Capítulo 4.- "Fuego en mi interior"

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—¿Sally?—dije a media voz.

Esta me miraba distante, mientras se dirigía con rapidez hasta nosotros. El chico me deshizo de sus fuertes brazos y me alejé un tanto asustada. Esta se frenó frente al tipo y le susurró algo mientras no dejaba de vigilarme. Entonces se aproximó hacia mí, y me cogió de las manos.

—No volverá a molestarte—dijo fingiendo una sonrisa que me hizo extrañarme.

—¿Que es esto? ¿Que haces tú con este tío?—le dije nerviosa, deshaciéndome de sus manos apaciguadoras, cuando me di cuenta de un trozo de papel que esta estratégicamente había colocado en mis manos sigilosamente.

—Hablaremos otro día de esto—dijo esta fría, mientras le echaba un ojo a aquel tipo.

Miró mis manos alarmantemente antes de irse, fingiendo otra falsa sonrisa hacia aquel, mientras se marchaban.

"CALLE HIGHLAND, 26"

¿Qué significaba aquello? No dejaba de mirar aquel papel arrugado mientras daba vueltas confundida. De ninguna manera podia dirigirme a aquel lugar sola, a si que llamé a Mike de inmediato.

—Te necesito—me sirvió decir para que este se prestara en seguida.

Se reunió conmigo en aquel mismo lugar, y le conte con detalle todo lo ocurrido, en el camino a aquella calle.

—¿Sally?—preguntó sin aún creérselo. —Q-qué hacía con el tipo de aquel local?—masculló alarmado.

—Simplemente me dió esto y se fue—suspiré.

—¿Y si es una trampa? ¿Por qué te sigues fiando de ella tras haber estado tanto tiempo sin verla y tras lo que ha pasado? No la conoces ya, Jessica, nadie lo hace—dijo apretando el volante con indecisión.

—Vi algo en su mirada. Realmente quería que acudiera aquí. No creo que quiera hacerme daño—me auto convencía a mí misma mientras examinaba el papel.

Tras un largo camino, Mike frenó ante el cartel que indicaba la calle.

—Calle... Highland, esta es—dijo decidido.

Nos bajamos del coche rápidamente, para ahora buscar el número que nos indicaba el papel. Nos encontramos con un piso un tanto anticuado, con un gran olor a humedad y al polvo que se incrustaba en las paredes.

—Llama—me sugirió Mike.

Así hice. Nadie contestó, solo nos permitió abrir la puerta del exterior. Subimos las escaleras con un tanto de respeto. Nos dirigimos hasta la puerta de nuestro destino y suspiré mientras notaba como mi corazón latía. Coloqué mi mano en esta y la golpeé suavemente y delicadamente, antes de coger la mano de Mike en señal de protección cuando la puerta finalmente se entreabrió, dejando ver la mitad de la cara de un tipo.

—¿Liam?—exclamé alarmada, al ver su mal aspecto. Sus ojeras estaban pronunciadas, tenía la boca y la ropa repleta de sangre y el pelo mojado, al igual que su ropa. Empujé la pesada puerta y me envolví en sus débiles brazos ante la atenta mirada de Mike, quién se encontraba con los brazos cruzados frente a nosotros.

Le sujeté la cara con mis manos, obligándole a mirarme fijamente mientras analizaba con más detalle su rostro.

—¿Que te ha pasado, qué es todo esto?—le pregunte sin apartar mis manos de su cara.

—Tenéis que sacarme de aquí —suplicó.

Con Liam a cuestas conseguimos finalmente llegar hasta mi hogar, de nuevo. Mike se quedó con nosotros, ya que ya no se fiaba de él. Le acurruqué en mantas después de obligarle a deshacerse de la ropa mojada, quedándose en unos grises calzoncillos que intenté no mirar en absoluto, al menos lo intenté.

Este se mantenía en silencio, mientras tiritaba y miraba fijamente el suelo de la habitación. Me acerqué lentamente, y le curé las heridas, antes de hacerle un interrogatorio.

—¿Qué es todo esto?—dije más fría de lo que quizás debí.

—¿El qué?—siguió ocultándome.

—¿Cómo que el qué? Me atraca un tipo en medio de la calle, resulta que mi desconocida mejor amiga lo conoce y me da una dirección para encontrarte así, hecho un puto desastre. Si no me vas a decir qué mierdas pasa, será mejor que te marches de una puta vez—grité mientras me movía en círculos, histérica.

—Esta bien—escuché oír a alguien desde la puerta, que habíamos dejado encajada al parecer. —Te lo contaremos—dijo mi madre, junto a Sally.

Avanzaron a lo largo del salón hasta llegar a donde me encontraba, sin inmutar palabra, y se acomodaron con una mirada decaída.

—Todo esto... es mi culpa—comenzó mi madre.

—N-no, todos la tenemos—le interrumpió Sally.

Pensé que me iba a desmayar en cualquier momento ante aquella situación. Me senté lentamente sin apartar mis ojos sobre todos ellos, y me sentía como la última imbécil en enterarse de las cosas que ocurrían a mí alrededor.

—Empezad ya—dije con ansia, ante aquel repentino silencio.

—Cuando tuviste el accidente.... el doctor nos avisó de que tu cráneo había sufrido varios daños, y que la única manera de solucionarlo es con una cara operación. Si no es así, los huesos de tu cráneo irán ajustándose, t-te puede producir algún derrame cerebral. S-sé que no sabías nada al respecto y que todo esto se produciría a la larga, pero n-no podía dejar que pasara esto... ¿me entiendes?—dijo mi madre, mientras cogía mis manos y lloraba.

—Me pidió ayuda, y no nos negamos. Teníamos que intentar conseguir ese dinero. L-Liam conocía a un grupo que decían poder conseguir dinero muy fácilmente, y de ahí que me vieras con aquel tipo—dijo Sally a media voz.

—Y yo la cagué, y tras pegarle aquella paliza que tú misma visualizaste quieren mi cabeza. Gracias a la astucia de Sally es porque estoy aquí. Me consiguió un sitio en el que permanecer seguro y acabar con todo esto. Lo siento—relató apenado.

Sentí mi corazón pararse por un segundo y tragué saliva para asimilar todo el barullo de información que acababa de escuchar.

DÉBILES ⓒ| 2 Parte FRÁGILESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora