Capítulo 2: The perfect melody

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En mi cabeza resonaba aquella pregunta una y otra vez, mi madre me miraba fijamente y mi padre se acercaba con intriga "¿Karly que son estos moretes que tienes en las muñecas?" Me costaba mantenerme consiente, mis parpados caían, se cerraban y los abría abruptamente.

—Cariño —siguió mi madre. Frotaba mis manos con angustia y la vi derramar nuevas lágrimas.

No sabía que decir, su figura se difuminaba, ni siquiera podía enfocarla con claridad. Papá llegó reposándole una mano en el hombro e inclinándose para besarle la cabeza.

—Déjala dormir, es mejor si descansa —le susurró. Recorrió su espalda con ambas manos, pasando a sus brazos que sostenían los míos, y parando cuando nuestras manos estuvieron unidas— Nena, duerme ¿De acuerdo?

Intenté hablar pero el sueño lo impedía, apenas si abrí la boca. Mamá se limpió los ojos y con cuidado se acostó a mi lado. Sentí su calor, ella estaba junto a mí, me daba su protección y por primera vez en mucho tiempo, me dejé caer en el sueño sintiéndome segura. Nada malo me pasaría, no habría pesadillas si estaba ella conmigo. La abracé fuertemente y ella hizo lo mismo. A lo lejos escuché un leve resoplido de angustia, era papá, siempre se preocupaba mucho cuando me enfermaba, él era el primero en llamar al médico o examinarme si solamente estornudaba.

Cuando desperté era realmente tarde, observé y aún estaba mi madre en la cama, vi en dirección del sofá y mi padre también seguía ahí, dormido pero en su rostro se notaba lo mal que durmió en ese sofá. Intenté levantarme ya que aunque no tenía clases los fines de semana, debía asistir a clases de piano. Si, realmente mi madre deseaba que siguiera sus pasos, y era lógico, soy su única hija. Pero entre los negocios de mi padre y una carrera como pianista realmente a veces deseo tener un hermano mayor porque ellos me ponen entre la espada y la pared.

En el preciso instante en el que iba saliendo de la cama mi madre abrió los ojos y me observó. En sus ojos azules podía ver lo preocupada que seguía y el cansancio también se le reflejaba muy bien. La tranquilicé diciéndole que estaba bien. Tomé su mano y la coloqué en mi frente para que cerciorara que la fiebre se había esfumado. Me miró directo a los ojos.

—Karly, cariño, quédate en cama. Descansa un poco más, le avisaré a tu tutora que hoy no irás a la academia de música, que no tomarás tus clases hoy y el siguiente sábado. Lo más importante ahora es que descanses bien y te repongas cuanto antes.

Por un momento estuve tentada a aceptar lo que me decía, pero realmente necesitaba despejarme de todo el desastre de la noche pasada, nunca hubiera permitido que ellos me vieran en esas condiciones. Ahora no me dejarían tranquila con sus preguntas. Una razón clara para ir a clases.

—No mamá, en verdad estoy bien y quiero ir a clases —Hice uso de mi mejor imitación de Bella cuando la veía convencer a sus padres de que la dejaran salir a algún lado de noche— Además me atrasaré mucho en mis lecciones y de verdad deseo tener ese número en solitario de fin de año —dije mientras colocaba la sonrisa más amplia y adorable posible para convencerla de dejarme ir a la academia.

—Está bien, pero si te sientes mal inmediatamente vienes a casa —advirtió frunciendo las cejas— Le daré instrucciones bien precisas a Michael para que te espere fuera de la academia —aclaró ella mientras me observaba detenidamente de arriba abajo y especialmente mis manos. Sabía que aún estaba preocupada. Tendría que inventar una muy buena excusa para esas marcas.

Asentí, y salí de su habitación. Al pararme en frente de la puerta de mi habitación sentí miedo de entrar y toparme con lo de la anoche. En verdad ocurrió, no había duda, pero aunque tenía esa certeza y las marcas en mis muñecas como evidencia, aún trataba de convencerme que todo fue una consecuencia de la fiebre tan alta que el médico diagnosticó.

Viviendo entre Sombras: Preludio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora