Un Amor Prohibido

Capítulo III

Jace

¿Quién se creía ese tonto que era? Primero el incidente de ayer en el que me lastimé la muñeca y ahora esto. ¿Por qué se comportaba de manera tan hostil? Peor aún, ¿por qué me molesta eso a mí? Como sea pensé, no lo volvería a ver más y no dejaría que eso afectara mi estadía en Rusia. Terminé de colocar a Dawn en su cuadra dentro del establo.

Estuvo bien la cabalgata ¿no Dawn?- dije mientras la cepillaba- al menos hasta que nos encontramos con ese gamberro- recibí un relincho como respuesta.

La peiné durante unos minutos más y luego le coloqué heno y avena fresca junto con agua helada, como le gustaba. Por último le coloqué una manta en el lomo por el frío y me dirigí al interior de la casa por la puerta trasera. Rex iba pisándome los talones en espera de una de sus golosinas del día. Entré a la cocina tomé una manzana, la partí por la mitad y se la di porque así le era más fácil masticarla, ya se estaba haciendo viejo.

Subí hasta mi habitación y me dispuse a organizar los libros que había comprado ayer y de paso coloqué el atrapa-sueños en la esquina izquierda al lado de mi cama. Era la casa de mis tíos pero debido a mis constantes visitas y al mucho espacio en su casa me habían asignado una habitación permanente que yo ya había decorado como a mí me gustaba, para ser sincera disfrutaba más de este espacio que de mi cuarto en Inglaterra.

Las paredes eran de un azul "Perseo", como lo llamaban, con los muebles en blanco y el resto de los accesorios en azul "Navy". La cama de tamaño Queen se haya en el centro de la habitación llena de almohadones; a ambos lados había una mesita de luz con sus respectivas lámparas; al lado izquierdo en vez de haber una pared había una ventana desde arriba hasta la mitad con cortinas blancas, la pared que era la otra parte tenía un desnivel que funcionaba como un pequeño asiento para poder leer, dibujar o escuchar música; la pared frente mi cama estaba cubierta totalmente por un librero, que mis primos me habían construido y con el paso de los años había ido llenando con una variedad de libros; entre la puerta de entrada a mi habitación y el estante de libros se hallaba otra puerta que daba a mi armario y por último al lado derecho de la cama se encontraba otra puerta que conducía a mi baño el cual contaba con una ducha y una exquisita tina. Amaba ese cuarto.

Me desvestí y peiné mi cabello antes de entrar a la ducha y relajarme por un momento, en ese instante note que mi collar no estaba. Salí desnuda del baño y busqué por toda la habitación la cadena, estaba desesperada. Me puse la bata de baño y salí a buscarlo por donde recién hubiese pasado desde que llegué de cabalgar. ¡Cabalgar! Claro, tiene que haber sido mientras cabalgaba o cuando estuve en el establo. Salí a las cuadras de los caballos y casi me muero por el frío, seguro que me amputarían los dedos de los pies con esta nieve, pensé. No me importó, igual lo busqué cuando llegué, los ojos de Dawn me seguían de arriba a abajo con curiosidad.

Si no estaba en ninguno de esos lugares tiene que haberseme perdido cuando andaba cabalgando. ¡Maldición! Me senté y me eché a llorar. Ese collar significaba mucho para mí, era una reliquia familiar. Simbolizaba tanto, pensaba mientras me corrían las lagrimas. Cuando me hube sentido un poco mejor me puse de pie e ingresé con desgana hasta la casa, casi ni mi importó el frío, aunque a mis pies sí.

Subí de nuevo a mi habitación para tomar una ducha súper caliente. Al terminar, me sequé rápidamente y en seguida me puse mi camisa favorita que solía usar solo para estar en casa ya que estaba muy gastada, mientras pensaba en la pérdida. Tomé el libro de Jane Eyre que leía en ese momento y me desconecté del mundo a mí alrededor.

No me di cuenta de que me había quedado dormida, para cuando desperté ya era hora de almorzar y había quedado con mis amigos, Iván y Kisha. Me vestí apresuradamente y después de avisarle a mi tía salí a encontrarme con ellos en un acogedor restaurante que visitábamos todas las semanas sin falta.