Demonio venenoso

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En la casa de la Dra. Eigner se encontraban reunidos Rock Coldbear, Rossette Gardiann y Azuma Kaguchi, sentados en la sala de su anfitriona, mientras ella ocupaba un sofá del centro de la habitación.

—Como ya les dije, no pienso detener lo que tienen en mente. Al fin y al cabo están siguiendo sus convicciones. Sin embargo, deben de ser sumamente cuidadosos e inteligentes si quieren al menos poder entrar a Fianna con vida— La madura mujer de gafas y negros cabellos hablaba con un tono bastante crudo.

—Ya lo sabemos. Pero yo le puedo asegurar que nada va a detenernos. Somos muy fuertes. Además, Azuma-san es un Elemental— Rock le respondió bastante seguro y con cierto entusiasmo ingenuo.

—¿Es eso cierto, Azuma-san? No es muy común poder ver Elementales en estos días.— Elisabeth alzaba su ceja izquierda, mostrando interés en el pelirrojo.

—¡B-bueno, no es para tanto! Rock-kun está exagerando ¡Hay muchas personas más fuertes que yo!— Azuma reía fuertemente, levemente sonrojado, tratando de mostrarse exageradamente modesto.

—¿Qué es lo que le pasa?— Rock le susurró a su compañera de castaño cabello, sentada al lado de él. Ya desde hacía rato el comportamiento del pelirrojo se le hacía un tanto extraño.

—Eres un tonto, mocoso, pero no importa. Aunque no pensé que Azuma-san fuera ese tipo de hombre. Cada vez más se derrumba la imagen que tenía de él.— Suspiró Rossette, resignada. Rock quedó más confundido que al principio con la ambigua respuesta de su compañera.

—Espero algún día poder ser testigo de ese poder, siempre he estado interesada en investigarlo un poco. Aunque hoy en día es casi imposible encontrar a alguien capaz de utilizar una conexión totalmente pura.— La curvilínea mujer de bata blanca seguía su plática con Kaguchi.

—P-pues cuando gustes ¡Siempre puedo hacer una pequeña demostración!— seguía riendo el musculoso hombre de barba roja.—Por otro lado, me quedé sorprendido con su conexión, Elisabeth-san. Hace poco me enfrenté a una persona que también era usuaria de la conexión-rayo— Comentaba un poco más sereno el taheño.

—Realmente me asombra. Aunque he de decir que la mía no está tan avanzada. Prefiero enfocarme en el desarrollo tecnológico. Pero bueno, ya habrá tiempo para hablar de demostraciones y de conexiones después. Por ahora lo que me interesa es saber acerca de los efectos de las semillas que Rossette tiene dentro de su cuerpo— La científica cambió la dirección de su vista, apuntando a la joven de la villa de Fillia.

—¡Ah! Bueno...luego de que las "activé", se transformaron en una armadura vegetal, con la cual pude prescindir de la flora del ambiente. Mi fuerza aumentó muchísimo también. Fueron de verdad de muchísima ayuda. — Respondió la muchacha.

—¿Hubo alguna complicación o te has sentido extraña o diferente desde entonces?— Las preguntas de Eigner continuaban.

—No realmente. Me siento igual. Puedo seguir controlando las plantas de la misma forma que antes. Aunque, desde la pelea contra el desagradable obeso de Fattuel Montana, no he vuelto a usar esa armadura— La muchacha se ponía un tanto pensativa, tratando de hacer memoria sobre algún malestar, pero no había presentado ninguno.

—Entonces...¡Fue todo un éxito! ¡Nunca supe si en realidad podrían funcionar! ¡Pero me siento aliviada de que no haya ocurrido una desgracia!— Se levantaba la doctora de su asiento con aire triunfante.

El trío quedó sorprendido ante el espontáneo entusiasmo de la científica de cabello azabache, especialmente Rossette, quien luego de su cara de confusión, procesó las palabras de Elisabeth y también se sobresaltó.

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