Me moví suavemente por la habitación a espaldas de Liam. La oscura luz de la habitación me erizaba la piel a medida que me acercaba a este, quién se encontraba sentado en un sillón, sin inmutarse. Me senté frente a él, mientras le observaba en silencio. Este hizo lo mismo, por un largo tiempo.
Sus ojos parecían estar bastante cansados y apoyaba su cabeza en sus manos, cuyos brazos se sostenían sobre sus sus muslos. Miraba al suelo sumergido en algún tipo de sueño exterior a aquellas cuatro paredes. Entonces, debido a mis miradas, este alzó su cabeza hacia mí. Nuestras miradas eran insoportables. Dolía demasiado sostenernos la mirada.
—Estás sangrando—susurré.
—No me importa—dijo susurrando también.
Me levanté llevada por algo exterior a mí y me arrodillé frente a él. Volví a mirarle con atención mientras este no era capaz de sostenerme la mirada. La sangre recorría su frente en un camino irregular. Observé su cara con atención una vez más, antes de que mi mano se moviera sola. La coloqué en su arrugada frente y toqué aquella sangre perteneciente a aquel tipo. Este apretaba su mandíbula fuertemente, sin dejar de concentrarse en el suelo de la habitación. Entonces cogí su barbilla con delicadeza, para conseguir un contacto visual con el. Este me miró destrozado, con una mirada de decepción que supe que iba dirigida a si mismo.
—Soy un desastre—susurró finalmente, cerrando sus ojos con fuerza.
—Suficiente—suspiré.
Me acurruqué sobre él, y me apoyé en su hombro. Se sentía tan y como los viejos tiempos. Me miraba desconcertado sin ser capaz de inmutarse, hasta que finalmente se adaptó a mi cuerpo mientras yo me acurrucaba en el suyo.
—Duerme—le susurré.
Sé que este lo hizo, pero yo no podía hacerlo. Tras media noche en vela, me deshice de sus brazos y me dirigí hasta la terraza. Tras esto, observé a Liam por horas. Su pecho se elevaba con cada respiración y parecía un completo angel mientras dormía. Pensé que aquel angel quizás ya no fuera el mismo de siempre, y sentí una leve presión en el cuerpo tras colocar una cálida manta por su cuerpo.
*Mi... bebé....mi bebé....*
—¡Jessica¡—oí de repente susurrarme Liam con bastante preocupación.
Me levanté agitada. Había tenido otra pesadilla. Pude ver la preocupación en su rostro, mientras me miraba atentamente. Todas mis pesadillas eran basadas en el intento de suicidio. Mi bebé, mi muerte... todo hace que cada noche sea un reto para mí desde que pasó todo aquello. Casi no podía controlar mi respiración mientras me incorporaba y agarraba mi pecho.
Nos mantuvimos en silencio hasta que todo volvió a la normalidad. Le miré una vez más, y este se mantenía a mi lado paciente. De repente, me coloqué encima de él y le besé lentamente. Su sorpresa hizo que sus manos no se inmutaran. Dolía demasiado, tanto que este me miraba con rabia. Una lágrima recorría mi rostro mientras manteníamos nuestros rostros pegados, rozándonos los labios.
—No puedo —susurré agitada entre lágrimas.
Este apretaba su mandíbula fuertemente y miraba a otro lado, aguantando el dolor de mantenernos cerca.
—Debo irme—dijo deshaciéndose de mi con delicadeza antes de marcharse, visualmente dolorido a toda prisa. Y allí me dejó, sola y vacía, vacía como siempre tendí a estar.
Me desperté con un sabor amargo y sin nadie que me acompañara mientras dormía. Miré el despertador con resignación antes de ir a comprobar el estado de Mike, quién aún dormía. Entonces decidí recostarme a su lado, y evitar ningún tipo de obligaciones aquel día. Este se percató y colocó sus grandes brazos sobre mí, haciendo del hermano mayor que tanto necesitaba en aquellos momentos de soledad e incertidumbre. Mike siempre sabia estar ahí para mi, de una forma u otra, y comprendía a la perfección que en aquellos momentos solo pedía cariño. Eso fue en lo último que pensé antes de quedarme dormida.
Nadie se encontraba en la habitación cuando abrí mis ojos. Me levanté cuidadosamente y tras asegurarme de que Mike se había marchado mientras dormía decidí acudir a mi última clase en la universidad, ya que me había saltado todas las demás durmiendo. Tras aquella clase eterna, en la salida me aguardaba un tipo fuerte, oscuro y muy alto, quien me observaba directamente. Comencé a sospechar, y a acelerar el paso .
Cada vez mis piernas estaban más miedosas e inseguras ante aquella persecución de muy mala pinta. Corrí hasta un parque vacío, y pensé en lo mucho que la había cagado, porque nadie estaría allí si algo me pasara. Miré a mí alrededor con mucho detalle, mientras no podía dejar a un lado una respiración bastante agitada. De repente, aquel tipo desapareció.
Todo se puso en silencio, antes de que este apareciera de nuevo, y me empujara fuertemente contra el muro de aquel pequeño parque olvidado.
—¿Que quieres?—le pregunté a media voz, mientras intentaba controlar la respiración a pesar de sus fuertes brazos ahogándome.
—¿Donde está?—gruñó, haciéndome darme cuenta de que se trataba de aquel tipo que Liam agredió. Me temí lo peor, mientras intentaba deshacerme de sus fuertes manos que me sujetaban desconsoladamente en la pared, investigaba mi rostro con bastante detalle, produciéndome una sensación de asco repulsivo hacia aquella persona, tal y como aquel día.
—No lo sé —dije forcejeando.
—Dilo—apretó más fuerte.
—N-no l-lo sé—mascullé con la poca voz que me quedaba.
Entonces este apretó aún más, y pensé que iba a matarme, justo cuando alguien apareció en la escena.
—Basta—le ordenó una voz femenina, y un tanto familiar para mí.
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DÉBILES ⓒ| 2 Parte FRÁGILES
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