ETERNAL | Andy Biersack | Alissa Lindberg

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Su búsqueda no daba resultados y su vida seguía.

Había dejado los estudios por razones evidentes de su eterna búsqueda por Alissa.

Había hasta pasado meses al otro lado de los Estados Unidos para encontrarla, y cada vez su esperanza disminuía. Pero como él mismo decía, está viva hasta que se demuestre lo contrario.

La señora Lindberg, que envejeció más rápido durante este tiempo, se encontraba débil en su salud, los resfriados, gripes, hasta enfermedades destructivas como la Artrosis y la Anemia no la dejaban descansar en paz. Lamentablemente sus defensas bajaban cada vez más en la angustia de la desaparición de la que fue su hija y la reciente muerte de su esposo gracias al alzahimer y las fuertes lesiones que le causaba la demencia.

El futuro de aquella familia era horrible para haber pasado 2 años de la desaparición de Alissa.

Para lamento de Andy, se había vuelto un alcohólico y adicto al cigarro. Mantenía una relación con Juliet, que pensaba dejar apenas Alissa volviera, pero su suerte y la de su alrededor no era muy buena.

—Tu no entiendes Andy —dijo limpiando sus lágrimas —. Soy una estúpida, una estúpida que nunca aprende, joder —le dio una fumada a su cigarrillo de cannabis.

—¿Puedes dejar de fumar esa porquería? Odio ese olor.

—Estás envidioso porque esta mierda te da alergia.

Se formó un pequeño momento de silencio, lo suficiente te para que Andy ideara alguna pregunta.

—¿Cuántas botellas de vodka llevas?

—2, casi tres —dijo tomando un sorbo como si de agua se tratase.

—Estás loca.

—Si que lo estoy.

—Te vas a terminar matando —dijo preocupado.

—No me importa, así podré descubrir si hay vida después de la muerte.

La quedó mirando, algo dentro de él crecía tan rápido, miedo y angustia, no quería ver a su amiga en unos días muerta, eso le destrozaba, sin embargo hablamos de Alissa, y no moriría a no ser por alguna sobredosis, muerte natural o por algún asesinato.

—Te odio, tonto. Siempre tienes la maldiga razón.

—A veces tu la tienes.

—Solo cuando se trata de droga o mafia, Andy —rió sarcásticamente —. ¿Quieres? —le ofreció la botella de vodka.

—¿Señora Lindberg, se encuentra bien?

—Si cariño, solo es la gripe de nuevo.

—Le traeré sus medicamentos —se apresuró en decir.

—No, aún me quedan de la ultima vez. Escucha Andy, debo decirte que gracias por toda tu ayuda y apoyo que me has dado desde que mi niña desapareció.

—Eso no se agradece —dijo en un intento de consolar a la anciana, sus arrugas y cabello canoso había avanzado muy rápido.

—Solo quiero decirte que en el caso de que Calíope no vuelva, quiero que seas heredero de todo lo que queda.

—Eso es imposible, Alissa va a volver y se recuperará.

—Andy, he intentado tragarme ese cuento, pero han pasado dos años, ella no va a volver; Quizás que le habrá pasado, pero ya no quiero pensar en eso —tomó un sorbo de su vaso de vino.