Capítulo 23

36 4 0
                                    

Cien centímetros es un metro, mil metros un kilómetro, y un hectómetro es igual a diez decámetros. Esto es capaz de resolvértelo cualquier alumno de primaria, incluso también es capaz de decirte cuántos hectómetros son diez decímetros y cuántos milímetros hay en 0.03 decámetros. Ahora bien, no le preguntes cuánto mide la mesa de su cocina, porque posiblemente no sabrá si mide un metro o treinta.

-Buenos días, guapito –me saludó Paula desde la puerta de mi aula diez minutos antes de que mis alumnos volviesen de su hora de educación física-. ¿Puedo pasar?

-Sí, claro. ¿No tienes clase?

-Están en inglés, vuelven ahora.

-Ah, pues buenos días –le dije devolviéndole el saludo.

-Buenos por decir algo, porque lleva lloviendo desde ayer por la noche.

-Me reitero en los buenos días que te di. Me gusta la lluvia –le repliqué con una sonrisa.

-Qué pasa, ¿al profe nuevo no le gustan los días soleados? –me preguntó con cierto tono burlón.

-Sí, sí me gustan. Pero los días grises me parecen más libres porque no te obligan a ser feliz.

-Qué profundo. Creo que voy a pensar en esa frase toda la mañana –me contestó con una ironía que, poco a poco, el aumento de confianza le impulsaba a mostrar.

-Mientes –respondí.

-Sí, es que la mentira me parece más libre porque no te obliga a decir la verdad.

-Interesante. Pero no lo digas riendo porque, paradójicamente, pierdes la gracia.

-Perdón, no sabía que estaba hablando con el rey del humor. Por cierto, ¿qué haces con tantos metros encima de la mesa? –me dijo señalando los cinco medidores situados junto a mí.

-Son de los chinos. Me costaron cuarenta céntimos y se los voy a vender por un euro a cada uno de mis alumnos que no haya traído el suyo de casa.

-Está bien pensado –volvió a ironizar.

-Sí, luego reinvertiré el dinero en unos nuevos medidores y así sucesivamente, hasta que me dé para comprar una casa o, en el caso de ver que el proyecto es demasiado ambicioso, un coche.

-¿Y qué vais a medir? –curioseó Paula tras hacer oídos sordos a la tontería que le acababa de decir.

-Pues no sé, lo que ellos quieran. Lo que tengo claro es que no vamos a hacer la mierda de ejercicios que propone el libro de texto.

-A mí tampoco me parecen tanta mierda, los niños llevan aprendiendo con el libro de texto años.

-Pedro trabaja a cinco kilómetros de su casa. Al salir del trabajo dirección a su hogar, su coche se para tras recorrer cuatro mil novecientos metros. ¿Cuántos decímetros debe recorrer Pedro a pie para salvar la distancia que separa el coche de su casa? –entoné, a modo de broma, un enunciado que acababa de inventar pero que podía aparecer tranquilamente en el libro de texto-. Si a mí Pedro, así como su coche y su casa, me la suda, no quiero ni imaginar la motivación que pueden tener mis alumnos en saber los decímetros que tiene que caminar para llegar a su casa.

-Pero el caso no es que estén motivados o no. El caso es que aprendan a hacer operaciones con distintas unidades de medida, y resolviendo esos ejercicios es cierto que quizás no estén motivados, pero aprenden. Es decir, entiendo tu punto de vista y que quieras que tus alumnos se lo pasen bien aprendiendo, pero ello no quiere decir que esos ejercicios sean inútiles y que no sirvan para aprender.

-Es que no sirven, Paula. Esos ejercicios, simplemente, te enseñan a resolver esos ejercicios. Por lo que aprenden a resolver esos ejercicios pero no a darle utilidad. Uno aprende lo que le motiva, refiriéndome con aprendizaje a algo que no se olvida a los dos días. Porque yo mañana te hago un examen de fechas históricas y vale, hoy te las estudias y mañana me las pones todas bien. Pero no las aprendiste, las memorizaste. Porque dentro de tres semanas te hago el mismo examen sin avisar y suerte tienes si te acuerdas de la mitad.

-Yo, y estoy segura que tú también, he aprendido a trabajar con unidades de medida a partir de ese tipo de ejercicios. Y qué quieres que te diga, no me he olvidado de cuántos decímetros tiene un decámetro. ¿Tú te has olvidado?

-No, pero con veintidós años aún no sé para qué me sirve saberlo.

Historia de un maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora