El alma me pesa mucho. Y me siento en la nada porque, a veces, no sé quién soy.
Sé qué quiero pero no se cómo lograrlo, y muchas veces me voy por caminos equivocados y me pierdo, me pierdo y me muero un poquito más con cada paso errado que doy. Y sí, errar es humano, pero no puedo vivir en dirección contraria cuando mi alma me está señalando desesperada un punto fijo.
Simplemente no sé cómo seguirlo.
Las estrellas me guían, pero es tan difícil verlas entre todo el humo de la ciudad y varias nubes que se interponen (yo les pido que se vayan pero nunca me hacen caso y entonces me siento más inútil).
Y después estás vos y tu increíble filosofía que me asusta y me hace sentir que nada de esto es real, me siento rara pero vos vivís con la naturalidad y simpleza de aquél que se encuentra sumergido en la ignorancia. Y sin embargo sabés más de toda esta existencia que todas las personas que conozco.
Realmente me gustaría ser ignorante, no entender nada y dejarlo pasar, pero mi espíritu tal vez necesite entender: ¿cómo voy a negárselo?
Caminamos juntos y me sentí en paz, me sentí plena aunque no te conozca lo suficiente. Supongo que viniste a mi vida para ayudarme a sanar, y como vos decís, la voluntad es mía.
Y no quiero que te vayas.
Cómo te explico que tus palabras (que tal vez para vos no signifiquen nada) atraviesan cada centímetro de mí y se quedan en mi corazón (en donde ya les hice un espacio).
Cómo te explico que sos increíble, que llegaste en el momento justo, que me encariñé con vos en el tiempo en el que corren tus pensamientos.
Cómo te explico que me ganaste porque sos diferente, porque pensás un poquito más que los demás, porque te preocupás de verdad.