Cap3

67 4 0
                                    

No podía evitar sentirme mal. ¿Cómo iba a poder mirarle a la cara sabiendo que podría haber evitado el dolor que estaba sufriendo? Él decía que estaba bien, que no le dolía. Pero yo sabía que me estaba mintiendo. Le limpié la sangre cuidadosamente con la mano. Le cubrí las heridas que tenía en la frente y en el pómulo. Javi me tomó la mano con suavidad. Me besó en los labios y luego me abrazó.

-Ya no habrá más golpes, Nuria. Eso se ha terminado. ¿Te das cuenta?

Pero era incapaz de sentirme feliz. Me forcé a sonreír. Solo por él y para él.



-¿Qué te pasa?

Di un pequeño respingo y me di cuenta de que me estaba mordisqueando una uña. Llevábamos ya media hora de viaje en tren. No sabía hacia donde nos dirigíamos. No habíamos mirado el destino del tren.

-Sólo pensaba. ¿Qué estaríamos haciendo ahora si no nos hubiésemos hecho amigos?

-No sé que harías tú, nena, pero yo estaría dándome cabezazos contra las paredes por no haberte hablado.

-Por favor, no seas exagerado. Seguro que estarías bien, porque nunca te hubieses enamorado de mí.

-Ahí te equivocas, Nuria. ¿Sabes desde cuándo llevo enamorado de ti?

No, no lo sabía. Y sinceramente, ¿importaba? Ahora estábamos saliendo juntos, estábamos contentos. No importaba desde cuando teníamos sentimientos por el otro.

-No, no lo sé.

-Desde aquella clase de inglés. Cuando estabas esperando a Marta. En el momento en el que le dijiste que se diera prisa me pareciste una cosita preciosa. Y cuando vi tu cara cuando canté me pareciste frágil como un cristal. Desde ese momento supe que tenía que protegerte de todo lo malo.

-Para, Romeo, para. Muy bonito todo, pero no me lo creo. Es demasiado tierno para ser verdad. Además lo describes de tal forma que suena a cuento de hadas. Y esto es la vida real, donde te llueven palos por todos lados hasta que aprendes.
-Puede que suene a cuento de hadas, pero no estoy mintiendo.

No pude evitar sentir que estaba flotando. Era curioso como sus palabras tenían tanto efecto sobre mí. Me aferré a su cuello y enterré mi cara en su sudadera. Olía a café y a limón. Sorprendentemente era un aroma embriagador.

Curiosamente, habíamos tomado el tren adecuado y nos bajamos en la parada que quedaba cerca de mi casa. Le abracé y noté que aún temblaba por el miedo. Le acaricié la espalda con las uñas y noté cómo un pequeño escalofrío recorría su piel mientras se le escapaba un pequeño gemido entre los labios. Sonreí ligeramente. Caminamos hacia mi casa y en la puerta le pregunté:

-¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí? Ya sabes que yo no tengo problema, pero, ¿no echarás de menos a tu padre?

Su rostro se ensombreció:

-Nuria, a partir de hoy yo no tengo un padre. Y claro que quiero quedarme aquí, si tu madre y tú estáis de acuerdo. No quiero ser una molestia para vosotras.

-De acuerdo entonces. Se lo explicaré a mi madre y seguro que no hay ningún problema.

Pero en el instante en el que abrí la puerta me quedé petrificada. Javi me apartó con suavidad de la puerta.

-¿Qué ocurre, Nuria?

No fui capaz de contestarle, ya que se me hizo un nudo en la garganta y las lágrimas me quemaban los ojos. Javi frunció el ceño y atravesó la puerta. Salió de mi casa a toda prisa y cerró la puerta tras de sí.

11 De Marzo {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora