—Nunca me has contado sobre tu pasado—le dije cuando estábamos despiertos por la mañana, mientras descansaba mi cabeza en su pecho, en aquella que era mi cama.
—No...—dijo tras suspirar.
—¿Por qué?—
—Porque no hay nada bonito que contar. Y no quiero dar lastima, es lo último que quiero—
—Liam, nunca me darías lastima, ¿vale?—le dije, mirándole a los ojos. —Y te lo dice una que está enferma y tiene un padre sin techo al que conoció hace poco. ¿Te doy yo pena acaso?—
—No...—dijo algo extraño.
—¿Qué fue tan grave como para que no puedas hablar de ello?—
—N-no tuve una buena niñez. Mis padres eran alcohólicos cuando nací. Incluso me contaron que los doctores se impresionaron por no verme nacer sin alguna articulación o con algún problema mental debido a lo que bebió mi madre durante el embarazo—dijo, algo apenado. —Mi padre tocó fondo cuando cumplí los 10 años de edad. Conoció el mundo de la droga. Acabó pinchandose todos los malditos días, no importaba donde. En la puta Cocina, en su cuarto o delante de mi cara. Había días que yo salía de casa, y no volvía hasta que mi estómago no aguantaba más sin comer. Prefería dormir en el suelo si estaba lejos de mis padres—
—¿Lo hacía en casa?—
—Constantemente. Rápidamente los vecinos se dieron cuenta de que algo no iba bien y llamaron a los servicios sociales, quienes se encargaron de mi. Les quitaron mi custodia a mis perfectos padres y me internaron en un centro escolar, ya que no era un buen escaparate para la adopción el ser el hijo de drogadictos y borrachos. Solía tener pesadillas día a día, en el internado, ya que me sentía muy solo y eso me recordaba a cuando estaba en casa. Tanto fue así que me escapé cuando cumplí los 17, una noche, y me gané la vida como pude, robando o engañando a la gente, hasta que una familia se interesó por mi cumplidos los 18 años. Mi actual familia. Jess, te puedo garantizar que no podrías imaginarte lo que significa tener una buena familia. Nunca he podido saber lo que era, hasta ahora—dijo, con sus ojos verdes relucientes por las lágrimas que amenazaban por salir, mientras que yo sentía tristeza por todo lo que había pasado.
—Vaya...—dije, con un hilo de voz. —Nunca me habías hablado de tu familia de adopción—dije, algo curiosa.
—Son un maldito amor. A veces pienso que no me los merezco—
—Estoy segura de que si—
—Te los presentaré pronto—
—Vale—dije demasiado ilusionada, haciendo que este se riera de mi entusiasmo. Entonces cerré los ojos con fuerza, un escalofrío recorría mis huesos por la columna vertebral, y me retorcí de dolor.
—¿Estás bien?—
—Eh...si—dije. —Dura solo un momento—dije incorporándome.
—Por cierto Jess, tu operación está prevista para la semana que viene, ¿de acuerdo?—dijo de repente, haciendo que pusiera mis ojos en blanco.
—¿Que? ¿Como habéis conseguido el dinero?—
—Shh—dijo, abrazándome. —Lo que importa es tu maldita salud—dijo, dándome un beso en la frente, antes de observar al macizo de mi novio colocarse su camiseta, cuando mi móvil comenzó a sonar.
"Sally"
Pensé en cogerlo por un instante, pero mi mente rápidamente me corrigió, y lo colgué.
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DÉBILES ⓒ| 2 Parte FRÁGILES
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