Garras
Es inevitable, no cambiaré el concepto que tengo de mi familia. Por más que lo intente, son una locura muy parecida a las torturas de La Familia Addams. Rayan en lo obsesivo. Pienso mientras rasco la nuca. Otra vez suelto.
Un par de ojos indiscretos me observan como búhos en la noche, esperando algún movimiento de su presa. Sin embargo, se ponen nerviosas cuando mis labios se abren.
—Iré por ella... digo, por ese autógrafo.
—Foto también.
La corto.
—No, Mika, no juegues con mi paciencia.
Me observa en silencio y se rinde, cayendo sobre su silla con un bufido. Mi madre, en cambio, nos observa con una sonrisa enigmática.
Luego comienzan a cuchichear mientras yo trazo un plan para acercarme a la mesa de la cantante sin parecer desesperado o como cualquier otro fanático.
Mientras la estudio, ella sigue jugando con su flequillo mientras mira a su acompañante. Este último parece molesto y hace gestos. Pero justo cuando supongo que la dejará plantada, con su silencio y su rostro sarcástico, algo cambia.
Frunció el ceño cuando el chico me imita, arrugando su frente y cerrando los labios en una línea. Su cuerpo se balancea mientras vigila el restaurante antes de volver sus ojos a los de Sia. Ahora, sobre la mesa... ¿Y sus manos? Dirijo mi atención debajo del mantel. Hay un sutil movimiento, casi imperceptible, pero está ahí.
¿Podría ser?
Niego con la cabeza y continúo observándolos. Admiro la tranquilidad de la mujer y cada uno de sus rasgos. Sus labios están húmedos y tan hinchados como si acabara de recibir un beso. Luego desvío la mirada hacia sus ojos, tan cristalinos como el océano, y la descubro mirándome.
Siento un nudo en la garganta y lo pienso mejor, sediento, tomo la copa y bebo un sorbo. Fingiendo, aunque es un juego inútil porque ella me observa desde la distancia. Nos rodea mucha gente, pero siento que ella está cerca y también sola.
Mis sentidos se agudizan, y el olor a comida y perfumes exquisitos se mezcla en el aire. Puedo sentir el aroma embriagador de las especias en los platos que se sirven a mi alrededor, y el dulce perfume que emana de las mujeres que pasan cerca de mí. Es como si todos los olores se intensificaran, creando una atmósfera sensual y provocativa.
Mi cuerpo se siente tenso y rígido, como si estuviera a punto de estallar. La excitación y el deseo me consumen por dentro, pero debo contenerme. No puedo dejarme llevar por mis impulsos en un lugar público como este. Sin embargo, cada segundo que pasa se vuelve una tortura, una prueba de resistencia.
Estoy a punto de estallar, mi cuello está apretado por la blusa. Lentamente, bajo la copa y levanto la vista. Al hacerlo, la veo aún allí. Su piel lechosa brilla y su cabello rojizo cae sobre sus hombros y espalda. Dejo de acariciar mentalmente sus detalles y veo cómo su lengua perezosa acaricia su labio inferior. No puedo evitar seguir su recorrido. Cuando nuestras miradas se encuentran, ella sonríe descaradamente mientras levanta y acerca su mano al hombro de su amante, permitiéndole ver cómo muerde el lóbulo de este mientras le habla suavemente al oído. Ella sigue mirándome de reojo y una corriente eléctrica me recorre de pies a cabeza.
Respiro por la nariz y me doy cuenta de que estoy duro como una roca. Mis jeans están más que abultados. Mierda, me están matando.
—Necesito ir al baño.
Me levanto sin dejar que mis acompañantes digan nada. Los imagino viéndome y recriminando nuevamente mi comportamiento. Pero esto es una urgencia, no puedo estar aquí como un adolescente con una tensión sexual, y todo por una mujer promiscua que no deja de mirarme mientras se masturba a su compañero en público.
Avanzo rápidamente mientras camino por un pasillo apenas iluminado, y a medida que avanzo, el mismo estilo tropical se ve reflejado en las paredes, aunque no tan exuberante.
Maldigo el dulzor, un olor que me hace picar la nariz. Finalmente, veo el letrero de los baños masculinos.
Entro y me encuentro con un tipo calvo y musculoso que apenas me echa un vistazo distraído a través del espejo antes de continuar con lo suyo.
Me miro en el cristal del baño, y mi reflejo me devuelve una imagen desesperada y llena de lujuria contenida. Mis ojos brillan con una intensidad casi animal, y mi piel está enrojecida por la excitación. Me esfuerzo por mantener la compostura, pero cada fibra de mi ser clama por liberarse, por dejarse llevar por el deseo desenfrenado.
Sin pensarlo más, entro en uno de los cubículos vacíos y susurro cuando desabrocho el botón de mis pantalones de mezclilla, que ahora parecen haber disminuido de talla. Una vez hecho esto, finalmente libero mi miembro del bóxer.—Uf, carajo.
Susurro al soltarlo, el miembro baila libremente vulnerando la gravedad. Nunca antes había estado tan contento de verlo desnudo y libre. Después de tanto tiempo en celibato. Lo acaricio suavemente, sin importar que afuera del cubículo, en las mesas servidas, mi hermana y madre se pregunten qué demonios estoy haciendo en los baños. Al diablo con eso.
Suspiro aliviado mientras masajeo mi miembro y, sin demasiada delicadeza, lo agarro con fuerza y lo muevo rápido de arriba a abajo, poniendo todo mi empeño en ello. Casi llegando al clímax, me inclino hacia adelante, golpeando las paredes con mi peso. Respiro entrecortadamente y cierro los ojos, dejando que mis pensamientos se vuelvan borrosos. Solo puedo imaginar la mirada indiscreta de esa descarada llamada Sia.
Sigo imaginando tantas cosas que podría hacer con ella. Eso, por supuesto, si fuera una fantasía real.
Casi dejo escapar un gruñido fuerte y enseguida me tapo la boca con el puño.
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Romance«Actitudes pasivas o poderosas, en ambas situaciones por igual, eso era lo que con ella fui y me convertí. Aprendí muchas cosas, pues lo que no me ilustró, lo único que no dijo. Ha sido como olvidar su extraño y nuestro morboso placer.» Elías es u...