Capítulo 28

46 4 0
                                    

La forma en que uno hace las cosas es más importante que lo que obtiene con ellas, porque debemos aprender que podemos hacer todo bien y aún así fallar. Dar el cien por cien es lo único que asegura una modesta satisfacción en la derrota. Una vez escuché que es imposible ganar algo sin perder otras cosas. Lo que debes procurar es que ganes lo que ganes, jamás seas tú el que se pierda.

Un profesor de mi facultad pidió que sus nuevos estudiantes de magisterio no fuese gente que simplemente quisiese enseñar a niños. Pidió que fuese gente que, además de eso, quisiese prepararse para enseñar. Si algún día tuviese que analizar a un profesor, prescindiría de los resultados y examinaría el método. No siempre gana el mejor, pero el mejor camino para ganar es intentar serlo. Resultados o excusas, tú eliges, pero las dos cosas a la vez no las puedes tener. Si quieres hacer algo, hazlo. No hay nada más peligroso que no arriesgarse. "Tal vez suponga perder novias, esposas, familia, trabajos y quizás hasta la cabeza. Tal vez suponga no comer durante tres o cuatro días. Tal vez suponga helarte en el banco de un parque. Tal vez suponga la cárcel, la humillación, el desdén y el aislamiento. Si vas a intentarlo ve hasta el final. No existe una sensación igual" (Charles Bukowski).

-Carlos, antes de salir pasa por mi despacho –me ordenó Miguel, el director, desde la puerta de mi aula una vez que todos los niños se habían marchado.

-¿Pasó algo? –pregunté automáticamente-. Podemos hablar aquí si quiere.

-De acuerdo –respondió mientras se acercaba-. Quería preguntarte qué tal fue la reunión con los padres la semana pasada.

-Pues muy bien, la verdad. Estaba un poco nervioso porque era la primera vez que estaba en ese contexto pero creo que la gente salió contenta.

-De eso quería hablarte –miró un par de segundos al suelo y continuó-. Creo que fuiste un poco autoritario en la reunión.

-Pues no sé qué decirle. No fue mi intención. De hecho varios padres a la salida me dijeron que les había gustado mucho la reunión –dije intentando defenderme-. ¿Le han llegado quejas?

-Me he encontrado con la madre de un alumno tuyo, le he preguntado y me ha dicho cuál había sido tu discurso. Les has responsabilizado de los malos resultados académicos de sus hijos. Es decir, estás dando el mensaje de que a ti no te pidan explicaciones por los fracasos, que tú sólo eres responsable de los éxitos.

-Bueno, sinceramente, aunque desconozco quién es la madre, debo decir que yo no he dicho eso –estaba realmente sorprendido-. ¿Es eso lo que ha entendido? Porque si lo ha entendido así, lo ha entendido mal.

-No, Carlos. El que lo ha entendido así soy yo. La madre salió contentísima de la reunión.

-Entonces disculpe Miguel, pero no entiendo nada –le interrumpí.

-Es sencillo. Este es un colegio de élite. Las familias que mandan sus hijos a este colegio pagan un pastón. Si suspendes a sus hijos estás diciéndoles que, pese a lo que pagan, no somos capaces de hacer que su hijo aprenda y apruebe. No me parece la mejor publicidad para este colegio.

-Quizás a los padres les gustó ver que yo vengo aquí a trabajar. Que yo vengo aquí a exigirles a sus hijos –si tenía el apoyo de los padres tenía legitimidad para crecerme ante el director. La gente que pagaba su sueldo estaba contenta conmigo. Si estaba contenta con él no lo sé-. Quizás, aunque nunca lo hayan dicho porque se veían beneficiados por ello, no les parecía muy justo que sus hijos no tuviesen un riesgo real de suspender. Porque al final los padres lo saben. Al final los padres saben si su hijo sabe o no sabe hacer los problemas de matemáticas. Y si su hijo no sabe hacer los problemas de matemáticas pero en las notas aparece un seis, hay dos opciones. O su hijo copia, o el profesor tiene miedo de suspender al hijo del que paga su sueldo. Tal vez comportarme como yo me comporto suponga perder trabajos. Tal vez suponga no comer durante tres o cuatro días. Tal vez suponga helarme en el banco de un parque. Tal vez suponga la humillación, el desdén y el aislamiento. Pero me he prometido que si voy a intentarlo iré hasta el final. Me dijeron que no existe una sensación igual.

-Nos vemos mañana Carlos.

Y se marchó.

Historia de un maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora