Capítulo 11.

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Vaya, ese título suena, como dijiste a novela trágica.

Aiden salió de cualquiera que fuera su escondite luego de todo el rato que estuvo con Kilyem y aquello hizo a Zarina pegar un pequeño salto en su lugar, aferrando las manos al grueso libro en sus manos.

¿Qué clase de libro de historia se llama así?

Zarina avanzó por la habitación y conforme lo hacía se iba despojando de sus botas y quedaba sólo en medias. Daba la apariencia de que la chica lo estaba ignorando, pudiera ser que así fuera. Llegó a la mesa que estaba a un lado del balcón y encendió la lámpara que en esta había, al centro para poder leer desde todos los ángulos posibles.

Aiden el Increíble llamando a Zarina la Idiota. Hola, insistió pero ella se veía aborta en pasar las hojas de su libro. ¿Entonces me vas a ignorar?

─Igual como tú no hablaste hace rato. Te desconectaste ─finalmente habló ella.

Primero quieres que me calle y luego te enojas porque lo hago, ¿algún día te daré lo qué quieres?, preguntó con aire dolido.

─Cuando te lo pida, Aiden, me harás feliz ─respondió ella pasando otra página.

¿Siquiera prestas atención a lo que estás leyendo?

─Sólo leo que eres un idiota ─Otra página.

No me dirás que me extrañaste, ¿o sí?, le preguntó con un tono casi tierno, casi.

Luego, Aiden fue por sí solo hasta la puerta del balcón y de un empujón la abrió. Tenerlo era como poder hacer lo que quisieras sin tener la molestia de pararte y hacerlo, solamente bastaba con pensarlo. Aiden la conocía más que bien, así que sabía que a ella le gustaba leer con la brisa del aire corriendo y acariciado su rostro.

Odiaba que la conociera tan bien. Casi deseaba que no lo hiciera.

─Cállate, Aiden, ahora sí quiero que lo hagas ─replicó y puso sus codos sobre las páginas.

¿Tanto te cuesta aceptar que me extrañaste?, preguntó de nuevo y se enfocó a leer lo poco que se veía a través de las páginas.

Ahora quería que se callara y parecía que era lo último que pretendía hacer.

La voz de Aiden, cuando era más pequeña, siempre había logrado confortarla, y esta había ido evolucionando conforme crecía ella, así que quería suponer que Aiden igual lo hacía. Se volvió de ser tierna y cantarina de niño a ser una melodiosa y aterciopelada que tenía ahora. Incluso a veces le gustaba imaginar cómo habría sido de él tener un cuerpo.

─No te extrañé. Sólo se me hizo raro que no hablaras ─le dijo ella, bajando la cabeza hasta que su frente reposó en la superficie.

No aparecí porque tu amigo podría haberme oído, dijo Aiden con un tono de voz tan natural.

Tan natural que de haber sido oído por alguien le habría acariciado los tímpanos.

─¿De qué hablas? ─preguntó ella con voz reprimida por estar escondida.

Aiden la hizo alzarla.

Kilyem tiene el don de leer mentes. Es su don de cazador, explicó paciente en su cabeza. Me pudo haber oído sin problemas. Por eso desparecí.

─Ahora que lo dices. Creo que no sé el poder de muchos aquí ─entendió Zarina mientras comenzaba a morderse la uña del dedo pulgar.

Yo sólo sé el de Kilyem, por la forma en la que parece colarse hasta en los huesos cuando te mira. Lo supe el día que Erwin habló, parecía que me escuchó, por eso me he callado.

Crónicas de Dreyma I. Estrella de Mediodía © #PunicornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora