Doy vueltas como si el tiempo no valiera, camino y camino, hasta que me canso y me siento en un rincón a llorar.
Giro sobre mi propio eje y roté al pasado tantas veces que me rompí, pero de alguna manera sigo dando vueltas y manteniéndome flotando en el espacio, siguiendo mi órbita alrededor de todas las cosas que me hacen ser quién soy.
Y cuando olvido, sueño. Cuando parece que las personas pasadas están en un rincón bastante escondido en mi cerebro, bien en el fondo: las pienso. Las pienso, estrujo su recuerdo en mi mente hasta que me agoto.
Y el tiempo pasa más lento pero el sol sale y se va en cuestión de minutos, cuando me doy cuenta ya es el final del día y estoy en mi cama pensando otra vez en momentos y en personas que probablemente no recuerdan mi existencia.
Y sé que probablemente arruiné todo con mis miradas difíciles de ocultar, con mis palabras cortantes o demasiado dulces, con las muecas de disgusto escondiendo cosas que me pasaban por dentro, las armas escondidas detrás de mi espalda por las dudas.
Entiendo pero duele, y cada canción que se reproduce me lleva a un momento en específico, a una conversación, una palabra, un gesto, una situación determinada que mi mente guardó y no creo que descarte.
No puedo evitar extrañar a la gente, pero puedo cuidar a las personas que tengo conmigo ahora.
Y en el fondo de mi corazón tengo la pequeña esperanza y el deseo profundo de poder revivir todos esos días.