Capítulo 3: ¿Moretes en los brazos?

34 3 0
                                    

Al cabo de media hora llegó Jackson, y a los 15 minutos escuchamos como se aproximaba un auto que disminuía poco a poco la velocidad hasta detenerse frente a la puerta principal. Deduje que se trataba de Bella, los dos lo hicimos, Jackson sonrió de forma malvada. Me encaminé a la puerta pero Jackson me detuvo y pidió ser él quien la abriera. Le advertí que Bella era capaz de romperle el violín en la cara si lo veía con esa sonrisa descarada. Pero poco le importó, igual fue caminando, casi saltando, hacia su guillotina.

—Bienvenida señorita Bella, pase por favor —mencionó, lo dijo empleando una voz de mozo y en forma de bufón, como si imitara un acto para la corte real. Mientras ella sólo retorcía los ojos y arrugaba el rostro. En sus ojos se prendía una llama de ira.

—Mejor sal de mi camino jirafa horrenda, porque si no, no me lo pensaré dos veces para romper el violín en tu fea cara.

—No te atreverías a romper tu amado violín.

—Mejor no tientes a tu suerte, porque este violín es el que utilizo sólo para prácticas. A mi amado Stradivarius lo tengo en casa sano y salvo en su pedestal. Nunca lo profanaría con tu horrible ser —Bella se veía realmente enojada. Tuve que intervenir sino de verdad le dejaría a Jackson el violín como collar.

—Chicos por favor, cálmense, no entiendo como pueden ser así, no se aguantan ni un minuto juntos en un mismo lugar. Pero bien que no pueden estar separados mucho tiempo —los dos se apartaron como si nada, para mi eran un completo enigma, no sabía si peleaban de verdad o les encantaba fingirlo, daba igual, de una u otra manera me llegaban a hartar— Los invité a cenar no a pelear como niños de primaria. Además si siguen peleando, no tendremos tiempo de elegir la canción para el concierto y sólo nos quedan tres meses para practicar. No querrán ser el hazme reír de la academia y de la ciudad entera ¿verdad?— Dije con diversión. Si una deseaba prenderles la chista se debía ser lista y tocar el punto débil. La carga social. Eso siempre funcionaba, justo en la reputación de un adinerado.

—¡NO! Gritaron los dos al unísono

—Por fin están de acuerdo en algo —me reí, ellos también— Mejor vámonos de una vez, la comida ya está cérvida —les comuniqué mientras me encaminaba a la puerta trasera que da al jardín y por ende con la piscina y la terraza que hay ahí. La noche realmente estaba hermosa, se prendía con una luna enorme y brillante y el aire que corría era muy fresco.

Cuando llegamos, las empleadas ya habían colocado todo, nos sentamos y comenzamos a comer en medio de pláticas tontas, lo normal en chicos de diecisiete años. Terminamos de comer y una de las empleadas recogió la mesa y preguntó si queríamos postre. Los chicos me miraron, claro que conocía esa mirada. Ellos estaban desesperados por comenzar a elegir la posible canción para el concierto y aunque les gustaban los postres, cuando de tocar música se trataba, nada más importaba para ellos. Entonces le dije a la chica que no sería necesario, y que iríamos al estudio de mi madre a practicar un rato, que si necesitábamos algo nosotros mismos lo haríamos, que se podían ir a descansar.

Mis amigos y yo agradecimos por la cena y nos retiramos al estudio de mi madre que estaba en la planta baja, era el lugar donde mantenía el piano y todas sus pertenencias relacionadas con su pasión por la música. Es un salón grande con muebles de madera algo rústicos, las paredes son adornadas por cuadros relacionados con la música y pinturas abstractas. Además que ella ama las obras del estilo de Pablo Picasso, también cuenta con una biblioteca, por supuesto todos los libros son sobre música.

Al entrar yo me acomodé directamente frente al hermoso piano de cola Steinway que era el centro del estudio, era de los más famosos y caros que existen en el mundo. Con ese piano según mi madre, se puede expresar todos los sentimientos del artista, pasión, tristeza, dolor, amor.

Viviendo entre Sombras: Preludio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora