4 R e b o b i n a r

175 9 0
                                    

4

R E B O B I N A R


...Mi madre fue una loca voyeurs.


Desde ese día, hubo un antes y un después en mi vida. Todo cambió. Incluso, siendo un adolescente y luego un joven adulto, mi forma de pensar rechaza cualquier muestra pública de afecto. Durante estos veinticuatro años, he mantenido la idea de no hacer nada que no sea convencional en el ámbito sexual. Claro, eso no significa que sea un santo. Creo que mis exnovias y amantes no se han quejado. No necesito artificios, solo amantes en la privacidad de una habitación o en cualquier lugar donde me sienta seguro. Siempre seguro.

No tengo ni idea de por qué estoy recordando esto ahora. Supongo que es porque estoy bastante borracho. Además de estar extasiado, la gente y Héctor me ven como si hubiera perdido la cabeza. Y la verdad es que no puedo discutirlo, hace tiempo que temo que sea así.
Mis ojos se abren de par en par mientras trato de contener una risa interminable. Mi pecho busca la calma, aunque mi respiración sigue agitada.

Sostengo con demasiada fuerza el pie de una copa que acabo de darme cuenta de que tengo, y cuando me doy cuenta, aflojo el agarre mientras saboreo el licor en mi labio inferior.
Los focos azules del escenario ignoran mi presencia mientras recorren el sitio sin enfocar ninguna cara en particular. Su cabello está despeinado por sus propias manos que lo acarician mientras su voz entona una hermosa melodía.

"¡Cómo pude equivocarme tanto! No es 'ella'."

—Sia. —Titubeo con la cabeza perplejo antes de enfocarme. Héctor hace una mueca, pareciendo frustrado por mi lentitud—, Sia, ella, la cantante se llama Sia.

Abro la boca y, si estuviera en mis cabales, le diría que no debería tratar con idiotas. Porque la persona con la que está hablando en este momento no soy yo. Es mi versión inusual, ¡de verdad!

—Es hermosa, ¿verdad? Pero muy difícil, pobre. Sabes, Elías, los músicos o artistas son complicados.

Arquea las cejas buscando mi aprobación, a lo que simplemente asiento. Aunque luego me retracto.

—Olvidas que soy un fotógrafo.

Él sonríe y suelta una risa silenciosa, conteniendo una queja. Cruza los brazos sobre su pecho y se gira ligeramente, acercando su rostro al mío, lo cual me hace retroceder sin ocultar mi desagrado. Aunque él finge no darse cuenta.

—Créeme que sí lo hago, Elías. Contigo no se me escapa ningún detalle.

Levanta las cejas y se marcha rápidamente, dejándome atónito y con ganas de decirle muchas cosas en su cara, muchas, y ninguna de ellas favorable para mantener este empleo.

Lo encuentro de pie en el escenario, dándose besos con la mujer, quien le devuelve el saludo empalagoso con cortesía. ¿Soy el único que lo detesta? ¡Son unos aduladores!

Estar solo me permite detallar a la cantante, su cuerpo es muy similar al de "ella", su figura, altura, complexión. Todo.

Me acaricio la cabeza y con la mano en la cintura, reflexiono sobre el lugar en el que estoy parado. Más escenas y recuerdos me llevan de nuevo a Cuba.

No puedo ser tan estúpido, tan ciego para no ver con claridad mientras tengo sexo en público. Algo que dije que nunca haría, además de estar confundido por encontrar una similitud entre su rostro y el de...

—Elías, mira a quién he traído para presentarte, casi arrastrándola. ¡Por cierto, Sia, qué chúcara te has puesto últimamente, niña!

La voz chillona de Héctor me hace fruncir el ceño, pero cuando levanto la vista, me quedo petrificado.

Dos ojos azules se encuentran con los míos. Dejo escapar un pequeño grito mientras suelto el aire, y ella sonríe de forma torcida mientras extiende la mano. Parece satisfecha con mi reacción.

Maldición.

—Buenas noches, Elías. —Espera a que responda, dudoso tomo su mano y ella animada continúa—, aquí este hombre habló mucho sobre un talentoso fotógrafo. Supongo que eras tú.

Finalmente, recapacito. Antes de soltar su mano, le doy un ligero apretón. Ella alterna su mirada entre mis ojos y nuestras manos entrelazadas.

Luego la suelto.

—Héctor siempre exagera. ¿Sia?

—Sia, Kovar. Un verdadero gusto, Elías.

—...Sminorv. Elías Sminorv.

—Otro ruso bien impuesto... ¡Auch, Sia!

Él se queja de manera idiota por algo que no me concierne, mientras ríe y mira a la chica a su lado.

—Perdona mi actitud, Héctor siempre saca lo peor de mí.

Ella vuelve su atención hacia mí y me replanteo seriamente su parecido con la mujer en Cuba, pero descarto esa idea al instante.

De repente, me sorprendo al darme cuenta de que Sia, me está mirando detenidamente. Hablo en voz alta.

—Sia, Sia Kovar. Un placer conocerte. —Reflexiono en voz alta y sin dudarlo tomo su mano, casi sin pensar en lo atrevida que es mi acción. Sin embargo, noto su expresión sorprendida que rápidamente recupera—. ¿Por qué siento que nos volveremos a encontrar?

Siento la presión que ejerce en su mejilla izquierda antes de hablar.

—Bueno, el gusto es mío, Elías, Elías Sminorv —titubea—, y espero que nos veamos de nuevo, y que no sea a través de tu lente. Soy muy tímida para eso, aunque no lo creas.

Su mano permanece en la mía, pero poco a poco la siento alejarse, acariciando suavemente las puntas de nuestros dedos.

Aun asombrado, me fijo en sus ojos, buscando alguna señal de que lo que ha dicho sea irrelevante. Y no lo que he intentado olvidar hasta ahora, ella y su parecido con mi estúpido desliz y exhibición durante mi escapada a Cuba.



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CLICK //+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora