Jeffrey Woods

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De golpe todo es negro... La oscuridad lo regresa súbitamente a la realidad, cayendo en cuenta de que había estado en trance otra vez. Aparta algunos trozos de tierra del suelo con sus dedos cayosos, recuesta su espalda en la pared con lentitud y fija su vista en el techo. Aquel sueño... Fue como si lo hubiese vuelto a vivir, como si irónicamente sus demonios se aseguraran de que no olvide la clase de persona que era antes, y que ahora era sólo un mero vestigio de lo que solía ser.

Los recuerdos eran su único tormento durante la soledad en aquel lugar, el tiempo había pasado y esa se había hecho su costumbre, aquellos que persistían tanto en quedarse con él, igualmente... No quería olvidar, olvidar y perderse.

Había notado cambios en él, definitivamente. Si bien la delgadez perduraba aún, había notado sus piernas mas largas, al igual que su cabello, torso y brazos. Su sonrisa se había agrietado, y su piel parecía cuero blanco. ¿Cuántos cumpleaños se habría perdido ya? Se preguntaba algunas veces, pensándolo una y otra vez pero sin llegar a ninguna fecha exacta, como si eso verdaderamente tuviera importancia. Se reía de ello a menudo.

Sin embargo, consciente o no de ello, sus "encuentros" con él lo habían transformado y moldeado, convirtiéndolo en una especie de muñeco de trapo, sin alma y sin la chispa que no quería aceptar; estaba agonizando junto con lo poco y nada de su cordura.

Abrazándose a sí mismo, en el rincón en el que ha estado por a saber cuánto tiempo, intentó revivir una vez más en su cabeza a la figura de donde provenía la voz de su adolescencia, aquella que había nacido desde las cenizas de Woods y que terminó por abandonarlo de a poco cuando vino a parar ahí, esa que se oía tan amigable y que ahora se regodeaba en su miseria y lo observaba desde la penumbra mientras lloraba hasta que sus ojos ardieran por su ausencia, esa misma voz que dio lugar a otra mucho más profunda, automática y que era lo que resonaba dentro de su cráneo constantemente. Ella le decía que se lo merecía, y él le creía.

De alguna forma se las había arreglado para sobrevivir y convertirse en aquello. Y personalmente, no estaba seguro si lamentaba que el espejo hecho trizas frente suyo se volviera completamente inservible al cubrirse con moho y a saber qué otras porquerías, impidiéndole admirarse con el ojo que le quedaba como recordatorio de sí mismo. Aún así, le trasmitía un inquietante pudor la sola idea de siquiera inclinarse y reflejarse en algunos de los muchos trozos esparcidos por la habitación.

Y eso, era sencillamente aterrador.

Quizá casi tanto como que algo como eso se volviera incluso natural para él. Costumbre, decrepitud... Sumisión. No lograba decidirse, pero era mejor así. Hubo un tiempo en que estaba consciente de que no podía permitirse a sí mismo aceptarlo. Desde el parricidio en casa se había vuelto muy intolerante con respecto a las cosas con las que no estaba de acuerdo, como si su palabra fuera la ley y tuviese que ser escuchada, porque estaba seguro de ello. Amén de que ahora mismo no tuviera mucho de aquello... Le gustaba pensar que todavía había una pizca de sí mismo en la cáscara en la que se había convertido.

Pero cuando se intercambian perspectivas, todo se invertía al referirse a él. Su cabecita que siempre estaba dando rienda suelta a sus divagaciones, llegó a pensar que la razón de todo aquello es que simple y llanamente el tipo estaba aburrido. Si no estuviera tan en la mierda, casi empatizaría con eso, porque lo entendía. Pero desechaba la idea al momento; cuando él parecía que experimentaba con cada fibra de su cuerpo, accionando y descubriendo nuevas formas y lugares para causar dolor, como una rata de laboratorio... Entonces, no había que sacar muchas conclusiones. Obviando los comentarios aberrantes, era ridículamente serio haciendo lo que hacía, así fuera denigrarlo. Al final, siempre llegaba a la conclusión de que no tenía sentido buscar razones, que era mejor opción limitarse a... Simplemente existir. Porque Jeff no es que tuviera las cosas muy claras para ese momento pero lo que sí tenía marcado a flor de piel, es que aunque se empeñara en dejarlo como lo dejaba, nunca moriría mientras él no quisiera. De todos modos, lo único que podía hacer si no era estar llorando y chillando como cerdo, era pensar... Demasiado.

Mi Condena (SlenderXJeff) ThreeshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora