Me deshice en el sofá y mi vista se nublaba. Cerré los ojos para contener las lágrimas que se asomaban y intenté ordenar mis ideas. Cuando pensaba que ya no me quedaba nada más, abracé a mí madre con fuerza, cosa que no anticipó, al apreciar sus manos débiles ante la sorpresa. A este abrazo se unió Sally, quien manchaba mi mejilla con sus lágrimas.
Finalmente volví a desvanecerme en el sofá, y miré a Liam conteniendo el dolor que sentía, justo cuando Mike cogió mis manos e intentó tranquilizarme con la mirada. Le sonreí de vuelta y se marchó firmemente hasta la puerta, dejándome al abismo en aquel precipicio del que no conseguía salir.
Todo se mantuvo en silencio, hasta que Liam se levantó, me miró resignado, y salió con un portazo. Mi madre me echó un ojo, y me aconsejó que fuera a buscarle con ternura, ya que se podía ver en sus ojos el aprecio que sentía por él. Salté del sillón con esperanzas de poder pillarle el paso antes de que saliera del apartamento, cosa que dudaba ya que conocía a Liam enfadado, y seguí su rastro hasta conseguir gritarle su nombre, cosa que finalmente hizo que parara su camino, justo en el portal. Me miró resentido, antes de alborotar su cabello ondulado aún más, mientras me acercaba lentamente.
—¿Que pasa?—dije a media voz.
—¿Que qué pasa?—dijo irónicamente, mientras se movía de un sitio a otro.
—Sabes, me he dejado la cabeza por ti, la cagué por ti y me la juego por ti, todos los días. Pienso en tu puta cara cada vez que abro mis ojos por la mañana hasta que los cierro por la noche. Y nunca es suficiente para ti. Ni si quiera aquella sonrisa iba para mí, si no para el baboso de Mike. Estoy harto de vivir por ti, ya nada es imposible si se trata de ti y eso me asusta. Y-ya no sé cómo deshacerme de este sentimiento de maldita culpa—dijo como si se tratara de algo que llevaba en su interior y necesitaba escupir.
Mis ojos se humedecían mientras cogía su cara con mis manos.
—N-no es culpa tuya. Nada lo es—dije acariciando sus mejillas. —Lo siento—le susurré, mirándole muy cerca a sus ojos verdes, que brillaban humedecidos. —Por todo. Por no saber valorarte. —Nunca podré recompensarte todo lo que te hice, y aún sigues aquí...—dije sin poder dejar de llorar.
Me apoyé en su pecho, y me sujetó la cabeza con ternura, mientras me besaba la frente. Yo no podía dejar de llorar y de envolverme en sus brazos, que tanto había necesitado. Pasados unos minutos, decidimos volver al apartamento, donde Sally y mi madre se encontraban en la puerta, con intención de marcharse. Esta me besó la frente y me abrazó, intentando calmarme al decirme que encontrarán una solución. Sally me abrazó con fuerza y limpió sus lágrimas, sabiendo que estaría ahí para mí cada día. Cuando se marcharon sentí un vacío, excepto porque tenía a Liam a mi lado. Este acarició mi brazo, y se marchaba a su vez. Caminando firmemente por el pasillo no pude evitarlo.
—Liam—le llamé.
Se volvió sobre su hombro, como si estuviera esperándolo.
—Quédate—me confesé.
Camino hacia mí, y me miró con ansia.
—¿Estás segura?—dijo antes de pasar.
—No podría estarlo más—dije sin ni siquiera pensarlo.
Cerré la puerta a su paso, y sentí que llevaba esperando aquel momento todo este tiempo de oscuridad en mi vida. Liam era la luz que iluminaba mi camino, cada vez que me perdía en este, el siempre estaba ahí para mí, y quería compensárselo.
Me abalancé sobre el con cuidado, sin poder evitar el ansía que sentía, colocando mis piernas sobre su cintura. Le bese el cuello con pasión, mientras recorría todo este hasta llegar a su oreja, que sabia le haría extremarse. Sentí sus piernas temblar y me condujo hasta mi cama, donde me dejó caer muy suavemente. Me quitó la camiseta, y el sujetador posteriormente, mientras mordía su labio. Sin embargo, a pesar de querer llevar el control él, esta vez me coloqué sobre él, para así desnudarle poco a poco. Le arrebaté su camiseta negra para así besarle su torso desnudo, mientras desabrochaba la cremallera de su pantalón. Me arrebaté de este también, cuando sin anticiparlo se colocó sobre mi, llevando él el control de nuevo. Recorrió todo mi cuerpo con sus labios carnosos y me hizo estremecer. Me hizo suya con gran ansia y pasión, sintiendo que mi casa estaba realmente en el. Tras acabar, se recostó a mi lado, y coloqué mi cabeza en su pecho, mientras notaba su agitada respiración.
—Sabes, no me quería ir—confesó.
—Ni yo que te fueras—le dije apoyada en su pecho. Entonces le miré a los ojos, y sonreí ante aquella belleza. Este intentó resistirse, pero cayó brindándome una de sus sonrisas. —Si no consigo operarme...
—comencé a decir mientras colocaba mis dedos en su pecho.—Lo conseguirás—dijo firmemente
Y allí estaré yo para despertarte.
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DÉBILES ⓒ| 2 Parte FRÁGILES
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