4. Piromancia

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Arianne despertó cuando todavía no había salido el sol. A pesar de ser tan temprano, había dormido bien. Sus estancias eran grandes y cómodas. Poseía dos cuartos, uno para dormir y otro que hacía de baño. En el cuarto de dormir había una cama suficientemente grande para tres personas, con un colchón comodísimo, sábanas y una manta de lana. Había también un armario, en el que metió la ropa con la que había estado en la celda negra tras haberla lavado, una mesa con un par de velas, un escritorio y varias ventanas que daban a la calle. Por lo que le había contado Dean, Násium era visto por la gente de la calle como una vieja lavandería abandonada.

Arianne fue al cuarto de baño, se dio una ducha con sales aromáticas, se vistió y salió en busca del hermano Ignis, aunque fue él quien la encontró a ella.

-Acompáñame -le dijo-, vamos a mis estancias para que puedas entrenarte en el arte de la piromancia.

Sin decir nada más, empezó a caminar hasta pararse frente a una escueta puerta de madera, sin más adorno que una placa en la que ponía "Ignis". Se adentraron en la habitación y Arianne empezó a observar, pero el hermano Ignis la frenó para hablarle:

-Bien, Arianne. Eres la Nigromante, y como tal, debes instruirte en las siete artes de los Hermanos Encapuchados: el agua, la vida y las plantas, la tierra, la mente, el universo, los seres vivos y el fuego. Empezaremos por el fuego, del cual, como ya sabes, soy experto.

El hermano Ignis extendió los brazos a la altura del pecho como si fuera a cargar con algo, cerró los ojos, y la luz iluminó la penumbra de la habitación. Entre las manos de Ignis había surgido una estela de fuego que se movía haciendo un infinito. Arianne se quedó atónita y, de repente, le entraron ganas de empezar a instruirse.

-Lo que acabo de hacer requiere mucha práctica -explicó Ignis-, pero de seguro que podrás hacerlo en muy poco tiempo. Empezaremos tu instrucción haciendo que enciendas una simple vela.

Ignis se acercó a un armario y sacó un candelabro de cuatro velas. Lo puso en una mesa enfrente de Arianne y dijo:

-Adelante, prueba.

Arianne no supo que hacer. Las velas siempre las encendía con cerillas o con un mechero. ¿Cómo lo iba a hacer? Preguntó a Ignis y su respuesta fue otro "Prueba".

La Nigromante cerró los ojos e intentó concentrarse, imaginar una llama. Utilizó muchas técnicas, pero la mecha siguió apagada. Entonces Ignis habló:

-Tienes que imaginar que tú misma eres el fuego, una llama incansable que no se apaga nunca. Siente el calor en tu interior, enciende la vela y subiremos el nivel.

Arianne se acercó a la mecha de una de las cuatro velas, puso sus manos alrededor de ella y empezó a moverse. Estaba empezando a notar algo, no sabía que.

De repente, de la mecha salió humo y una pequeña llama apareció en la vela.

-Enhorabuena, Nigromante. Has entendido en que consiste la técnica de la piromancia. Ahora, enciende las otras tres velas.

Arianne puso las manos alrededor de otra vela, se concentró, volvió a sentir algo en su interior, y la vela se encendió. Hizo lo mismo con las otras dos velas, cada vez en menos tiempo. Ignis sacó entonces una tabla de madera y echó un polvo negro encima de ella.

-Esto es pólvora, Arianne. Quiero que la enciendas, pero creará una gran llama y chispas que probablemente te toquen. No quiero que te muevas, sino que el fuego te golpee. La clave de la piromancia es ser inmune al fuego.

Arianne se acercó con temor a la tabla mientras Ignis se apartaba para observarla mejor. Colocó las manos en la misma posición que en las velas y del polvo negro empezó a salir humo. De repente, una enorme llama salió y tocó a Arianne en la barbilla. Ella se apartó rápidamente, pero ante los gritos de Ignis se volvió a acercar. Las chispas le provocaban marcas rojas en la piel, pero Arianne se dio cuenta de que desaparecían al instante. Tocó la llama, que crecía por momentos, y lo único que sintió fue un leve calor en las yemas de los dedos. Se giró riendo hacia Ignis, que no rio, pero le devolvió una mirada roja en la que notó un matiz de aprobación. Ignis habló:

-Nigromante, ahora quiero que la apagues. Absorbe el calor de la llama, deja que se adentre en tu cuerpo, que pase de la pólvora a tu interior.

Arianne cerró los ojos, abrió los brazos como si fuera a dar un abrazo y la penumbra volvió a la habitación. Notó un leve cosquilleo en su cuerpo, parecido al de cuando estás nervioso, pero más intenso.

-Arianne -dijo Ignis-, verdaderamente me estás impresionando mucho. A mí, el hermano experto en el fuego, me costó mucho tiempo aprender a ser inmune a las llamas. Y tú lo has logrado en tan solo unos minutos. Sin duda mis seis hermanos y yo no nos equivocábamos, eres la verdadera Nigromante.

Arianne sonrió e Ignis volvió a hablar:

-Bien, ahora debo explicarte algo. Cada Hermano Encapuchado poseemos un "Dran". El Dran consiste en la expansión máxima del poder de cada uno. Mi Dran es el infinito de fuego que he hecho antes. Puede no parecer mucho, pero si hubiera movido las manos apuntando en otras direcciones habría quemado mi estancia entera. Los Dran son potentes, sí, pero debilitan a la persona que los ejecuta. Arianne, sé que tan solo llevamos un rato de clase, pero te veo preparada para intentar el Dran del fuego. También te advierto de que si consigues hacerle, probablemente te desmayes y estés dormida tres o cuatro días. A pesar de esto, ¿quieres intentarlo?

Arianne dedicó un momento a pensar, hasta que acabo por responder a Ignis con un asentimiento de cabeza.

-Bien -dijo él-, debes concentrarte como nunca lo hayas hecho. Siente el calor, atráelo hacia tus manos y cuando seas su dueña, extiende su poder hacia aquellos muñecos de allí -le señaló un par de muñecos de paja sin nada a su alrededor-. Yo estaré preparado para ayudarte por si te debilitas.

Arianne asintió y colocó los brazos en la misma forma que lo había hecho Ignis al principio de la clase. Se concentró y notó como su temperatura empezaba a aumentar. Intentó llevar todo el poder de su cuerpo en las manos. Así, tras unos instantes, una pequeña llama empezó a hacer el ciclo del infinito entre sus dedos. "Haz que crezca", oía decir a Ignis. Arianne lo intentó, hasta que la llama tuvo un grosor de unos diez centímetros.

-Perfecto -dijo Ignis-, ahora expulsa las llamas hacia los muñecos.

Arianne extendió los brazos hacia adelante. El infinito se extendió y se separó en dos enormes llamaradas que dieron a los muñecos de lleno. La paja ardió al momento, y como impulsada por una fuerza desconocida, Arianne corrió hacia ellos y los apagó.

La Nigromante empezó a ver nublado, hasta que sus ojos se cerraron por completo.

Cuando despertó, Arianne se encontraba en su cama. El hermano Ignis estaba sentado a su lado.

-¿Te encuentras bien, Arianne? -le preguntó

- Sí, tan solo un poco mareada. ¿He dormido mucho tiempo?

- No, Arianne. Has dormido solamente dos horas. Verdaderamente, tienes mucho potencial para que un Dran te afecte tan poco. Ahora escúchame, quiero que practiques la piromancia sola, aquí en tu cuarto. Te he dejado en el armario artefactos que te pueden ayudar. Pero si quieres volver a intentar el Dran llámame primero.

Arianne le dijo que estaba de acuerdo e Ignis se fue.

Los siguientes días, Arianne hizo pruebas con pólvora, llegando incluso a hacer flores y estrellas con las llamas.

Dean la ayudaba también, y se quedaba asombrado ante el poderío de la Nigromante.

Intentó el Dran dos veces más. En la primera, durmió apenas veinte minutos. En la segunda, tan solo se cayó al suelo. No se desmayó, lo que causó las alabanzas de Ignis.

Arianne Wilkinson, la Nigromante, había conseguido dominar el primer arte, la piromancia.

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