7. El jardín secreto

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Arianne estaba excitada. Desde que había ido a la biblioteca, sus ganas de aprender los poderes de la Orden habían aumentado con creces. Ya se imaginaba a ella misma enseñando sus capacidades a Dean y sus padres. "Estarán orgullosos de mí", se dijo.

Sus clases con Motum por fin iban a dar comienzo. Se levantó cuando todavía no había amanecido, ya que no podía dormir más de los nervios que tenía. Se aseó y vistió y fue a ver a Dean para hacer tiempo hasta que fuera a ver a Motum. Había tenido una charla con él la noche anterior para que le contara más datos acerca de los heptrianos y sus labores. Entre esos datos, uno de ellos era que los heptrianos se levantaban temprano para empezar a trabajar, así que supuso que ya estaría despierto. En efecto, así era. Le encontró en sus estancias leyendo un libro llamado "THA". Él no se percató de su presencia en la habitación hasta que Arianne se puso justo delante de sus narices.

-¡Hola Ari! ¿Qué tal? ¿Hoy empezabas a entrenarte con Motum, no?

-Hola. Sí, pero todavía me queda un rato y he pensado en estar contigo hasta que me vaya ‒ dijo Arianne, sonrojándose un poco.

-Me parece perfecto ‒ contesto él ­‒. Vamos a dar un paseo por el jardín.

-¿Qué jardín? ‒ preguntó Arianne desconcertada. No conocía la existencia de ningún jardín en Násium.

-¿No lo conoces? ‒ se asombró Dean ‒. Sígueme, te va a encantar.

Arianne y Dean comenzaron a recorrer los pasillos de Násium hasta que se pararon delante de un cuadro de dos metros de alto. En el cuadro se veía una gran explanada de hierba y una fuente rodeada de árboles. "Creo que son abetos", pensó Arianne. Dean movió la mano como si estuviera apartando el aire y el cuadro se abrió como si de una puerta se tratase. Arianne no daba crédito a lo que veía. Tras el cuadro había exactamente lo mismo que había representado en el mismo, pero con una diferencia. Aquello era real. Dean se adentró en el jardín y Arianne lo siguió. Se acercó más a los árboles y confirmó que, en efecto, eran abetos. Después, se dirigió a la fuente. Era como un pequeño lago. Tenía nenúfares flotando, había algún pez dentro y el agua era cristalina. Pero lo más imponente era la estatua. Justo en el centro, había una plataforma sobre la que se erguía una escultura de una criatura extraña. Tenía un cuerpo alargado pero fuerte, tres cuernos en la cabeza, una boca con muchos dientes de la cual brotaba el agua que caía abajo, seis patas, un par de alas y dos colas. Carecía de ojos.

-¿Sabes qué criatura es esa? ‒ preguntó a Dean.

-Sí, es el Vicérigo. ¿No te ha hablado algún hermano de él?

-No ‒ negó Arianne ‒. ¿Y qué es?

-A pesar del aspecto que tiene, el Vicérigo era una criatura buena. Los Siete colaboraron en su creación. Fue una gran ayuda en la lucha contra Stafford Lung.

-¿Y dónde está ahora?

-Ese es el problema. El Vicérigo ayudó a la Orden a vencer a Stafford, pero murió en la lucha a manos de este.

A Arianne le entraron escalofríos solo de pensar cuán poderoso debía ser Stafford para vencer a semejante criatura.

-Por eso se construyó esta fuente, en honor al Vicérigo, por lo vital que fue en su momento.

Arianne quiso haber sabido más acerca del tema, pero escuchó abrirse el cuadro detrás de ella. Era Motum.

-Hola, Dean. Hola, Nigromante. ¿Preparada para empezar a prepararte conmigo?

-Lo estoy deseando ‒ asintió Arianne ‒ ¿Dónde vamos a hacerlo?

-Aquí ‒ contestó él ‒. Dean, por favor, ¿te importaría dejarnos solos?

La NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora