Capítulo 43

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La educación es el camino para cambiar una sociedad, la prohibición es una imposición para cambiar una sociedad no educada. Dicho de otro modo, si la sociedad en la que vivimos no está educada podemos deducir que prohibir no está mal. Es necesario prohibir. Quien crea que en la sociedad en la que vivimos no hay que prohibir es porque vive en un mundo irreal. Gran parte de las personas no están educadas y, por lo tanto, necesitan de prohibiciones en su vida. ¿Por qué está prohibido y penado conducir bajo los efectos del alcohol? Por el simple hecho de que la gente lo hace, aún estando prohibido. Quien piense que no hay que prohibir y penar ese tipo de cosas, considerando que lo que hay que hacer es reeducar a esa gente, me duele decirlo pero vive en un mundo paralelo. Hay gente que, cuando son mayores, no se reeducan. Es imposible. Y lo siento, pero hay a gente a la que habría que prohibirle salir de casa, ya que supongo que es poco ético prohibirle nacer.

-Te voy a matar, hijo de puta –leí en un papel colocado en el parabrisas de mi coche, aparcado a escasos metros de la salida del colegio, mientras miraba a mi alrededor buscando la cara de Rubén, el novio de Paula.

Podría haber sido peor, podría haberme roto todos los cristales o podría haberme dejado sobre el coche una cabeza de caballo. Pero bueno, a las siete había quedado con Paula y le enseñaría la nota, dejándole claro que me iría a la comisaría más cercana a poner una denuncia por amenazas. Esto estaba llegando demasiado lejos.

-¿Diga? –respondí a una llamada de teléfono nada más llegar a casa.

-Hola Carlos, soy Andrea.

-Hola Andrea, ¿qué tal? –le pregunté intentando ocultar mi sorpresa por su llamada.

-Bien, te llamo porque tenemos que quedar.

-¿Ha pasado algo?

-Mañana a las ocho y media en el sitio del otro día y te cuento, ¿vale?

-Creo que es mejor cambiar de sitio, allí montamos un buen espectáculo la última vez –le dije riendo.

-Vale, quedamos allí delante y luego miramos a donde ir. Hasta mañana, Carlos.

Y colgó. Estaba siendo un día bastante intenso y, para redondearlo, eran casi las siete. Había quedado con Paula.

-Hola Carlos –me saludó Paula nada más llegar.

-Toma –ya sin saludar le extendí la mano con la nota que me había encontrado en mi coche.

-¿Qué es esto? –me preguntó extrañada mientras la cogía.

-Lee.

-Te voy a matar, hijo de puta –leyó en voz baja-. ¿De dónde la sacaste?

-Estaba en el parabrisas de mi coche al salir del colegio.

-Joder.

-Paula, lo siento, pero voy a denunciar a tu novio por amenazas.

-¿Qué? –me miró sorprendida-. Carlos, esta nota no la ha escrito Rubén, no es su letra.

-Hostia, pues la escribiría con la mano izquierda. ¿Quién cojones va a ser?

-Tú sabrás Carlos –me contestó enfadada-. Pero te estoy diciendo que no ha sido Rubén. Si no me quieres creer es tu problema.

-¿Estás segura?

-Completamente. La amenaza es de otra persona.

Historia de un maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora