El edificio era mucho más moderno de lo que Arianne esperaba. Su celda había sido toda de ladrillo, y los utensilios con los que comía eran de barro y arcilla. Parecía ser que era lo único antiguo. Las paredes de los pasillos eran a franjas plateadas y azules turquesa, con numerosos retratos de personas que no conocía de nada.
Arianne iba entre los seis hombres encapuchados, tres delante y tres detrás de ella. Dean iba en la retaguardia del grupo. Se cruzaron con otras personas, personas normales como ella y como Dean. O al menos Arianne quería creer que Dean era normal, pero con todo lo que estaba sucediendo ya no estaba segura de nada. Los tres hombres encapuchados que caminaban por delante de Arianne se pararon frente a una puerta más alta que un edificio de tres pisos, con numerosas especies botánicas a los lados. Arianne pudo reconocer lilas, ficus, tulipanes y alguna hiedra, pero había decenas de plantas más.
Uno de los encapuchados entró en la habitación, y salió a los minutos con un cesto en el que había numerosos ropajes. Se lo ofreció a Arianne sin decir palabra, y ella entendió que era para que se quitara la andrajosa ropa con la que llevaba 34 días en la celda negra, según le había comentado Dean. Arianne se puso un pantalón negro de tela y una camiseta gris sin ningún adorno. Se calzó unas sencillas zapatillas y se reunió con los hombres encapuchados y con Dean de nuevo.
Prosiguieron la marcha, y Arianne se fijó en que todas las personas que veía eran normales. Ninguna era un encapuchado. ¿Qué hacían allí? ¿Adónde se dirigían? Siguieron caminando unos minutos más, hasta llegar a una puerta tan alta como la anterior, si no más. Las grandes puertas con tallas de oro se abrieron y entraron a una estancia del mismo tamaño que la casa de Arianne. En las estanterías de los laterales había centenas, miles, millones de libros. Arianne se fijó en algunos títulos: "Sacrilegios mortales", "La niebla verde" o "Espesa oscuridad" eran algunos de ellos. En el centro de la sala había una mesa tallada en madera de roble, con nueve sillas a su alrededor. Dean se acercó a Arianne:
-Ari, no te asustes. Los hombres encapuchados te van a empezar a hablar. Es normal que nunca te hayan hablado, pero lo vas a entender todo. Vamos a sentarnos.
Arianne se acercó con Dean a la mesa de roble y ocupó un sitio a su lado. Los seis encapuchados se sentaron también, pero faltó un hueco por ocupar. Ellos eran ocho y alrededor de la mesa había nueve sillas.
-¿Quién falta? -preguntó Arianne a Dean.
-En breve lo descubrirás -fue su respuesta
Esperaron unos instantes, y entonces, la gran puerta por la que habían entrado se abrió de nuevo. Un séptimo hombre encapuchado entró y ocupó el lugar que faltaba. El nuevo hombre hizo una cosa que Arianne no se esperaba. Se bajó la capucha. Arianne por fin pudo ver el rostro de un hombre encapuchado. El hombre era completamente calvo, con la cabeza relativamente grande y una nariz prominente. La boca era solamente una fina curva en la cara completamente blanca. Pero lo que de verdad asustó a Arianne eran los ojos. Eran de un color rojo rubí intenso y transmitían una inmensa sensación de furia. La pupila era un pozo de oscuridad en ese mar de sangre. El séptimo encapuchado empezó a hablar con la voz grave:
-Hola, Arianne Wilkinson. Bienvenida a Násium.
-¿Násium? ¿Qué es eso? -quiso saber Arianne.
-Es nuestro hogar, nuestra vida, nuestro poder y nuestro todo. Te encuentras con la Antiquísima Orden de los Hermanos Encapuchados.
-¿Quiénes sois? ¿De dónde venís? ¿Por qué me habéis tenido encerrada?
-Te contaré nuestra historia:
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La Nigromante
FantasyEn un día normal, Arianne y Dean hacen un descubrimiento en la cabaña del conserje del instituto. Un descubrimiento que cambiará sus vidas para siempre. Siete poderes, muchos misterios y algo cobrando fuerzas en el Tártarum...