Nunca había creído a esa gente que hablaba de cuánto duele un corazón. Siempre había pensado que era algo curable y que la exageración jugaba gran parte en ello. Los sentimientos se olvidan y así de nuevo, cuando rompes el corazón lo vuelves a unir y ya. ¿Entonces por qué en ese instante dejé de pensar eso?. Fue despertar. Como en una mañana nublada, de esas que te deprimen los días y no te motivan a levantarte de la cama. Sentí a mi corazón rugir. No se si se partió, pero aseguro que se movió. Y más cuando esa bomba llena de sentimientos se acababa de despertar de un gran sueño, de una gran ilusión. Como en una obra de teatro, todo había sido una mentira. Alcé mi mirada hacia Liam, y antes de darme cuenta ya había empapado mis mejillas. Si hubiera podido pensar me hubiera regañado por mostrarme tan débil, pero sólo sentía los pies. Fue como una cámara lenta. Yo podía ver, pero no escuchaba nada. Sólo los gritos de mis piernas por irse y escapar, así que escuché y obedecí. Me giré y aparté al único obstáculo que había en mi camino hacia la libertad, el brazo de Liam. Corrí hacia la puerta, y sin saber muy bien cómo, dejé de sentir el contacto entre mis pies y el suelo. Los oídos me pitaban y la cabeza me daba tumbos incontrolados. Abrí la maldita puerta con fuerza y escapé escaleras abajo para encontrarme con un gran chaparrón esperándome de frente. Me daba igual, ni sentía el frío mientras me empapaba. Solo buscaba una salida.
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DÉBILES ⓒ| 2 Parte FRÁGILES
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