Capítulo 9: No mires atrás, no pares de correr, no abras el armario.

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Poco después de llegar a casa, mientras bajaba a la cocina por algo que beber, me encontré con mis padres a media escalera. Caminé despacio, deslizando mí mano en el barandal en tanto ellos permanecieron detenidos en su sitio, esperando a que yo me desplazara a su altura. Era un hecho que no podía obviarse, tenían algo que decirme y con seguridad, en ese mismo momento planeaban ir a informármelo a la habitación.

Los examiné avivadamente, tratando de darme una idea de lo que pretendían. Se habían cambiado de ropa, ahora vestían atuendos elegantes en juego pero no en demasía. Mamá gesticuló la boca, torciéndola en una especie de resignación, respirando profundo y encogiendo las cejas al flexionar los músculos de la frente; aleteó levemente los brazos tratando de hablar pero no pudo y convirtió aquel impulso en suspiro prolongado. Creo que se apocaba por tener que irse justo el día de mi audición triunfal como la describieron durante la comida y tantas veces antes de eso, después de felicitarme en los vestidores. Ladeé la cabeza intentando organizar mis pensamientos, no terminaba de comprenderlos, desde pequeña eran así. La audición no requería de festejos, pero al menos para ellos, cada cosa que yo hiciera lo veían como si fuera algo en lo que me confirieran títulos, listones y vitorearan con aplausos. De verdad, con la cena me parecía más que suficiente. Tenía otros asuntos en que ocuparme, como de las pesadillas y si no fuera así, supongo que tampoco le daría la importancia que ellos le veían.

Nos colmaron los segundos de silencio, tiempo que no cavilé sino hasta después. Papá intervino colocando una mano en la espalda de mamá, frotándola como hacía cuando ella se sentía nerviosa. Se tornó rígido al dirigirme un vistazo serio en tanto sonreía curveando los costados del labios como si aguantara reírse mientras narraba una historia que le parecía por encima de todo, chistosa.

Con todo ello creaba un efecto muy confuso de entender para mí, era algo así como varias interpretaciones faciales y corporales revueltas en un asqueroso plato de incertidumbre.

No se detuvo ante mi dubitación, tragó mucha cantidad de aire en un milisegundo acorde a sus habilidades de oración y habló.

Primero se disculpó por los dos, intercambiaron miradas y me pusieron al tanto de la actividad que les esperaba. Aparentemente, se trataba de un evento inesperado de la empresa de mi padre, una cena con un posible nuevo socio, de esas que ameritaban la compañía de su esposa y la socialización para demostrar los simpáticos que eran todos en un ambiente relajante y libre de tensiones; un absurdo que en los negocios de alta alcurnia, por alguna razón, tiene mucha relevancia. Agregaron que Michael los acompañaría y que no tenía por qué esperarlos. Para ellos era tan rutinario y habitual ser acérrimos a fiestas importantes, que basada en la forma en la que hablaban y actuaban, me dieron la impresión de que esa cena era más significativa de como la pintaban.

Mi estómago se enroscó como si buscara calor por hallarse en un ambiente helado. Esperaba que la empresa no pasara por un mal momento del cual no querían ponerme al tanto todavía, por miedo a una sobre-preocupación innecesaria de mi parte al ser usuales fluctuaciones del mundo empresarial a las que las compañías en algún momento terminaban involucradas como si las hubieran llevado a pasar una vuelta en una montaña rusa, claro, no siendo para su diversión, siguiendo la analogía, muchos terminaban con mareos, vómitos y taquicardia crónica.

Aunque sinceramente me aterraba quedarme sola, no dije nada y les insistí en que no importaba su ausencia y que en su lugar disfrutaran ellos de la velada. Sin embargo, los nervios me invadieron tan pronto los despedí y cerraron la puerta dejándome encerrada en mis propios pensamientos. Una niebla tóxica pareció invadir la casa por completo. Tragué grueso, encontrándome ahí sola, sentí que las pesadillas venía por mí. Estirando sus vastagosas y escamosas manos en un intento de enroscarse a mis tobillos, seguían mis pasos en forma de ramas resecas que rasguñaban el aire al impulsarse por un viento lúgubre y ululante.

Viviendo entre Sombras: Preludio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora