A un par de kilómetros de las murallas de Fallatia, el trío de compañeros, acompañados por Elisabeth Eigner, salían de un hueco en la tierra. El sol regalaba sus primeros rayos de luz, por lo que el cielo era de un color violeta tenue y la temperatura se comenzaba a sentir más cálida.
—¿Ya llegamos...?—Preguntó un prácticamente dormido Rock. El pobre chico sólo se encontraba de pie por un milagro.
—No, aún falta un poco. Es cerca del gran acantilado de Dronnar. Unos treinta minutos de caminata más y llegaremos ¡Así que no te quejes y sigue caminando!— Contestó Eigner, dándole un golpe en la cabeza al desafortunado muchacho.
Rossette y Azuma quedaron atónitos ante la acción, por lo que ellos no se atrevieron a hacer ninguna clase de comentario o protesta. El pelirrojo echó un vistazo a los alrededores. Le sorprendía que aquel lugar estuviera totalmente desierto. Claro, era la continuación de las tierras áridas que rodeaban Fallatia, pero suponía que, por ser una ruta rumbo a Fianna, debería de haber al menos una centena de individuos o decenas de transportes dirigiéndose al gran reino.
—Elisabeth-san, no es que desconfíe de usted, pero no veo ni una sola alma por aquí ¿Este en verdad es el camino hacia nuestro destino?—Inquirió el musculoso hombre.
—No exactamente. Nosotros salimos por el oeste. Las rutas de comunicación se encuentran solamente en la salida del sur, para que las vías del gran tren crucen por la parte menos estrecha del gran acantilado. Les dije que primero haríamos una parada necesaria.—La científica respondió con seriedad.
Y, luego de su respuesta, retomó el andar. Azuma cargó al peliazul sobre sus hombros, pues era claro que en cualquier momento caería al suelo rendido. Rossette fue capaz de continuar por su propio pie.
Finalmente, tras la media hora exacta de caminata, el grupo alcanzó a divisar una enorme construcción de madera en medio de la nada, y a unos 800 metros hacia la izquierda, se encontraba el borde del gran acantilado de Dronnar, un accidente geográfico que prácticamente partía al continente de Daruness en dos partes, sólo se encontraba unido por los extremos lejanos.
—¿Qué es ese sitio?—La chica de Fillia señalaba el titánico edificio de madera con coloración gris y un poco desgastada.
Aquello se asemejaba a un enorme granero, medía al menos unos 10 metros de altura, y de ancho ocho más. Ellos no se acercaban lo suficiente aún para percatarse, pero el largo del edificio era de 7 metros. Un granero bastante grande, con una sola puerta de acceso y algunas aberturas en el techo, el cual se podía abrir desde el centro hacia afuera de par en par.
—¿Qué se supone que guardan ahí? Dudo que se pueda cultivar en medio del desierto, Elisabeth-san—Cuestionó Azuma Kaguchi.
—Ya lo verán, Azuma-san. Simplemente tengan paciencia y confíen en mí.—le contestó la bella mujer.
Se acercaron más al lugar, quedando a la entrada de éste. Elisabeth se posicionó adelante del pequeño grupo, colocó ambas manos alrededor de su boca a manera de amplificador de voz y gritó.
—¡Hey, Luke! ¡Sal de tu maldito escondite! ¡Es hora de que me pagues el favor de hace tiempo!
Tras el llamado, la puerta de la enorme construcción se abrió, saliendo del interior un hombre alto de cabello largo y castaño, lo mismo que su barba de leñador. Sus ropas eran un abrigo de piel prominente y un pantalón marrón. Se podría calcular que aquel hombre era incluso mayor que Azuma.
—Ya te oí, mujer, guarda silencio.—Contestó molesto aquel varón con voz profunda y ronca, acercándose a Eigner.
—Ha pasado bastante, amigo.—La mujer de gafas comentó, no sin antes sacar de su bata un cigarrillo y ponerlo entre sus labios.
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Gaia
AdventureEn un mundo en donde la magia y la ciencia conviven sin ningún problema todas las personas nacen con poderes (desarrollados a diferentes grados) llamados "conexiones". Estas conexiones son energías derivadas de los que se consideran como los 4 elem...