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Y de pronto miles de luces se elevaron de entre la hierba.
-YO TAMBIÉN TE AMOOO! gritó Joel al fín, estaba al otro lado del manantial corriendo en círculos, haciendo que las luciérnagas se elevaran.
-¿QUE HACES AHÍ?, le dije, medio gritando, medio llorando.
Joel se detuvo y me miró, subió a la roca para cruzar el manantial y llegar a mí.
Yo me había sentado sobre la hierba con la cabeza a la altura de las rodillas llorando, cubriendo mi rostro con las manos.
Joel al llegar me abrazó.
-¿QUÉ TE OCURRE?, preguntó dulcemente.
-¿QUÉ TE OCURRE A TI?, le grité con los ojos llenos de lágrimas, TENÍA MIEDO DE PERDERTE NUEVAMENTE.
-ESO NO OCURRIRÁ, dijo abrazándome.
Tras un rato al ya haberme calmado le dije sonriendo:
-TE PERDONO CON UNA CONDICIÓN.
-PIDE LO QUE QUIERAS, dijo él.
-QUIERO QUE ME AYUDES A LLEGAR ALLÁ, le dije señalando al otro lado del manantial.
Él sonrió y se levantó, jalándome de la mano.
Subimos a la roca, casi caí en un par de ocaciones pero al final conseguimos llegar al otro lado.
Comenzamos a correr por el lugar y las luciénagas comenzaron a subir y todo era muy hermoso.
Después volvimos a la tienda y nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente un Brrr... nos despertó...
-ES TU CELULAR, APÁGALO! le dije a Joel golpeandolo en la cara.
-MAMÁ?, dijo Joel.
-NO SOY TU MADRE!, le dije semi dormida.
-SHH, ES MAMÁ, me dijo en un susurro con un dedo en los labios y entonces abrí los ojos y me senté muy rápido.
Después de colgar le pregunté:
-¿QUÉ TE DIJO?
Joel me miró en silencio.
-ESTÁ DE CAMINO A CASA, QUIERE VERME.

LA PROFESORA - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora