2 W h i s k y

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—¡Maldito pulso, nada de nada! ¡No me jodas, ascensor de mierda!

Dejar mis vacaciones atrás fue peor de lo que imaginé. Aquí estoy, de vuelta a mi antigua vida, la misma que he llevado durante los últimos cuatro largos años. En una ciudad que te consume día tras día. Con un apartamento mediocre y un buen salario, aunque soy un inconformista, qué puedo decir. Simplemente elijo estar así.

Una vez más, me interrumpo al golpear bruscamente el interruptor del ascensor. Maldigo una vez más...

Un par de minutos más tarde, después de luchar para conseguir un taxi, finalmente llego a mi galería. Al entrar, noto la mirada desaprobadora e insatisfecha de Ingrid, mi asistente y ángel guardián. Sacude la cabeza mientras se levanta y rodea su escritorio para recibirme, extendiendo sus brazos. No tardo en sumergirme en su expresión maternal.

—Oh, Elías, ¿cuándo será el día en que llegues puntual? Gastón está en un estado de ánimo terrible, y mira que había llegado de buen humor hasta que tú lo arruinaste en cuestión de segundos.

Río, ¿qué más puedo hacer? Gastón siempre vive en un estado de ánimo negativo.

Sin poder decir nada, mi viejo amigo hace acto de presencia, frunciendo las cejas en un gesto severo. Camina hacia mí y me señala con desgana.

—¡Ah, gracias al cielo que te presentas! Pensé que alguna "monstruosa" Jessica Rabbit* te había secuestrado.

Declara en tono burlón.

Le doy un abrazo y golpeo su espalda, cambiando rápidamente el rumbo de la conversación. No quiero confesar frente a Ingrid la falta de actividad en mi vida sexual. Desde aquella noche, hace un mes, después de conocer a la mujer que me dejó completamente cautivado, no he vuelto a probar otros labios ni permitido que alguien acceda a mi viril miembro.

Está claro que una cosa tengo clara, esto debe terminar. Estoy cansado de no poder acercarme a una mujer sin que su recuerdo me invada. No he logrado siquiera llegar a primera base con las chicas que conquisto en los bares que frecuento. Sin embargo, mi mente las evoca casi sin quererlo.

—Elías, decía... ¡Ey!

Ingrid me observa, parece que ha dicho algo que intento recordar.

—Sí, ¿disculpa?

Frunce el ceño y hace un gesto de desaprobación.

—Muchacho, te dije que la oferta de la agencia de perfumes sigue en pie. El jefe está obsesionado con tu trabajo, quiere tenerte a cargo de su nueva colección y no creo que se detenga hasta verte allí.

Mi encantadora asistenta me observa atentamente mientras arruga la nariz, mostrando su disgusto por tener esta conversación una vez más. Tanto ella como Gastón odiamos al dueño de la agencia. Es un maldito malcriado.

—Sí, sí, como diga ese idiota. Si quiere que vaya, deberá duplicar la oferta salarial. Por más que cague oro, no iré.

—Ni siquiera por el triple.

Me doy la vuelta de golpe, incluso veo un destello en los ojos de Gastón.

—¿Qué? ¡¿El qué?! Maldito desgraciado.

Grito para mí mismo, aún no puedo creer que ese tipo esté tan obsesionado conmigo.

—Ay, Elías, no pienso que sea conveniente rechazar una oferta como esta.

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