La armadura del Árbol de la Vida

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El muchacho de cabellera celeste se estaba reincorporando del fuerte golpe que recibió por parte de Dorth. Los bandidos esperaban con ansias a que el chico se recuperara para volverlo a atacar; aún seguían molestos, pero en vez de destruir a Rock de forma inmediata, tenían planeado torturarlo hasta que su cuerpo no aguantara más. El peliazul sabía que, desde esa distancia y contra la pared, no iba a poder hacer mucho, tenía que pensar en algo rápido para poder ejecutar un contraataque definitivo. Gorth y Dorth le gritaban al chico, lo insultaban, esperando a que se pudiera levantar para humillarle de nuevo. Fue en esos momentos cuando el hombre de blanca piel recordó una habilidad que había desarrollado desde pequeño, la primera en donde usó su conexión; a decir verdad, Rock hubiese preferido no utilizarla, pues la consideraba muy vergonzosa y estúpida, pero también entendía que bajo las circunstancias en las que se encontraba no importaban mucho las artimañas que se usaran. Así fue que el chico, decidido, se levantó con rapidez y lanzó un espeso escupitajo a los ojos de Gorth. La viscosa saliva al entrar en contacto con la piel y retina del corpulento bandido, comenzó a endurecerse, formando una capa de grueso hielo sobre su vista.

—¡¿Qué diablos es esto?!— El hombre se tocó la cara dando un grito y retrocediendo un par de pasos de forma brusca.

—¿Qué te sucede, hermano?—Dorth de forma inmediata llevó su total atención hacia su hermano. El calvo sujeto estaba confundido, pues no entendía el repentino comportamiento de su familiar.

Rock, por su parte, aprovechó el momento para dar un gran salto por encima de los hombres y colocarse a las espaldas de éstos. El muchacho parecía completamente revitalizado.

—Ya no puedo desperdiciar más tiempo con ustedes. Es cierto, son muy fuertes, pero les faltan propósitos en la vida. Si tuvieran una verdadera meta, creo que serían invencibles. Adiós, señores. Espero que algún día se arrepientan de todas sus faltas ¡Ártica!— El chico, estirando su brazo derecho hacia enfrente, lanzó una fuerte ventisca que congeló a los hombres e incluso llenó de leve rocío helado la habitación

Así quedaron inmovilizados los bandidos. El muchacho ahora tenía que encontrar la manera de salir de ese cuarto y llegar hasta donde Rossette se encontraba. Quizá el destino estaba de su lado, pues al darse la vuelta hacia las metálicas puertas del ascensor, éstas se abrieron. Adentro se encontraban dos de los guardias del edificio portando armas. Rock supo inmediatamente qué era lo que tenía que hacer.

Por otra parte, Rossette seguía en su combate contra Fattuel. La chica tenía heridas por todas partes. El regente de Banks, aunque no lo pareciese, era un excelente y violento luchador. Aquel hombre tenía veloces movimientos, que aunque eran de corto alcance, eran muy efectivos. La chica de cabellera castaña, cada vez que trataba de regresarle un golpe, lo hacía en vano, pues la grasa de Fattuel absorbía el impacto.

Rossette era una talentosa peleadora, se movía con rapidez y con elegancia. Su estilo de pelea era muy similar al Muay Thai, atacando la mayor parte del tiempo con fuertes patadas, pero también sabía usar sus brazos. La chica, si fallaba un golpe, rápidamente cambiaba a otro, pero todo parecía ser inútil, Fattuel no parecía recibir daño alguno. Pronto, el gordo tomó la pierna de la chica y la levantó violentamente para lanzarla al lado contrario, luego corrió hasta donde la joven dama había caído para volver a tomarla, ahora del brazo, y repetir el movimiento.

—¡No eres nada sin tus amadas plantas! Realmente me gustabas, eras mi muñeca favorita. Pero ahora no eres más que un vil muñeco de trapo ¡Ya no me sirves!— Exclamó Fattuel con gran furia en los ojos.

Rossette se reincorporó, a pesar de los golpes y nuevamente se lanzó al ataque, esta vez concentró gran fuerza en su puño derecho y atinó un golpe certero a los ojos de Fattuel, la chica sabía que era imposible que en ese lugar su ataque fuera absorbido. El grasoso hombre resintió el dolor del feroz puño impactando contra su cara, empero, logró tomar el brazo de Rossette antes de que se retirara y se lo apretó hasta el punto de casi triturarlo. La chica lanzó un estruendoso grito de dolor. Luego, el violento hombre la tomó del cuello y la estrelló contra una pared, comenzando a estrangularla.

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