Capítulo 1.- "Otra parte de mí"

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"No quiero que me dejes, no quiero que me dejes" —supliqué en mi silencio a gritos, sin dejar de mirar a aquellos ojos verdes, llorosos e inocentes llenos de dolor.

El dolor recorría mi columna vertebral lentamente. Mi vista se cegó por un segundo y aparecieron síntomas de fatiga en mi sistema. Mientras que la mirada de Liam me examinaba preocupado tras aquella revelación, había pasado a un segundo plano todo aquello que me rodeaba. Realmente sentí como se rompía mi alma en dos. Mis emociones se tornaron de una manera que me hicieron llorar de nuevo, sin ni siquiera poder creérmelo.

"Mi bebé...mi bebé...no puede ser"—recuerdo no dejar de susurrar mientras colocaba mi débil mano en mi estómago.

Liam lloraba también, mientras miraba la escena, hasta que supe que tuvo que salir a tomar el aire. No lo juzgué, ya que supe que sería igual de duro para él como para mí. Me culpé a mí misma de todo lo que pasó. Tanto fue así que mis últimos días en el hospital no fui capaz de probar bocado, además de no dirigirle la palabra a nadie en absoluto, mientras me mantenía en un mundo exterior al resto.

La vuelta a la casa de mi madre se sintió como los viejos tiempos, excepto por me prestaba mucha más atención. Veía en su mirada una fuerte preocupación por mi salud que supe era entendible. Liam no dejaba de visitarme cada día, al igual que Sally, pero no me sonsacaban casi ni una simple palabra. Me olvidé de como se sentía la felicidad.

Pasados dos meses, Liam y Sally dejaron de acudir de repente, y dejé de oír de ellos. Incluso escuché varias habladurías. Decían que él había reecho su vida, y no me parecía mal. Simplemente no sentía nada, ni por mi misma, ni por nadie. Sin embargo, llegó un momento en el que sentí que necesitaba volver a aquello que era mío antes de todo lo que pasó, por lo que comencé a vivir sola en una bonita residencia. Todo el mundo era tan amable allí que supuse que conocerían mi caso. Me trataban con cuidado, como si fuera una suicida en apuros. Me hacía reír eso, mientras veía películas deprimentes y comía helado hasta la madrugada.

Un día lluvioso mientras descansaba en mi salón, alguien tocó a mí puerta débilmente.

—¿Mike?—dije muy esperanzada antes de abrazarnos por un largo tiempo.

—¿Puedo pasar?—preguntó tan educado como siempre.

—Por supuesto—asentí ilusionada, y avanzamos por el salón hasta un gran sofá en el centro donde nos sentamos para conversar. Mike estaba muy cambiado. Su cabello rubio caía por su frente en mechones lisos y lucía una severa barba en su mentón. Lucía mucho más maduro desde la última vez que le vi y me sentía realmente ilusionada con su visita tras tanto tiempo.

—H-he oído lo que pasó—comenzó a decir tímido, apoyando sus codos en sus muslos mientras me miraba fijamente.

—No creo que exista alguien que no lo sepa aún—intenté bromear, aunque no me salió.

—Lo siento. P-por la pérdida del bebé. Es realmente, una tragedia—comenzó a decir. —Me alegro de que estés bien. Quise visitarte mucho antes, pero nadie me lo contó hasta ayer mismo—dijo avergonzado.

—¿Liam no te dijo nada?—pregunté confusa. Es decir, sabía que eran muy buenos amigos.

—E-Eh no. Él ya no habla con ninguno de allí—confesó, creándome una gran incertidumbre en mi cabeza que no podía permitir en aquellos momentos.

—Me alegra que hayas venido—dije cambiando de tema.

—Y a mí que todo esté bien. ¿Como lleva Liam lo suyo?—Volvió al tema de repente, inquietándome.

—¿Lo suyo?—pregunté de nuevo.

—Si, bueno he escuchado que... bueno... no está teniendo una buena vida últimamente—contestó nervioso ante mi pregunta.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres?—dije un tanto asustada en mi interior. Hacia varios meses que no sabía nada de él. Aquellas habladurías se frenaron cuando me independicé de nuevo, y nunca más volví a escuchar ni una sola palabra de él. Y debo admitir que nunca dejé de pensar en él ni un solo segundo de mi existencia, pero no era el momento para nada en mi vida. Agradecía sus visitas, pero supe que sería demasiado para él cuando me miraba intranquilo, y mordía sus uñas con desespero en aquel que fue mi hogar.

—Espera...¿no lo sabias?—me frenó en seco.

—¿Saber qué Mike?—le ordené un tanto desesperada.

—Desde lo que pasó... escuché que se volvió un tanto depresivo. Dejó de hablarnos a todos y bueno... escuché también que le daba a las drogas y todo ese mundo. No quería preocuparte, pero pensaba que lo sabias, ya que estabais saliend...

—No, no lo estamos—dije sonando fría.

—Ah... bueno. No sé que se le pasará en aquella cabeza suya, pero los dos sabemos que tratándose de Liam nada bueno será—me inquietó aún más.

Me mantuve en silencio mientras asimilaba todo aquello. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que Mike lo notaría en cualquier momento. Liam era otra parte más de mi, y me sentí intranquila barajando las diferentes alternativas en las que se podría encontrar en aquellos instantes, volviéndome loca.

—Deberíamos buscarle—dije decidida.

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