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—¿Qué pasa Andy? Hace días que ni siquiera me hablas.

—No es nada Alissa.

—¿Fue Erik otra vez? —un breve silencio se apoderó —. Maldito bastardo, esta vez lo mataré —la rabia de Alissa era una de las cosas que más le asustaba a Andy. Sus puños cerrados, a punto de explotar por la fuerza contenida, y a pesar de que no fuese común, unas pequeñas venas se marcaban en su cuello, su rostro enrojecía y la peor parte eran sus ojos, una mirada de querer matar.

Caminó rumbo a donde supuestamente debería estar Erik vendiendo su propia mercancía a los estudiantes.

—¡Calíope! No es para tanto.

—¿No es para tanto? —lo miró como si fuera estúpido. Inmediatamente le subió la camisa negra encontrándose con una gran mancha morada y con toques aún rojos y amarillentos —. ¿No es para tanto Andy? ¿Me ves cara de retrasada o qué? —estaba a punto de darle un golpe, pero el pobre no se merecía eso.

Siguió su camino hasta encontrar a un pobre chico sin vida en la que su tiempo total se basaba en imaginar situaciones calientes con la chica.

—¡Erik! Bravo, increíble, fue asombroso y caeré en tu cama —aplaudía mientras se acercaba, mientras que los estudiantes cerca se acumulaban en un círculo, quedando en primera fila Andy —. ¡Ja! Como si fuera a pasar, estúpido.

Desearía no contar aquella macabra pelea en la que Erik quedo con dos cortadas y miles de moretones, mientras que Alissa con un pequeño corte en su hombro y otros moretones más en su cuerpo. Pero a ninguno le convenía ir a un hospital o ir a juicio, realmente a ningún estudiante le convenía ser un soplón, digamos que ambos chicos tenían un As bajo la manga.



—Vamos Andy, deja de fumar, ya llevas 3 cajas —dijo Juliet.

—¿Puedes bajarte del auto por favor? Debo ir a recoger a la señora Lindberg del hospital.

—Estas equivocado cariño, si piensas que te dejaré ir en este estado eres hombre muerto.

—Prefiero morir, ¿te bajas ya?, ¿o es necesario una invitación?

—Ya no sé que te pasa Andy, si vas a pensar en la desaparición de Calíope en toda nuestra relación, olvidate de mi.

—Adiós Juliet, descansa —le plantó un beso en la mejilla, la rubia se bajó del auto diciendo miles de maldiciones en voz baja.

Terminó de fumar la cuarta caja y partió rumbo al hospital, donde recogió a la señora Lindberg y partieron rumbo a su casa.

—¿Quiere cenar hoy con nosotros? —dijo Andy, tal vez una distracción le haría bien a la anciana.

—Te lo aceptaría, pero estoy demasiado canasada, si quieres puede ser mañana.

—Claro, no hay problema. Venga, la llevaré a su cama.

—No te preocupes hijo, mejor descansa, tampoco han sido días fáciles para ti.

—Tiene razón, pero si Alissa se entera de mi descuido me mataría.

La anciana rió melancólica, ya ha sido un año y nadie sabe nada de ella, pero Andy no se daba por vencido hasta que al menos apareciera su cuerpo.

A la anciana no le quedaba de otra, Andy no se rendiría hasta llevarla a su cama, y así fue. Andy ordenó todo en su lugar y cerró la casa para irse a la suya.

—Andy, hijo. Ven, queremos hablar contigo —dijo su madre, interrumpiendo su camino.

—¿Qué pasa?

ETERNAL | Andy Biersack | Alissa LindbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora