VII. El inframundo.
Solo logré ver la cara angustiada de Tenten antes de sentir el dolor de la muerte, una opresión en el pecho que hace un año no tenía corazón, una punzada y un sonido a que un cristal se rompía; caí al suelo, pero sentía que caía desde una altura mayor y que seguía cayendo.
Lo bueno de caer es que al final llegas al suelo y después de un rato ocurrió lo que más temía: caí hasta el fondo. Al golpear el suelo no sentí el dolor como cuando Tenten me tacleó, no sentí nada. Por fin estaba en el inframundo, pero por extraño que pareciera, no sentía que fuera tan diferente a la tierra incluso me recordaba a mi antiguo hogar junto con los cupidos, tal vez era la seguridad de que ya estaba muerto lo que me hizo sentir tan cómodo ahí.
La tierra es estéril a pesar del caudaloso río que sigue su cauce hasta donde alcanza la vista, no hay construcciones, no hay chozas, no hay arboles vivos sólo los troncos llenos de ramas secas, sólo montes y colinas infinitas en las que nacen el alimento de los muertos, unas vainas con semillas que no servían para alimentar sino para que nadie regresara*; una bruma de oscuridad cubre por completo el inframundo mientras el olor de descomposición impregna las fosas nasales hasta que terminas acostumbrándote.
¿Debía moverme? ¿Hacia dónde? Y pensé que lo más inteligente era seguir el cauce del río, caminé no sé por cuanto tiempo, pero eso no importaba ya, estaba muerto, el tiempo no importaba ahora, sé hacia donde debo ir: tengo que seguir hacia el palacio de Izanami; pero ¿Cómo llegaré ahí?
Caminé y caminé, un paso tras otro. Al seguir el curso del río me llevó a lugares cada vez más oscuros; debía ser cuidadoso, era de conocimiento general que ahí se encontraban los humanos muertos, pero también monstruos al asecho que no dejarían que entre al palacio de Izanami. Debía llegar ahí y ser juzgado, pero mientras más caminaba el hambre que comencé a sentir empezó a crecer, no sabía que los muertos pudieran sentir tanta hambre.
Me acerqué a una de las vainas del alimento de los muertos, pero antes de que pudiera comer una de las semillas una mano me detuvo. Se mostraba agitada, su pecho se movía con su respiración, lo que significaba que ella estaba viva; los ojos castaños me veían con enojo y con reprobación, pero ¿Ella que sabe de mí? Estoy hambriento y no la conozco. Fruncí el ceño y moví mi mano, tirando la semilla y alejando su mano en el proceso.
—Neji, no lo hagas —pidió la chica —, sabes que pasará si comes aquí —. Claro que lo sabía, ya estaba muerto, lo que faltaba para mi iniciación era ir hacia el palacio de Izanami y comer la semilla, luego podría esperar aquí hasta la reencarnación.
—No te interesa lo que haga, no te conozco —. La chica se mostró asustada por un momento, después con seguridad habló.
—Sé que no confías en mí, pero yo te conozco, por favor créeme —esta vez me tomo ambas manos —, eres... bueno, eras un cupido; Eros me advirtió de esto, mientras más tiempo estés aquí más se te olvidará la memoria de lo que fuiste —. Se veía sincera, en sus ojos se veía la preocupación que tenía y mientras miraba con atención su rostro sabía que lo había visto en otra parte, pero por unos instantes observé el rostro de otra chica, los mismos ojos chocolate, pero con pecas adornándole el rostro; de un momento a otro la visión de la otra mujer se fue.
—Me llamo Tenten, viviste conmigo unos meses después de perder tus alas, odias a Cupido, él fue quien te asesinó.
Estaba seguro que la conocía, pero me frustraba no saber dónde la había visto. Si la había conocido en el mundo humano fue hace tiempo— ¿Hace cuánto morí? —Pregunté, quizá todavía tenía oportunidad de salir de aquí, pero por la mueca que hizo la mujer supe que había pasado más de una semana.
—Casi un año —admitió con vergüenza. Vaya, un año muerto vagando por el inframundo. Estaba jodido —, pero eso no importa si no has comido aquí, ¿lo has hecho? Si lo hiciste no podré ayudarte más, Neji.
—No he comido nada. En todo este año he caminado hacia el palacio de Izanami —La mujer sonrió aliviada, por un instante pensé en lo bella que era su sonrisa. Estar muerto me afectaba —¿Para qué estamos aquí?
—¡Neji, no! —Se cubrió el rostro con las manos llena de frustración —¡Tú eres el único que sabía dónde está la peineta, el bambú o lo que sea que quiere Cupido!
—No es cierto. Es conocido por todos los muertos que el bambú se encuentra a unos kilómetros antes de la salida al mundo, el problema es salir. Un muerto no puede salir por ahí. No puedo salir, mi destino es llegar con Izanami y comer el alimento de los muertos.
—Deja de quejarte de todo y escucha, te puedo sacar de aquí —Me tomó de los brazos, no había notado lo alto que estaba a comparación de ella —, sólo tienes que guiarme hacia la salida, yo debo cortar el bambú. No has comido el alimento de los muertos, podrás quedarte en el mundo si salimos.
—Está bien —. La guie siguiendo la corriente del río durante varios kilómetros, los muertos se le quedaban observando a la mujer, pero no podían hacerle mucho porque ahora solo eran sombras, lo que más me preocupaba era que nos encontráramos con algún monstruo, no tendría como defenderla.
—¿Por qué tardaste tanto en llegar al inframundo? —Traté de hacer conversación. No era sencillo entrar al inframundo cuando sigues vivo, lo que me sorprendía era el tiempo que le llevó.
—Oh, ha sido un año muy movido. Necesitaba una espada especial. Conocí a mi madre y arreglé algunos problemas de Amaterasu con el padre de Sasuke, ¿Sabías que él también es hijo de un dios?
—No sé quién es Sasuke, ni tenía idea de eso—. Tenten solamente se rio de mí.
—Cierto, seguramente ya has olvidado a Sasuke. No puedo creer que muerto sigas enojándote por cosas así —vaya, me conocía bien —. Bueno, el caso es que esta espada de aquí —Me mostró una katana. Era corta, de color verde, como si fuera de jade, con varias ondulaciones en la forja formando ondas que terminaban hasta la punta, sin curva y con doble filo—, te presento a Kusanagi** ¿no es hermosa? —Tenten parecía una niña con un juguete nuevo.
Al fin, después de tanto caminar pude ver la montaña en la que se cimienta el palacio del Yomi. Era una construcción enorme aunque austera, la única construcción en todo el inframundo, un conjunto de torres, edificada con muros enormes y ventanales grandes como puertas, no se sabía el final del río pues este seguía hasta dentro del palacio por medio de un canal.
Los muertos entraban con un cuerpo físico y salían como sombras, la oscuridad y falta de visión hizo que Tenten se sujetara de mí, claro, ella no podía ver el palacio, ella estaba viva. Eso significaba que el bambú estaba entre el palacio y la roca gigante que tapaba la salida del inframundo.
Sabía que nos encontraríamos con algún percance en algún momento, lo que nunca me imaginé fue ver a un descomunal ogro rojo que en un instante nos cerró el paso. Tenten estaba en peligro.
— Neji, corre hacia el bambú, en un momento te alcanzaré —Tenten desenvainó la Katana, la sujetó con ambas manos y sonrió. Una luz casi cegadora comenzó a brotar de Tenten como un aura, entonces era verdad que era hija del sol.
La luz hizo que el ogro perdiera el balance, pero también advirtió a los demás monstruos que se encontraban cerca de nosotros; comencé a correr hacia el pequeño bosque de bambúes, eran solo cuatro tallos de quizá veinte metros, con que nos lleváramos uno sería suficiente para lo que sea que lo necesitara Cupido.
Al llegar ahí busqué a Tenten con la mirada, con la espada atacaba a los ogros que huían al ser lastimados. De repente, de una de sus bolsas sacó una bolsa de arroz, arroz de la tierra de los vivos, lo arrojó al aire eso hizo que los ogros se distrajeran recolectándolo; después corrió hacia mí, la luz que emitía era la suficiente para iluminar su camino.
Al llegar hasta mi estaba cansada, uno de sus moños estaba arruinado, las ropas estaban rasgadas y tenía una contusión que cubría toda la mejilla izquierda. No se detuvo a descansar, con Kusanagi cortó desde la base el bambú más delgado se colocó la base en el hombro y yo sujeté lo demás.
Corrimos a la roca que cubría la salida con esperanza de poder moverla, según los mitos sólo Izanagi podría mover la roca. Dejamos el palo de bambú en el suelo y comenzamos a empujar. La luz del sol advirtió a Izanami, pero estaba demasiado lejos para hacer algo, dejó que nos fuéramos sin pelear.
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Estúpido Cupido
Hayran KurguCupido me ha flechado, la riqueza me da igual, solo ha de consolarme mi marino audaz jovial, una flecha de Cupido vi mi pecho atravesar y ya nada me consuela como mi marino audaz jovial. Neji es un ángel de Cupido, tiene un deber que cumplir: encont...