¡Vayamos a Banks!

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—¡Maldito! ¡¿Qué rayos estás haciendo aquí?!— Exclamaba Rossette, mientras ponía a las dos pequeñas que la acompañaban detrás de ella para protegerlas.

—Jejejejeje, eres una mujer bella y valiente. Ya lo dije, he venido por mi preciosa muñeca.— Sonreía el obeso Fattuel, apuntando con su dedo índice a la chica de cabello castaño.

Al hacer aquella indicación, los hermanos Gorth y Dorth salieron corriendo a gran velocidad hacia donde estaba Rossette, quien se puso en posición de defensa. Entonces, Dorth distrajo a la chica para que su hermano mayor pudiera agarrar a una de las niñas que ésta tenía detrás. Al tomar a la cría, los dos hermanos regresaron velozmente a donde estaba su líder.

—Maldito ¡Déjala ir!— Rossette exclamaba mientras corría para atacar a los hombres y recuperar a la pequeña, de nombre Saya.

—¡Alto ahí, chiquilla! No te atrevas a ponerle una mano encima a nuestro jefe. Si lo haces, este pequeño gusano sufrirá las consecuencias.— Advirtió el bandido Gorth, mientras apretaba el cráneo de la pequeña Saya, la cual lloriqueaba, por lo cual Rossette se detuvo.

—Ustedes no tienen una pizca de vergüenza ¿Cierto? ¡Voy a patear sus traseros!— Exclamaba una enérgica voz que se iba acercando rápidamente al trío. Se trataba del joven héroe de cabello azul.

Sin embargo, Fattuel se dio cuenta de la aproximación del muchacho y exhaló por la boca, con fuerza, un humo rojizo que el joven Rock sintió con gran ardor. Aquella bocanada era caliente, quemaba, incluso la hierba cercana se volvió cenizas con ese aliento. El chico de cabellera celeste cayó al suelo, resintiendo el ardor de su cuerpo, el cual presentaba algunas leves quemaduras.

—Jejejeje, no eres más que un chiquillo insolente. Por eso odio a los niños. El asunto no tiene nada que ver contigo. Muchachos, acaben a ese tipo.— Ordenaba Fattuel mientras miraba con desprecio a Rock, como si se tratase de un insignificante insecto al que no valía la pena que se le prestara atención.

Gorth entregó a Saya al obeso hombre y los dos hermanos se dirigieron al debilitado Rock. Dorth pateó al chico para hacer que se levantara. Sin embargo la patada fue demasiado fuerte. Aun así, el chico de la villa de Risko hizo un esfuerzo para reincorporarse, lográndolo, sólo para esquivar de milagro un fuerte golpe de hacha que Gorth había tratado de darle. El joven Rock apenas si podía evadir aquella peligrosa arma de Gorth y el brazo de acero de Dorth, las quemaduras le ardían demasiado como para poder hacer un contraataque; era muy sensible a los ataques que involucraran altas temperaturas. Además de que ambos bandidos se movían con gran agilidad y mostraban suma destreza al utilizar sus armas de combate.

Por otra parte, Rossette seguía mirando a Fattuel Montana, pensando en cómo recuperar a la pequeña Saya.

—Parece que tu pequeño amigo está ocupado y no podrá ayudarte. Pero yo no vine aquí a pelear, corazón. Vine a invitarte a mi lujoso edificio en Banks. Podría llevarte ahora mismo, pero es más lindo que seas tú quien acuda a mí por voluntad propia. Así nadie podrá reclamar que tengo qué devolverte.— El obeso Fattuel hablaba mientras mantenía aquella siniestra y burlona sonrisa.

Sin embargo, los padres de Saya aparecieron para lanzarse contra el regente de Banks. Ellos no eran guerreros y su conexión no estaba desarrollada para la batalla, pero aún así le hicieron frente al seboso hombre. Pronto se les unieron más habitantes de Fillia. No obstante, para Fattuel esa gente era insignificante, por lo que volvió a repetir la técnica usada contra Rock, lanzando desde su boca un humo abrasador, derrotando con suma facilidad a la gente que lo intentaba atacar. Rossette veía como su gente estaba sufriendo y se llenó de ira. Aprovechó que Fattuel estaba distraído para arrojarse directamente a atacarle. La chica reunió con rapidez los pétalos de las flores más cercanas y que habían estado a salvo del humo incandescente, luego las lanzó como un rayo contra Fattuel, de manera que no dañaran a Saya. Pero el gordo sujeto advirtió el ataque y para contraatacar exhaló humo tanto de la boca como de las fosas nasales y de los oídos, extinguiendo aquellos pétalos ofensivos.

Rossette quedó perpleja al ver cómo su ataque era reducido a vil polvo inofensivo. Gorth y Dorth volvieron al lado de Fattuel, quien aún tenía en su poder a Saya. Por otra parte, Rock se encontraba inconsciente en el suelo, al parecer, Dorth le había dado un puñetazo efectivo justo en la mejilla izquierda.

—Creo que tu amigo también está fuera de combate jejeje. Bueno, princesa guerrera, te espero en mi edificio en Banks, supongo que ya sabes cuál es jejejejeje. Vámonos, muchachos.— El obeso hombre se dio media vuelta y comenzó a caminar tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Los bandidos GorthDorth lo siguieron. Nadie los detuvo.

Habían pasado cinco horas. Los ancianos y la poca gente que no había luchado fueron quienes se encargaron de los heridos. La vieja Leonor le había dado un té de plantas medicinales a Rock y se había encargado de las leves, aunque incómodas, quemaduras de su cuerpo. Rossette seguía atónita, no se podía explicar, y mucho menos perdonar, aquella derrota. Y, peor aún, no podía perdonarse que la gente hubiera salido herida ni que Saya hubiese sido raptada. Su abuela vio el rostro de la chica y sabía que, no importaba lo que le dijera, Rossette no iba a detenerse; la anciana ya intuía lo que iba a ocurrir.

Era medianoche. La chica de cabello castaño había esperado a que todos estuviesen dormidos para poder salir, así no preocuparía a nadie. Sin embargo, afuera de la casa de su abuela vio la figura de alguien familiar.

—Vas a enfrentarte a ese gordo ¿Verdad?— La luna iluminaba el rostro de Rock.

—Esto no te compete, mocoso. Son mis asuntos.— Respondió con voz seca la chica de cabello castaño.

—¿Podrías dejar de llamarme mocoso? Mi nombre es Rock Coldbear, y no creo que tú seas mayor que yo. Pero, regresando al tema, aparte de la pequeña niña, tu abuela me contó lo de tus padres, y lo de Miria.— Rock se acercó más a la chica.

—A veces creo que la abuela debería quedarse callada un momento.— La muchacha estaba ligeramente disgustada, luego hizo una mueca de resignación— Bueno, ahora que sabes la historia también debes darte cuenta de que no necesito envolver a nadie más en esto, así que déjame en paz.— Rossette se daba media vuelta para dirigirse al camino que la llevaría a Banks.

—Es cierto, quizá no me compete. Pero yo tengo mis propios asuntos allí. Esos ladrones me deben algunas cosas ¡Así que vayamos a arreglar nuestros asuntos!— Rock sonrió enérgicamente.

La chica vio el rostro de Rock y sabía que no importaba que se negase, el muchacho iba a seguirla de todos modos, así que terminó por aceptar su compañía. A las puertas de la villa de Fillia se encontraban dos personas: eran los padres de Saya.

—Rossette, no estamos aquí para detenerte. Nosotros nunca somos útiles en batalla, ni siquiera pudimos proteger a nuestra propia hija.— El padre de la niña bajaba la mirada— Por eso hemos estado en busca de algo que te sea de ayuda a ti. Así que queremos entregarte esto. No las hemos probado, pero esperamos que te sean de mucha utilidad.— El hombre entregó una pequeña bolsita de tela que contenía algunas semillas en su interior. Rossette asintió con firmeza.

—Mucha suerte, chicos. Estaremos rezando para que Gaia los proteja.— Sonreía la madre de Saya.

Los dos muchachos entonces, en la oscuridad, se encaminaron hacia la lujosa ciudad de Banks, al noroeste de Fillia.

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