lo dijo arrastrando las palabras y el tono hizo que se le pusiera carne de gallina.
Los dos se estaban portando de manera muy cordial. Demasiado cordial, pensó ella,
consciente de que sus palabras ocultaban una cierta agresividad.
¿Con ella? Por supuesto que con ella. ¿Con quién si no? El embarazo había sido
por su culpa. Aunque no por completo, claro, pero podría haberse dado cuenta... Mejor
aún, debería haberse dado cuenta de lo que le estaba pasando y haber tomado
precauciones extras.
Lo habría hecho, pero ni siquiera pensó en el embarazo.
¿Habría habido intervención divina? ¿Habría puesto Dios a prueba su relación?
Porque la verdad era que estaba perdiéndolo todo. Lanzó una maldición en silencio.
—Buenas noches —dijo y dio un paso hacia su habitación, pero él la paró con un
brazo. La agarró por los hombros y, con firmeza, le levantó la cara hacia él.
—No.
«Dios Santo, estaba cerca, muy cerca».
—Por favor —añadió con voz temblorosa.
Justin le pasó un dedo por el labio inferior.
— ¿Tienes miedo, _____?
— ¿De ti? No.
—Qué valiente —dijo él con un toque de ironía que ella decidió ignorar.
Aunque necesitaba valor para continuar fríamente tras su corazón parecía que se
le iba a saltar del pecho.
— ¿Qué pretendes?
—Nada.
—No digas que nada —consiguió decir ella.
El cerró la boca sobre la de ella y con la lengua se abrió camino con un beso
evocativo y provocador.
Durante un instante, ella empezó a responder, por instinto, de manera
automática. Después, reaccionó y se puso tensa. Cuando él la beso no sabía si sentir
pena o alivio.
—No juegas limpio —dijo ella sin aliento, intentando calmarse.
— ¿Pensabas que iba a hacerlo?
Ella lo miró, se dio cuenta de su mirada negra penetrante y reconoció que
necesitaba actuar con la cabeza y no con el corazón.
—No.
Bajo una fachada de sofisticación, había un hombre primitivo con una fuerza
despiadada y una voluntad indomable. Aquellas características hacían de él un hombre
temido en los tribunales, y fuera de ellos.
Un hombre sensual, añadió ella para sus adentros. Experto en el arte de amar y
de satisfacer a una mujer. Podía amar con pasión intensa y con gran ternura... una
mezcla que dominaba a la perfección. En todo lo que hacía también había un toque de
severidad, dulce y bien controlada, pero no por ello menos exigente.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
Justin Bieber era una persona a la que nadie en su sano juicio le gustaría tener
como enemigo.
—Me voy a la cama —dijo ella, alejándose lenta mente
—Que descanses.
_____ ignoró el deje irónico de su voz y decidió no responderle. Entró en la
habitación y encendió la luz, después cerró la puerta detrás de ella y se quedó apoyada
en ella unos minutos. Necesitaba calmarse, recobrar la compostura.
Estaba cansada, mental, emocional y físicamente. Pero dudaba que fuera a
descansar; tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza.
Intentó no pensar en nada mientras se ponía el camisón y se quitaba el maquillaje
antes de meterse en la cama.
Después, debió de quedarse dormida.
El sueño que tuvo fue muy realista, tanto que cuando sintió que le arrancaban a
su hijo de sus brazos, gritó. Le gritó a la enfermera que se lo devolviera, pero de su
garganta no salió ninguna voz. Volvió a intentarlo y esa vez puso más empeño en que le
saliera la voz. A pesar de todo, la enfermera siguió caminado. Ella intentó salir de la
cama para seguirla, pero se encontró atrapada en una serie de tubos imposibles de
desconectar por mucho que tirara de ellos.
Después, escuchó una voz familiar y unas manos le aportaron calma y
tranquilidad. Luego, el escenario cambió. El bebé había crecido y estaba riéndose
mientras jugaba con unos juguetes en el jardín de una casa. Ella lo observaba con
orgullo maternal.
Sueños, fantasías, deseos. Quizá un poco de cada cosa. Cuando se despertó tenía
un recuerdo vivo de lo que había sucedido. La luz del amanecer se colaba por la
ventanas; pero aquella no era la habitación de invitados, ni ella estaba sola.
¿Habría gritado durante la noche?
—Me llamaste —le dijo él.
Justin había entrado corriendo en la habitación al percibir el primer grito y,
cuando escuchó el segundo, la tomó en brazos. El grito tortuoso le había helado la
sangre y necesitó apretarla con fuerza mientras la acariciaba para calmarla. Después,
se la llevó a su habitación y durmió con ella entre sus brazos toda la noche.
¿Sería ella consciente de que se había aferrado a él con fuerza durante toda la
noche? ¿Gimoteando de manera instintiva cada vez que él aflojaba el abrazo para
dejarla dormir más cómoda?
_____ sintió el latido fuerte y firme de su corazón en la mejilla, sintió el calor y
la suavidad de su piel, y experimentó una sensación familiar que crecía en su interior.
Después, el pulso acelerado, la sensibilidad de la piel, la consciencia que le
electrificaba el cuerpo y se lo dejaba suelto, esperando con ansiedad la caricia de sus
dedos y el roce de sus labios.
Solía suceder cada mañana antes de entregarse al amor. Eran los signos de una
dulce seducción.
Después, solían saltar de la cama para compartir una ducha refrescante y
placentera. A continuación, se vestían y tomaban desayuno junto antes de salir para el
trabajo.
Pero aquella mañana era diferente.
En las últimas cuarenta y ocho horas, habían cambiado demasiadas cosas. Ya no
existía la refrescante amistad y aquello no era el santuario de una unión lenta y
placentera. Ahora había barreras, dudas, reservas.
Inseguridades y resentimientos sin aclarar, añadió ella en silencio, consciente de
que cada segundo que permaneciera allí sería considerado como una invitación.
Después de dos años de hacer el amor sin restricciones, aún sentía los nervios
del primer día.
—Tengo que levantarme.
Justin deslizó la mano desde sus costillas hasta su estómago.
—Quédate.
Ella contuvo el aliento. Si se quedaba solo podía ser para una cosa y, aunque lo
deseaba con todo su ser, no podía. Después, se despreciaría por haber cedido.
—No puedo —dijo con la voz rota. Con un deje que le hizo más daño que las
palabras.
—Quédate —volvió a decir él—. Conmigo.
¿Sabría él lo difícil que era para ella negarse? ¿O lo fácil que sería ceder? Pero
su amor no era correspondido ¿Podría sobrevivir así? No, no podría y solo aceptaría un
compromiso total y completo. Un compromiso hecho por amor, no por obligación.
En aquel preciso instante necesitaba salir de su cama y poner distancia entre
ellos, porque si llegaba a besarla estaría perdida.
—Hoy, tengo que llegar pronto a la oficina.
Mientras decía aquellas palabras, se escurría de sus brazos, con decisión. El no
hizo nada para detenerla.
Si se duchaba en el cuarto de bailo del dormitorio de él, podía interpretado como
una invitación y la intimidad creada podría ser más de lo que podría soportar. Por eso,
decidió volver a su cuarto.
Mientras se secaba el pelo, pensó que toda su ropa, incluida la ropa interior,
estaba en la habitación de Justin. Con las prisas por salir del cuarto, no se había
parado a recoger nada y ahora tenía que volver.
Con un poco de suerte, Justin estaría en la ducha y no la vería. Pero no. Cuando
abrió la puerta, se encontró con Justin, medio desnudo. Solo llevaba unos calzoncillos
de seda que se le pegaban a los músculos de las piernas mientras se inclinaba para
agarrar una camisa blanca.
No hubo manera de evitar la espiral que le recorrió la columna. Intentar pararla
hubiera sido como intentar parar un maremoto, imposible.
Una parte de ella lloraba la perdida de su relación, su amistad, su camaradería.
Hacía una semana, se habría acercado a él, habría levantado la cara y lo habría besado,
mientras le acariciaba la piel sedosa de su torso. Prolongando unos instantes más la
delicia de su unión.
Le encantaba mirarlo y tocarlo, la suavidad masculina, el sutil aroma de la colonia
mezclada con la piel... Le encantaba fundirse con él y sentir la seguridad de sus
brazos... Su boca...
Dios Santo, solo pensarlo y el placer erótico despertaba todos sus sentidos
calentándole la sangre.
«¡Ya está bien!», se amonestó en silencio.
Tomó aliento y recogió todo lo que necesitaba. Después, volvió en silencio a su
habitación.
Cuando entró en la cocina, Justin estaba sentado a la mesa.
— ¿Tienes algo especial hoy?
Ella lo miró con sorpresa.
—Como dijiste que tenias que ir temprano a la oficina...
El era un experto en interpretar el lenguaje corporal y ella era realmente
transparente. Una mujer sincera y real, sin disfraces.
—Tengo unas cuantas cosas atrasadas —consiguió decir ella.
En parte era verdad. Tenía cosas que hacer pero no eran un motivo para ir a la
oficina más temprano de lo habitual.
Acabó su café con tostadas y agarró su maletín.
—A lo mejor llego tarde esta noche.
Justin la miró fijamente.
—Yo también, no me esperes para cenar —después extendió una mano hacia ella
y le agarró el brazo—. ¿No te olvidas de algo?
Se aprovechó de que la había pillado por sorpresa y la acercó hacia él, sellando
sus labios con un beso.
_____ tenía los labios más dulces y más generosos que conocía y los saboreó
lentamente, recreándose en ellos antes de que el beso se convirtiera en algo
realmente sensual.
_____ intentó hacerse la dura y, durante un par de segundos, lo consiguió.
Después, sucumbió a la magia embriagadora de su caricia.
Cuando levantó la cabeza, ella hizo un esfuerzo para no atraerlo de nuevo hacia
si.
Con los ojos aún cerrados se pasó la lengua por los labios.
Tenía que buscarse un apartamento, decidió. Inmediatamente Cuanto más tiempo
estuviera en el piso de Justin, más difícil sería resistir la tentación.
Justin era un verdadero seductor, reconoció ella con ironía. Aquel toque de calor
y pasión de su mi rada, la suavidad de sus caricias, la curva sensual de sus labios, todo
hacía que sus sentidos se enervaran y que se encontrara perdida, atraída hacia él como
una polilla hacia la llama.
Y ella no quería quemarse. Tenía que sobrevivir.
Sin decir ni una palabra, se dirigió hacia la puerta, salió sin hacer ruido y llamó al
ascensor.
El día resultó un desastre; todo lo que podía salir mal, salió. Dos auxiliares
llamaron diciendo que estaban enfermos, por lo que ese día hubo muchos documentos
que no estuvieron listos para cuando los clientes llegaron.
Al superior inmediato de _____ le dio una fuerte migraña a media mañana y tuvo
que marcharse a casa, por lo que _____ tuvo que reorganizar todas sus citas.
La comida la pidió por teléfono y se la tomó en el despacho mientras llamaba a
varias agencias inmobiliarias con la esperanza de poder ver algún apartamento más
después del trabajo.