Capítulo 1.

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Zarina Windeis se detuvo justamente cuando llegó junto a un muro mohoso de ladrillos.

Retuvo la respiración y echó su cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos. Soltó la respiración contenida con una lentitud y exactitud que apenas y ella pudo percibirla, nadie podía escucharla. Nadie excepto...

A su costado se escuchó una respiración que no era exactamente la suya, ni la de Aiden. Estaba ahí a su lado. Mierda, mierda. Estaba en la mera mierda. Arañó el ladrillo en un momento que tuvo que contener un jadeo de desesperación porque no podía moverse. Si se movía seguramente era su jodido final. Tomó el valor necesario para girarse y quizá aquél fue el peor de sus errores en esa noche ─no en su vida, esos eran punto aparte─ pues se topó con un ojo, solo uno, resaltando en toda la oscuridad.

Ambos estaban demasiado calmados, como si la bestia estuviera olfateando el aire para grabar su olor en su mente y asegurarse de que era la presa que estaba buscando, cabían demasiadas posibilidades de que lo fuera ya que era la única en la calle a esa hora de la noche pero el monstruo pareció no notarlo cuando acercó su hocico hasta que topó con el costado del rostro de Zarina y tomó una fuerte bocanada de aire. Zarina cerró los ojos tan apretados que por poco más y uno pudo haber pensado que se habría fusionado hasta ser un solo párpado. La bestia inhaló repetidas veces hasta que comenzó a retroceder; su ojo bueno desapareciendo cada que parpadeaba, hasta que su ojos no fue más que un recuerdo en la oscuridad del callejón.

Relajó hasta el alma cuando la respiración ya no se escuchó más y por fin se despegó del muro mohoso, segura de que ahora su capa estaría llena de aquella mierda de hongos y tendría que lavarla muy bien llegando a casa. Maldijo por aquello y se contuvo demasiado para no quitarse la capa en ese momento y sacudirla arduamente.

El aire se sentía caliente y húmedo. Asqueroso. Odiaba ese tipo de climas, definitivamente prefería mil veces el invierno aunque eso implicara que su nariz se volviera de hielo por igual y amenazara con caerse en cualquier momento. El callejón despedía un hedor a viejo y a whisky que, combinado con el aire bochornoso, por un poco más y se volvería espeso y podría sentir su cabello pegarse en su cabeza en sudor.

Realmente asqueroso.

Apuesto a que mojaste tus pantalones, ¿eh?, dijo en su cabeza Aiden.

Aiden.

Casi lo olvidaba, por un poco más. Había estado demasiado callado.

─Lo dices tú, ¿quién no dijo ni pio como por media hora? ─sonrió ante eso

Pude sentir como se mojaban tus pantalones. Si Aiden algo adoraba, era joderla.

Él con su tono de voz tranquilo y burlón aunque, bueno, él no se preocupaba demasiado, después de todo vivía en su cabeza. Su voz había sido profunda y como si acariciara algo, suave y aterciopelada. Casi sensual. Casi.

─¿Quieres sentir como soy capaz de golpearme solo para que te duela a ti también? ─Zarina alzó el puño lleno de sangre y suciedad.

De seguro lo ahuyentaste con tu fétido aroma a drenaje, ¿o es tu perfume?

─Puedo apostar que huelo mucho mejor que tú, pedazo de ente extraterrestre.

Tenía que dar crédito a la idea de sumergirse en el drenaje para adquirir el aroma y así cuando la bestia la olfateara pudiera confundir el penetrante olor a mierda y aguas negras y no a sangre y carne que representaba Zarina en sí. Tomó el dobladillo de la capa y la verificó para ver que no tuviera ningún rasguño. No solía ser así con la ropa pero aquella capa la había recién adquirido, literalmente, hacía apenas unos cuantos minutos. Antes de ser emboscada por un monstruo de un solo ojo. Cuando vio que la capa solo estaba sucia, la dejó volar de nuevo y se acomodó el cinturón de armas, contando solo con el tacto el número de armas que llevaba encima todavía; sólo había perdido dos. Bien.

Crónicas de Dreyma I. Estrella de Mediodía © #PunicornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora