-Buenas tardes, ¿qué tal? –saludé tendiéndole la mano.
-Hola, muy bien. ¿Me siento por aquí? –me preguntó la madre de Laura Álvarez.
-Sí, donde quieras.
-Pues venga, me siento aquí. Por cierto, qué joven. Ya me había dicho mi marido cuando volvió de la reunión de principio de curso que este año el profesor de Laura era muy joven pero no sabía que tanto –rió.
-Sí, soy novato. Pero bueno, las cosas van bien de momento –respondí con una sonrisa.
-Ah sí, Laura está muy contenta y a mí es lo que me importa. Sigue sacando buenas notas así que nosotros en casa estamos todos muy contentos contigo.
-Pues muchas gracias –dije poniéndome colorado. Nunca se me dio bien recibir halagos hacia mi persona-. Bueno, tú me dirás. Que me dijo tu hija que querías venir a hablar conmigo. No sé si tienes alguna inquietud en concreto.
-No, nada en concreto. Más que nada a nivel general qué tal ves a la niña. Las notas ya sé que bien porque nos las mandáis desde el colegio en cuanto hacen un examen, pero no sé, saber un poco tu opinión sobre la niña. Cómo se comporta y tal.
-¿Qué te solían decir los otros profesores cuando venías a hablar con ellos?
-Que muy bien en todo. Que una niña diez. Pero bueno, siempre me gusta saber que sigue por el mismo camino.
-A ver, yo voy a cambiarte un poco el discurso que llevas escuchando todos estos años.
-No me asustes –me interrumpió la madre.
-No, tranquila. Laura es muy buena niña, es verdad que saca muy buenas notas, pero tiene que intentar soltarse un poco más. Liberarse de esa presión de tener que hacer siempre todo bien. Esa presión de tener que estar siempre preparada para todo.
-Es que es una niña muy responsable. Ya desde pequeña siempre fue una niña muy responsable con todo. Siempre cuidó de su hermano pequeño.
-Lo sé, y no es malo que sea responsable pero debe de acostumbrarse a ver los fallos como algo normal, porque tarde o temprano fallará, y tiene que saber asimilarlo dándose cuenta de que, independientemente del fallo, va por el buen camino. Porque es verdad que va por el buen camino pero, quizás, por el lado del camino equivocado. No es lo mismo caminar pegado a la pared que caminar pegado al precipicio. Los dos caminos te pueden llevar al mismo sitio, pero un traspiés pegado a la pared no tiene las mismas consecuencias que pegado al precipicio. Si tú asumes que puedes tropezar irás siempre pegado a la pared, si no aceptas que puedes tropezar quizás ni te das cuenta de que vas por el lado del precipicio. Y Laura va un poco en ese lado del camino. Porque cuando le dices que algún ejercicio no lo ha hecho bien su reacción no es la normal. Entonces entre todos debemos de quitarle hierro a sus errores. Tanto en casa vosotros como nosotros en el colegio. Es decir, normalizar el fallo. Ni el éxito dura hasta que alguien la caga ni el fracaso es eterno.
-Y yo que creía que venía a que me dijesen que todo bien –rio de nuevo la madre de Laura.
-No, a ver, que ya te digo. La niña va bien. Pero debemos intentar reconducir ciertas cosas que pueden causarle un problema en el futuro. Ya no solo a nivel académico sino a nivel personal. Saber perder es fundamental. Te lo digo por experiencia.
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Historia de un maestro
Novela Juvenil"Historia de un maestro", una historia que no te dejará indiferente. Carlos tiene veintidós años y asiste a una entrevista en un colegio. Quiere optar a un puesto como profesor. En el centro conoce a Paula, una chica que se convertirá desde el prime...