Í n d i g a //Parte2

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Cuando te encuentras con alguien y tu instinto te dice que estarás metido en problemas con esa persona desde el principio, no lo dudes, estarás en problemas; aunque no sepas cuánto, solo te das cuenta cuando ya estás hundido hasta el cuello.

Y la deslumbrante mirada azul de esta mujer me dijo que traería consigo dificultades o incertidumbres de las cuales no tenía ni idea. Ahora lo estaba descubriendo, pero a la vez mi cabeza insiste en que hay algo más, una jugada que no logro descifrar.

Ella me observa, y creo que es como una chica prodigio o índigo maldita. Siento que puede prever cada paso que daré a continuación. Rápidamente, levanta la imagen, alejándola de mi alcance.

—Elías, sé que me has conocido desde que llegué aquí. O al menos sospechabas algo.

No sé qué decir.

No importa si me juzgan o no, nunca fui alguien de pocas palabras o de entrometerme en conversaciones. Solía ser fácil hablar y desenvolverme en mi vida personal, pero nunca compartiría abiertamente mi intimidad. Ya he tenido suficiente con eso. Mis relaciones eran mías y de la otra persona. De nadie más.

Entonces, ¿qué está haciendo esta mujer frente a mí? Me ha atacado con sus armas y su boca ligera. No supe cómo responder.

Quedé como un idiota.

Ella arquea sus perfectas cejas.

—¿No vas a decir nada? —Se coloca un mechón de cabello detrás de la oreja y lame su labio inferior, una acción que no puedo ignorar, obviamente—. He visto mucho sobre nosotros mientras Héctor me mostraba tu galería. Es, impresionante, me impresionas. Tu trabajo es excelente. Y gracias.

Finalmente me suelto.

—¿Por qué?

Ella sonríe y yo hago lo mismo mientras coloco las fotografías sobre la carpeta en mi escritorio. Cierro la tapa bruscamente, evitando que alguien las vea.

Ella se mueve lentamente por el estudio. Se detiene frente al fondo, donde descansa una de mis cámaras lista para ser utilizada.

Mis ojos la siguen, es una mujer de piernas largas y piel de un tono rosa pálido. A diferencia de otras modelos que he conocido, ella no es tan delgada. Tiene cierta fortaleza, y recuerdo cómo se enroscaba alrededor de mi cintura.

Masajeo mi nariz intentando concentrarme un poco, pero de repente un aroma cítrico me golpea y doy un respingo, inhalando rápidamente. Salto como una criatura asustada.

Declaro, sonando un poco paranoico.

—Deja de hacerme esto.

—¿Cómo te hago sentir, Elías?

Río.

—Ahora no me tuteas. —La veo a solo un paso de distancia—. Tal como me siento, es qué. No te esperaba, realmente nunca esperé volver a verte.

—Ah, eso. Yo tampoco, después de aquello.

Deja la frase en el aire. Ahora nuestro momento se ha convertido en "aquello". Yo recordando algo que para ella fue insignificante.

Ella gira sobre sí misma en dirección a un biombo en un rincón del salón. La observo como un títere. Cierro los ojos y suspiro, luego me dirijo hacia el lugar preparado para las tomas sencillas.

El fondo simula ser una simple pared de cemento pulido, junto a una alfombra persa. Agrego una banqueta de madera y unos jarrones que dan altura a los demás objetos.

Me ocupo de iluminar y perfeccionar todo para las primeras pruebas. Mientras estoy ocupado, escucho la voz de la modelo a lo lejos.

—Espero que me veas de forma sencilla.

Ajusto la cámara en su trípode, sin prestarle mucha atención.

—Mhm, seguro que sí. Ponte allí y dame lo que quieras. Recuerda que esta sesión es exclusiva y el producto final será todo lo contrario a lo que el jefe se imagina.

Escucho una suave risa por parte de ella, lo que me hace reír también.

Coloco mi ojo en el objetivo, inclinándome ligeramente hacia la cámara. Y de repente, mi dedo dispara automáticamente. Mis ojos se desvían un poco hacia arriba, observándola.

Trago saliva con dificultad.

Ella lleva solamente unos jeans algo desgastados y su piel al descubierto en la parte superior. Sus brazos se ocupan de cubrir sus tentadores pechos, dejando entrever la carnosa piel de su seno derecho. Mis ojos continúan recorriendo sus costillas y su cintura, hasta llegar a sus pies descalzos.

Su cabello cae en una cascada desordenada, rozando la parte baja de su espalda. La iluminación crea un brillo erótico en su coronilla y baña su rostro. Luego, me disperso al analizar su mirada felina.

—...Ya.

Le comunico en voz baja, más bien parece una pequeña y frustrada exhalación. Ella parpadea y comienza a mostrarme su mejor faceta profesional.

Ahora recuperado, ambos retomamos el trabajo. Pero para mí, está resultando difícil mantenerme concentrado, ya que mi lado irracional está deseando saltar y arrancarle la ropa.

La falta de sexo no está ayudando en absoluto.

No, definitivamente no.




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