1. Algo extraño

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Nada indicaba que algo fuera mal en la mañana del veintitrés de marzo. Arianne se despertó y siguió su rutina habitual: se dio una ducha, desayunó tostadas y un huevo revuelto, se lavó los dientes, se vistió y salió directa hacia el quiosco de la calle Stronghold. Compró su periódico favorito, "La Gacela Vespertina", como hacía todos los días. Montó en el metro y se dirigió hacia el instituto Summerhall como era habitual en ella. Para Arianne Wilkinson era un día como otro cualquiera.

Sin embargo, al llegar a Summerhall, Arianne empezó a notar que algo era extraño en esa mañana. No supo deducir qué era. ¿Tal vez el desayuno que hubiera tomado no estuviera bien hecho? ¿La profesora Perkins había cambiado de peinado? ¿Demasiado calor para un día de inicios de primavera? Arianne finalmente acabó atribuyendo lo raro del día al calor. Saludó al primer hombre encapuchado de la mañana y fue corriendo a clase de Historia del Arte, puesto que llegaba tarde, cosa también habitual en ella. Cuando entró, el profesor Quentyn ya había comenzado a explicar la lección del día: el arte de Mesopotamia. Arianne se disculpó por haber llegado tarde:

-Lamento la tardanza, profesor Quentyn.- dijo.

-No te preocupes, no habíamos empezado, pero la próxima vez que te retrases hablarás con el director Stephan. Es la sexta vez que llegas tarde en dos semanas.- replicó Quentyn.

Arianne se sentó en su sitio habitual en clase, al lado de Dean, que la saludó con un movimiento de cabeza y volvió a tomar apuntes sobre las vasijas mesopotámicas. Arianne sacó su libro de Historia del Arte, folios y un estuche y se dispuso a hacer lo mismo. Cuando sonó el timbre, salió de clase, saludó al segundo hombre encapuchado de la mañana y se dirigió a la cafetería para pedirse un capuchino y leer "La Gacela Vespertina". Dean se reunió con ella a los diez minutos. Pidió un té helado y le preguntó qué tal le iba el día.

-Sinceramente, no muy bien. Algo no va como otras mañanas.- se vio obligada a responder.

-¿Qué te pasa, notas algo?- quiso saber Dean,

-Sí, pero no lo sé explicar. Es extraño, como si algo perturbara la tranquilidad habitual de Summerhall.

Summerhall era un instituto muy tranquilo y de buena fama. Sus padres se habían dejado un buen dineral para matricularla, pero Arianne era una joven de calificaciones excelentes y decidieron que merecía seguir su formación en el lugar adecuado.

-¿Cuántos encapuchados llevas vistos hoy?- preguntó Dean.

-Solo do... No, espera, tres- dijo al ver al tercer hombre encapuchado de la mañana apoyado en la puerta de la cafetería. Se lo señaló a Dean y él giró la cabeza.

-No veo nada, sabes muy bien que no soy capaz de verles, Arianne.- replicó él.

- Lo sé, lo sé. Es que la extrañez de la mañana me tiene despistada.

El timbre sonó, por lo que Arianne y Dean se dispusieron a ir a su siguiente clase, Química Orgánica. Las clases continuaron hasta que llegaron las tres de la tarde. Arianne se despidió de Dean y se dispuso a ir a su casa.

-Hola, mamá.- dijo a su madre cuando llegó. La dio un beso y subió a su habitación para estudiar. Saludó al cuarto encapuchado del día y se dispuso a estudiar Literatura Inglesa para el examen del jueves. Cuando empezó a aprenderse a Charles Dickens, algo golpeó la ventana. Arianne se levantó y miró por el cristal. No había aparentemente nada ni nadie que pudiera haber golpeado la ventana, así que supuso que se lo había imaginado.

Se giró para volver al escritorio y gritó del susto al ver a Dean en la puerta.

-¡Eres imbécil, que susto me has dado! ¿Cómo has entrado? Ya sabes que mi madre no te aguanta desde que le rompiste el cuadro del salón con la raqueta de pádel. -gritó Arianne.

La NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora